En el marco de la conmemoración del Día de la Mujer, ahora también conocido como 8M, queremos homenajear a esas mujeres excepcionales, a esas mujeres que se salen del molde y que, día con día, nos demuestran que la valentía no tiene género.
Tal es el caso de Elky Alfaro, una tica amante de los animales, que se abre camino en una industria dominada por hombres: la ganadería.
Y si bien, en algunas ocasiones se ha topado con que la ven como menos por ser mujer, ella tiene muy claro que esta es su pasión, la cual viene desde la cuna.
“Desde niña, yo soy la cuarta generación de mi familia que estoy asociada a las fincas. Ha habido montones de generaciones atrás y, toda la vida, he vivido en una finca”, nos contó Elky en entrevista.
“Mi papá siempre se ha dedicado a la ganadería, a la lechería, específicamente, y mi mamá también es amante de los animales. Tuvimos once perros, gallinas, conejos y hasta gansos. Desde ahí nació mi pasión y mi amor por los animales”.
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Lo curioso de todo esto es que, así como Elky, que es veterinaria de profesión y pasa gran parte de su día atendiendo animales, se ha convertido en una figura de admiración y fortaleza para sus dos hijas; su madre, otra mujer todoterreno, lo fue para ella.
“Me acuerdo de que mi mamá agarraba los huevitos de los gansos, los metía al horno y nacían los gansitos”, recordó con cariño.
“Como era mucho campo, a veces los perros se peleaban entre ellos o venían zorros y se agarraban. Entonces, desde chiquitita veía a mi mamá donde les hacía las curaciones a los perritos y, por eso, decidí estudiar veterinaria”.
Temple
Ahora, una cosa es vivir en una finca de pequeña y otra totalmente diferente es tenerla y administrarla, esa fue una lección que Elky aprendió a la fuerza.
“La lechería la tenemos en una finca que mi papá tenía únicamente para ganado. Pero, como él nos vio a mi esposo y a mí interesados en la parte de la lechería, nos sentó y nos preguntó si era lo que realmente queríamos”, explicó.
“La empezamos de cero, hicimos la construcción de la lechería en una finca que no había más nada que pasto, se llama Ganadera Ana Victoria, que es el nombre de mi hija mayor. Básicamente, ha sido un sueño de toda la vida”.
No obstante, Elky tiene claro que no estaría donde está de no ser por su familia.
“La ayuda de mi papá ha sido fundamental, mi esposo ha sido un pilar grandísimo y, a él le encanta, a pesar de que su familia no venga de la parte ganadera.
“Meternos en la lechería siempre fue un sueño mío, pero, en el momento en que tengo a mis hijas, me nacieron más las ganas”.
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“Quise introducirlas más en este mundo porque es tan sano y, ver a mi hija mayor, que tiene 5 años, saberse la rutina de ordeño, cuánto darle de concentrado a cada animal o verla con las botitas de hule, es tan bonito”, contó con una sonrisa de oreja a oreja.
“Y bueno, mi hija menor es demasiado a mi manera, ella agarra las terneras, las abraza y les da besos”, cuenta entre risas.
Entre hombres
Y si bien el apoyo de su familia ha sido fundamental, Elky no la ha tenido sencilla, poco a poco le ha tocado ir rompiendo estereotipos en una industria llena de hombres.
“Desde muy joven me he visto involucrada en un ambiente meramente varonil. Estudié en el Colegio Agropecuario de San Carlos, donde éramos solamente tres mujeres y el resto eran puros hombres”.
Incluso, dentro de su familia, en especial los de la vieja guardia, se veía raro que ella estuviera tan involucrada en este mundo.
“Me acuerdo mi abuelita, que un día me dice: ‘Elky, véngase, no ayude a su papá, usted tiene que estar aquí en la casa cocinando conmigo’ y, yo alzando un tenerito.
“Gracias a Dios, mi papá siempre me dio la oportunidad de andar con él, de andar con botas de hule y de estar metida en las fincas, pero, por ser mujer, mi contextura no es tan gruesa, es delgada. A veces me gusta andar más femenina, maquillada y demás. Entonces, lo ven a uno como: ‘uy, no, esa muchacha Dios libre en el agropecuario’”, lamentó.
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“Toda mi vida ha sido así. Entonces, creo que me he sabido dar a respetar y demostrar que, efectivamente, una mujer tiene las mismas capacidades que un hombre.
“Y sí, uno ve las miradas y el rechazo, pero creo que lo más importante es uno creérsela, saber que puede, y que tiene las herramientas y tiene la inteligencia para seguir adelante”, concluyó.