Vivimos una época en la que para algunas personas es más fácil creer las tonteras publicadas en internet que confiar en los profesionales que le han dedicado su vida al cuidado de la salud.
Hoy quiero escribir sobre lo que he aprendido durante la pandemia y lo que hace que me sienta profundamente orgulloso de vivir en Costa Rica.
Durante mucho tiempo, las personas pensaban que eso del cuidado de la salud estaba exclusivamente en manos de profesionales.
El bienestar, la salud, la posibilidad de tener una mejor vida era responsabilidad de los médicos, las enfermeras, dmicrobiólogos y de farmacéuticas. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de que el consejo de los profesionales es importante, pero es mucho más importante que cada uno, y todos juntos, vivamos de manera tal que nos cuidemos mutuamente.
A cada uno de nosotros le toca mover el esqueleto, haciendo un poquillo de ejercicio, los mandados o echándose una bailadilla de vez en cuando. Cierto que a veces el tiempo no alcanza para salir a caminar, pero cuando uno quiere cuidarse tiene que encontrar el tiempo. Decían en la antigüedad: mente sana en cuerpo sano.
Tarea de cada uno
A cada uno le toca comer sanamente, no volarse el melcochón entero untaditico de mantequilla y con unos buenos pedazos de salchichón, sino aprender a comer lo suficiente y talvez un poquito menos.
Si para cuando termina de almorzar o de cenar siente que le falta el aire o que ya no le cabe ni una cajetica de postre, comió demasiado y eso no es bueno para la salud.
También hay que aprender a tener paz en la casa y en el trabajo, la salud mental es una de las cosas que peor se ha puesto con la pandemia.
La gente anda como furiosa, como con ganas de meterle un par de pescozones al primero que se les atraviese. Y también se ve gente como deprimida por tanto encierro. Hay que tener paz, el hogar debe ser un sitio de reposo.
Con esto que les digo ya se pueden ir dando cuenta de que la verdad es que la salud y el bienestar son responsabilidades individuales y de sentido común.
Y también pueden darse cuenta de que si son varias las personas las que deciden vivir mejor, el bienestar de la familia crece, y luego crece el de la comunidad, y luego el del país… La salud la construimos entre todos.
Fuerte unión
He conocido familias que se han organizado para ayudarle a algún pariente que se ha quedado sin trabajo y también he visto grupos de vecinos que se han unido para ayudar familias en las que papá y mamá han sido hospitalizados por covid-19.
He podido ver vecinos que se ponen de acuerdo para conseguirles los medicamentos a los mayores de la tercera edad y no ha faltado la buena persona que, además, les echa el hombro yendo a hacerles los mandados.
Cuando una familia se integra, los resultados son poderosos. Cuando un vecindario o una comunidad se integran, los resultados pueden cambiar el mundo.
En el pasado hemos visto cómo algunas comunidades ponen un rótulo que dice “Comunidad organizada contra el hampa”. En esos lugares los amigos de lo ajeno lo piensan muy bien antes de andar haciendo loco.
Yo quisiera ver “Comunidades organizadas contra covid-19″. Eso sí me dejaría con la boca abierta, impresionado, y como dice mi sobrinillo, eso sí sería bien fresa.
Amarga indiferencia
El servicio a los demás, la solidaridad y la compasión nos han demostrado cómo se pueden cambiar muchas cosas que nos afligen.
A veces nos confundimos y dejamos que sea “papá-gobierno” el que resuelva todo. Que hay basura en la calle: ¡culpa de la municipalidad!, dicen algunos. Que hay un hueco en la calle: ¡culpa de los demás!, dicen otros.
Claro, en este mundo a cada uno le toca jalar su carreta, pero entre varios las cosas se pueden hacer mejor. Cuando las personas se preocupan por el bienestar de los demás de manera responsable y seria, las cosas mejoran.
El bienestar y la salud aumentan cuando la gente deja de decir “porta a mí” levantando los hombros y dando media vuelta.
Cuerpo y alma
Vieran que muchas personas me escriben y me cuentan lo bonita que ha sido la Navidad.
Todas sus historias tienen algo en común: hablan de lo felices que han pasado, la ilusión que les ha hecho recibir mensajes de seres queridos, el vacilón que fue ver a los carajillos abriendo algún paquete que el Niño Dios les dejó debajo del árbol.
Todo eso tiene que ver con el alma: la alegría, la paz, la tranquilidad, la satisfacción por las cosas bien hechas.
En la pandemia vemos muchas familias quebradas por el dolor y por la pérdida de un ser querido. Vimos muchas familias pasando necesidades y sin poder siquiera cocinar algo especial para estas fechas.
No permitamos que el miedo se apodere de nosotros. Vivamos sanamente, ayudémonos entre todos y sigamos adelante dando el buen ejemplo para que la salud de nuestros niños sea mucho mejor que la nuestra.