La diputada oficialista Paola Nájera es una sobreviviente de cáncer de mama y aunque su experiencia fue muy dura, porque estuvo acompañada de varios golpes de vida, asegura que la enfermedad fue una gran escuela que la hizo una mejor persona.
Ella habló con La Teja y narró su testimonio para darle fuerzas a las mujeres que ahorita están enfrentado esa ruda enfermedad.
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— ¿A qué edad le diagnosticaron el cáncer y cómo sospechó que tenía la enfermedad?
A los 37 años. A mi hija la tuve casi a los 35 años, yo le daba pecho y mi meta era darle hasta los tres años. Empecé a notar que me sentía muy cansada, creía que era por el parto y porque trabajaba. Soy madre soltera y el cuido de la chiquita me cansaba mucho, me dolía mucho la espalda. Con frecuencia me hacía el autoexamen de mama y un día me detecté un bulto.
Un día tomé el valor y fui con mi mamá a revisarme donde una doctora privada en Curridabat. Me maltrató psicológicamente, me regañó. Me dijo que el día anterior estuvo en el funeral de una señora que por descuidada, como yo, se murió de cáncer, ese día prácticamente me confirmaron que tenía cáncer. Después de eso me fui para el hospital San Juan de Dios, me hicieron exámenes y a los días me dijeron que tenía cáncer en etapa intermedia.
— ¿Qué fue lo primero que pensó cuando recibió el diagnóstico?
Sentí un dolor tan grande y dije en mi mente: “Dios mío, no me puedo morir, por mi hija”. Mi chiquita tenía en ese momento dos años y pasado el tiempo me seguía aferrando a la idea de la que la curación era la única salida, porque yo quería criar a mi hija. También me puse a pensar, “¿y mis sueños?”, se me va a acabar la vida y no hice todo lo que había postergado hacer y le pedí a la vida una segunda oportunidad, le dije a Dios: “por favor, deme vida”.
— ¿Cómo fue el proceso para atacar la enfermedad?
Primero empezaron a hacerme exámenes para ver si el cáncer ya había tocado otros órganos, son procesos muy difíciles, la gente no comprende los niveles de horror que uno vive mientras espera una llamada para que le digan cómo está.
Una vez que estaban los exámenes me dijeron que lo primero era la quimioterapia, seis meses de sesiones, los médicos esperaban que el tumor se redujera con el tratamiento. Me pusieron uno de los tratamientos más fuertes, le llama la quimioterapia roja y en solo siete días empecé a perder el cabello.
— Algunas personas le restan importancia a esa pérdida porque dicen que el pelo vuelve a crecer, ¿a usted la golpeó mucho?
Yo no me imaginé que sería tan rápido, el cuero cabelludo me dolía montones. Tenía el pelo largo y me lo cortaron un montón, pero aún así se me caía en grandes cantidades, no pude sostenerlo más, fue como al día 10 o 12 de la primera quimioterapia que tuvieron que raparme, el dolor era tremendo. Lo hicieron mi mamá y mis tías, lloramos un montón, me veía en el espejo y no podía creer que esa fuera yo, mi preocupación principal era cómo iba a reaccionar mi hija cuando me viera, tenía que hacer un esfuerzo enorme para estar mentalmente fuerte para ella, para no alterar su vida.
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Uno se queda sin cejas y sin pestañas, en aquel tiempo yo ni me maquillaba, pero unas primas me enseñaron para que yo pudiera hacerme las cejas y ponerme pestañas, además, aprendí a usar turbantes.
La quimioterapia también me daba muchísimo dolor de cuerpo y unas nauseas terribles, no soportaba ciertos olores, la boca se me llenaba de vejigas, se me manchó mucho la piel, las uñas se me oscurecieron, hasta perdí piezas dentales. Me empezaba a sentir mejor ya cuando estaba a pocos días de recibir otra sesión y todo volvía a empezar.
— ¿Alguna vez se topó con alguna persona en la calle que la hizo sentir mal?
Varias veces me pasaron cosas lamentables, las personas se me quedaban viendo porque yo andaba con turbante, hasta chocaban con las cosas porque no me quitaban la mirada. Me encontraba a algún conocido en el supermercado y llegaba corriendo sin siquiera saludar y me preguntaba que dónde tenía el cáncer.
Pero también me topé personas sensibles y especiales, desconocidos que me paraban y me decían que hacía unos años ellos estaban pasando por procesos similares y que estuviera tranquila, que lo iba a superar, eso valía mucho para mí.
— ¿Cómo le explicó a su hija lo que le estaba pasando?
Ella estaba tan pequeña que lo que le dijimos era que yo tenía un “ayayai” (una herida), para ella fue duro pero a la vez fue muy valiente. El primer gran cambio fue que tuve que dejarle de dar pecho. Ya después yo no podía ni alzarla y ella no entendía bien porqué, pero mi red de apoyo, que eran mi mamá (Patricia Abarca), mi hermano (Diego Nájera), otros familiares y un grupo cercano de amigos, fue vital en todos esos temas.
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Yo trataba de estar fuerte para mi hija, pero a veces apenas se dormía me soltaba a llorar para sacar todo lo que sentía. No era solo el cáncer, me pasaron muchas cosas: me quedé sin trabajo, se alejaron de mi personas especiales, entre ellas el papá de mi hija, que era mi pareja, estuve internada varias veces en el hospital y una vez hasta tuve un accidente, yo no entendía cómo me podían pasar tantas cosas malas.
— ¿La tuvieron que operar?
Sí, claro, tres veces. La quimioterapia no dio los resultados que se esperaba y me tuvieron que operar. Después de la primera cirugía me hicieron exámenes y volvió a salir el cáncer, en la tercera me llevé un susto tremendo porque parecía que el cáncer ya se estaba extendiendo por el torrente sanguíneo y existía la posibilidad de que ya estuviera en otros órganos. El día que me dijeron eso tuvieron que sacar a mi hija del cuarto del hospital porque no aguanté, me desmoroné y empecé a llorar y a pegar gritos, no entendía porqué tenía que pasar por tanto dolor, pero gracias a Dios cuando me hicieron exámenes después de esta tercera operación, salí limpia, luego de año y medio de lucha.
— ¿Qué le dice a las mujeres que acaban de recibir un diagnóstico de cáncer?
Nadie me puede decir que yo la pasé fácil, que yo la pasé bonito. Sufrí demasiado, pasé mucho dolor físico y también muchísimo dolor emocional. Creo que todos somos héroes y en este mes de octubre eso es lo que quiero decirles a las mujeres, las circunstancias difíciles tenemos que agarrarlas como se agarra el toro, por los cuernos, tenemos que asumir el control de nuestra vida y de la enfermedad. Tuve que aprender a darme ánimo, tuve que aprender a levantarme solita en mis dolores.
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Ejemplo
La legisladora asegura que su experiencia de lucha contra el cáncer le demostró que aún falta mucho por hacer en el país en materia de atención a los pacientes y poblaciones vulnerables. Ella vivió de primera mano malos tratos que dejaron en evidencia la falta de empatía y preparación de muchos funcionarios de hospitales.
También conoció casos de mujeres que tenían cáncer y perdieron el trabajo, pero carecían de una red de apoyo como la que ella tenía, que fue la que la sostuvo en los momentos difíciles. Todo eso la impulsa a buscar soluciones en la Asamblea Legislativa para aliviar el sufrimiento de poblaciones vulnerables.