Susana Corrales Mejías, una herediana de pura cepa, lleva 51 años de vida marcados por desafíos, lágrimas y, sobre todo, una fe inquebrantable.
Su historia es la de una niña que creció entre carencias, soportó el peso del bullying (incluso de su maestra), y que, a pesar de las cicatrices emocionales, se convirtió en una educadora y emprendedora que hoy inspira a cientos de niños y mujeres.
“Solo vas a servir para tener hijos”. Esa frase, lanzada sin piedad por una maestra de su infancia, se convirtió en un eco doloroso que acompañó a Susana durante años.
Creció en Santa Lucía de Heredia, en una familia humilde donde su papá, pintor de brocha gorda, y su mamá, empleada doméstica, luchaban día a día para llevar el sustento al hogar.
Las diferencias económicas eran evidentes en la escuela: no tenía bultos de marca ni ropa costosa, lo que la convirtió en blanco del bullying de sus compañeros... y de la indiferencia de algunos educadores.
LEA MÁS: Tico que pesaba 200 kilos, ahora se dedica a salvar vidas: “uno desea la muerte todos los días”
“Me costaba mucho estudiar porque tenía miedo, muchas inseguridades. Lloraba. Antes había una separación muy marcada entre los ricos y los pobres”, recuerda doña Susana.
Las burlas y el rechazo no solo venían de los niños; una maestra le dejó una herida que tardó años en sanar. Esa etiqueta injusta la hizo abandonar el colegio antes de tiempo, convencida de que su destino estaba limitado por su origen humilde y que, realmente, solo serviría para tener hijos.
Obstáculos
Pero la vida de Susana es un testimonio de que el dolor puede transformarse en fuerza. Con el tiempo, y pese a las inseguridades que arrastraba, decidió que no podía dejarse definir por una frase hiriente.
“Saqué mi bachillerato por madurez. Me dije a mí misma que sí se podía, que la pobreza no determina lo que somos ni hasta dónde podemos llegar”.
A los 27 años, se convirtió en madre soltera de un hijo que fue y es su mayor motor.
“Decidí que iba a luchar mucho por él, para que no pasara lo que yo pasé, para que fuera un gran profesional.” Hoy, su hijo tiene dos carreras universitarias, un reflejo del amor y la determinación con los que Susana enfrentó cada obstáculo.
LEA MÁS: Celebración del Año Nuevo Chino en Chepe se llenó de puro amor, vea lo que hizo esta pareja
Del dolor a la vocación
Susana estudió para ser maestra de preescolar y trabajó durante 16 años en el aula, convencida de que podía marcar la diferencia en la vida de los niños.
“Soy educadora ahora y le digo a las otras maestras que hay que motivar a los niños. No todos aprenden igual. Uno no puede marcar la vida de un niño con una frase hiriente”. Su experiencia personal le enseñó que las palabras pueden ser armas o puentes, y ella eligió construir puentes.
Susana nunca dejó de soñar. Desde pequeña, escribía en su diario sus anhelos más profundos. Soñaba con tener un comedor infantil, un espacio seguro para niños que, como ella en su infancia, necesitaban un lugar donde sentirse valiosos. Dios, dice, no solo le concedió ese sueño, sino que lo multiplicó.
Caminito de Luz
Hoy, doña Susana es la fundadora de Caminito de Luz Pre-School, una red de centros educativos de la Red de Cuido que ya cuenta con dos jardín de niños en funcionamiento y uno más por inaugurar esta misma semana.
Empezó en una pequeña casa con 25 chiquitos y, poco a poco, con esfuerzo y mucha oración, su sueño creció. Ahora atiende a más de 300 niños, con planes de expansión que incluyen un gimnasio, 12 aulas y programas que van más allá del currículo tradicional: inglés, taekwondo, ballet, minichef… pero, sobre todo, mucho amor.
“Siempre he sido muy soñadora. Comencé con el primer kínder, después el segundo, y ahora voy por el tercero. Me pellizco y todavía no me lo creo”, confiesa entre risas.
LEA MÁS: Ricky, un gatico supersimpático, fue elegido empleado del mes en Puntarenas
Para ella, cada niño que entra por las puertas de Caminito de Luz es una oportunidad de sembrar confianza, de demostrarles que valen, que pueden, que sus sueños son posibles.
Soñadora
Además de sus jardín de niños, Susana lidera una academia que empodera a mujeres, ofreciendo cursos de maquillaje, extensiones de pestañas y organizando eventos que buscan inspirar a otras a creer en sí mismas. “Vengo de abajo. Dios me ha ayudado, pero ha costado muchísimo, lágrimas y de todo.”
Su mensaje para los educadores es claro: “No diga frases hirientes. Usted no sabe qué problemas e inseguridades trae ese niño. Siempre dígales que sí se puede, que son inteligentes. A un niño no se le dice que hizo un dibujo feo. Hay que dejar huellas positivas”.
Doña Susana es la prueba de que el pasado no define el futuro. Que las palabras pueden doler, sí, pero también pueden sanar. Que un corazón herido puede convertirse en un faro para otros. Y que, con fe, amor y perseverancia, los sueños, por más imposibles que parezcan, se pueden cumplir.
Porque ella no solo construyó jardín de niños; construyó un Caminito de Luz para todos aquellos que, como ella alguna vez, necesitan creer que la vida siempre da una segunda oportunidad.