Una familia de Acosta cumple este 2022, 41 años de ser la encargada de llevar la palma bendita para el Domingo de Ramos a cientos de iglesias en el país.
Están felices porque el negocito volvió a calentar ya que entre 2020 y 2021, por las medidas a las que obligó la pandemia, estuvieron a poco de cerrar para siempre esa tradición.
¿Quién habría facilitado las palmas para el Domingo de Ramos de este 2022, y que servirá para la ceniza del Miércoles de Ceniza del 2023, si ellos hubieran abandonado la tradición?
Esa es una pregunta que el acosteño Carlos Mora Rivera no sabe cómo contestar, de hecho le duele siquiera pensar en que la tradición familiar que hacen con tanto amor se hubiera perdido.
Días bien duros
“El 2020 fue el año más duro de los cuarenta que tenemos en esto de la palma. Ver que solo alistamos trescientos rollos nos golpeó tremendamente y nos hizo estar casi seguros de que la pandemia nos había golpeado tan fuerte que íbamos a tener que cerrar”, dice.
“Nunca nos imaginamos que lo que hacemos con tanto amor para cada Semana Santa llegaría a su fin. Esos trescientos rollos que nos pidieron los alistamos en familia, no ocupamos ni un solo ayudante y eso nos dolió mucho porque sabemos que aquí, en Agua Blanca de Acosta, esa platica extra que se ganan ayuda demasiado”, añade don Carlos.
El covid-19 causó que en abril del 2020 la Iglesia católica tomara la decisión de cerrar todos templos del país.
El Ministerio de Salud, para evitar la multiplicación del virus, canceló las procesiones y eso incluyó las actividades del Domingo de Ramos, entre las que está la bendición de la palma, muy esperada por el pueblo católico.
“En realidad entre 2020 y 2021 sí sentimos que en un 90% lo de la palma se había acabado, sin embargo, como uno es católico y toda la familia es católica, algo nos motivó en el 2021 a volver a tocar las puertas de las iglesias aunque estuvieran cerradas y el asunto mejoró porque pasamos de los 300 rollitos del 2020 a 1.200 en el 2021. No eran tampoco los números del 2019, antes de la pandemia, pero nos ilusionó mucho, nos llenó de fe”, recuerda don Carlos.
Acto de fe
Es importante que esta familia acosteña sea católica, explica don Carlos, porque este 2022, el asunto de la palma se les convirtió más en un acto de fe que en un negocio.
Los costos subieron y ellos no pudieron subirle ni un cinco a cada rollito de la palma que les venden a las iglesias. Cada rollito trae 150 hojas.
Este año, con todas las de la ley, se volvió a los números de antes de la pandemia. Volvieron los días de ir a cortar la palma a Coto Brus con cinco carros, además, un furgón de diez llantas que se trajo 600 quintales y para eso se ocuparon 27 trabajadores.
Hubo pedidos de más de tres mil rollitos para más de 350 iglesias.
La crisis de la pandemia motivó a don Carlos a tocar puertas en otras zonas que antes no visitaba, como San Carlos; por eso la palma traída de Coto Brus que alistan acosteños por primera vez llegará a la parroquia de Ciudad Quesada y a Grano de Oro de Turrialba, por ejemplo.
“En verdad que se hace más que todo por la obra del Señor, porque uno como católico ama esta misión, pero los gastos han subido demasiado.
“El mecate, los sacos, la comida de los trabajadores, las horas trabajo, los recibos telefónicos, porque hay que coordinar mucho con las iglesias, y ni qué decir del precio del diésel. Por ejemplo, en el 2019 el viaje ida y vuelta a Coto Brus costaba en combustible unos 62 mil colones; este 2022 nos costó 102 mil colones, haciendo exactamente el mismo recorrido”, dice el acosteño.
Todo sube
Hace tres años, antes de la pandemia, don Carlos pagó ¢400 mil del flete del camión y este año pagó ¢600 mil.
“Estoy bien valido de Dios que nos quede un poquitico de ganancia. Uno sabe que es por la obra y a pesar de los costos, le doy gracias a Dios que me permita ser parte de la iglesia.
“También noto la mano de Dios porque, una vez más, nos cubrió con el tema de las culebras al momento de cortar la palma. Solo vimos dos, pero por dicha las vimos. Eso sí, había muchísimos panales y nos dieron tremenda picada las avispas”.
Todo subió en los costos, pero lo que don Carlos cobra por rollito siguió igual que en el 2019, ¢2.800.
“En verdad hay que ponerse la mano en el corazón, yo entiendo muy bien lo difícil que han sido para mi Iglesia católica los últimos dos años. Yo bien pude subir el precio del rollito, pero como me toca llamar y visitar iglesias, pude vivir las complicaciones: sacristanes despedidos o a medio tiempo, recortes por todos lados. No podía yo golpear a las iglesias este año, por eso me olvidé de la ganancia”, afirma.
“Aquello de ganancias bonitas tras Semana Santa quedó en el olvido, pero se hizo la obra, al menos los más de veinte trabajadores tendrán su platica (más de dos tejitas bien ganadas en siete días) y las iglesias su palma”, asegura.
Misión familiar
La palma bendita que se entrega a más de 350 iglesias este 2022 en Alajuela, Heredia, Cartago, San José y Limón, nace en Coto Brus y una familia, con la ayuda de gente de la comunidad, de Acosta, todos católicos, la alistan en rollitos.
Todo se inició hace 41 años, cuando don Marcelo Mora Valverde (papá de don Carlos y quien tiene 95 años), nacido en Agua Blanca de Acosta, le hizo un favor a su amigo Eugenio Chinchilla, quien le pidió buscarle unas palmas para adornar el altar de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Goicoechea.
Don Marcelo se quedó con la inquietud y se fue a buscar palma real, que es de la que se sacan las hojas que se bendicen cada Domingo de Ramos.
Como sabemos, este domingo 10 de abril se festeja la entrada de Jesús en Jerusalén. El Evangelio de Mateo dice que la gente alfombró el camino por el que pasaría Cristo y gritaba: “Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto”.
Pues bien, resulta que, con el encargo entre manos, don Marcelo buscó las palmas bien fresquitas, bien amarillitas y bien largas. Encontró bastante y le alistó a don Eugenio diez rollitos con 150 hojas cada uno.
“Así fue como comenzamos con la responsabilidad de entregarles palma a las iglesias. Poco a poco creció la cantidad, dos, cinco, diez iglesias; cada año me pedían más y más, hasta el día de hoy, en que se le cumplió a más de cuatrocientos templos”, nos contó don Marcelo en el 2019, cuando lo visitamos.
Este agricultor tiene un tramito de frutas y verduras en Concepción de Tres Ríos, donde vende lo que produce en su terrenito en Agua Blanca. En esa propiedad siembra jocotes, aguacates, naranjas y mandarinas, pero diez días al año deja eso y se dedica exclusivamente a la palma.
“Es un orgullo y un honor, también es una gran responsabilidad. Acá pasamos diez días casi sin dormir, alistando todo para que los católicos vivan la fiesta del Domingo de Ramos con palmas de muy buena calidad. Todos los que trabajamos somos de Acosta y católicos, por eso nos identificamos totalmente con lo que hacemos”.
Reino de Jesús
Fabio Hidalgo Rojas, cura párroco de la catedral de Ciudad Quesada, una de las nuevas iglesias a las que don Carlos le entregó palma, nos dijo: “El Domingo de Ramos nos recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Jesús entró para reinar. Los judíos esperaban otra cosa, un Mesías montado en un caballo con sus ejércitos que por fin llegara a destruir a los enemigos.
“Sabemos que Jesús, al entrar a Jerusalén, inicia el proceso de su pasión. Cristo comienza a gobernar desde la cruz, o sea, es el trono en el que Cristo se sienta y entrega su vida por nosotros.
“Es una entrada triunfal para dar la vida por nosotros. Las palmas en nuestras manos es un signo todavía mayor porque le estamos diciendo a Jesús ‘nosotros estamos dispuestos a dar la vida contigo, estamos dispuestos a dar la vida por ti’. Es la palma de los mártires, que son capaces de entregar su sangre por el prójimo”.