Cuando la costarricense Gisela Sánchez Maroto asumió la presidencia del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el 1 de diciembre de 2023, su mente la llevó de vuelta a su juventud, a esa época en la que se preguntaba qué quería ser en la vida.
Con el peso de una institución de 15 países sobre sus hombros, su historia es una prueba de que el esfuerzo, la determinación y las raíces humildes pueden forjar un destino exitoso.
Gisela nació en el hospital México y sus primeros años los vivió en La Uruca, hasta que su familia se trasladó al barrio José María Zeledón en Curridabat. Hija única de Anita Maroto y Manuel Sánchez, creció en un hogar donde el dinero no sobraba, pero la disciplina y el deseo de salir adelante estaban por todas partes.
Desde pequeña le encantaron los números. Mientras otras niñas jugaban con muñecas, ella se entretenía con facturas y una calculadora. En su mochilita llevaba sueños que parecían lejanos, pero nunca imposibles. A pesar de la falta de recursos, sus padres siempre la impulsaron a estudiar y a luchar por un futuro mejor.
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Sacrificios y oportunidades
Estudió en el colegio El Rosario (ubicado barrio Luján, San José) y luego ingresó a la Universidad de Costa Rica (UCR) para la carrera de Ingeniería Industrial.
Gracias a su excelencia académica y su trabajo como asistente, logró obtener becas que le permitieron costear sus estudios. “Yo casi nunca pagué un cinco por estudiar, y eso es una gran bendición que tenemos los ticos con las becas de la UCR”, recuerda.
Pero la vida universitaria no fue fácil. Muchas veces su almuerzo era solo un cangrejo en panadería La Canela (frente a la Escuela de Estudios Generales en la UCR), porque el dinero tenía que alcanzar para los pases y las fotocopias.
Cuando el bus la dejaba, caminaba desde San Pedro hasta Curridabat. Aprendió desde temprano que los sacrificios valen la pena cuando se tiene una meta clara. Nunca pidió dinero para materiales escolares, simplemente ahorraba lo poco que le daban para la comida y con eso los compraba.
Aprendió inglés de noche
Uno de sus mayores desafíos fue el inglés. A diferencia de muchos compañeros que crecieron con el idioma, ella solo pudo aprenderlo ya en la universidad, pagando sus propias clases nocturnas.
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“Llevar clases de noche y pagárselas uno mismo es difícil porque da mucha vergüenza hablar y equivocarse”, acepta.
No fue hasta que ingresó al INCAE que logró dominarlo por completo, a la fuerza, porque su jefa solo le hablaba en inglés.
Más adelante, incluso viajó a Estados Unidos para perfeccionarlo. “Mis hijos dicen que mi acento no es bonito y yo les digo que gracias a ese inglés ellos lo hablan desde pequeños”, dice entre risas.
El ejemplo de su madre también la marcó: “Mi mamá empezó la universidad después de los 50 años y aprendió a manejar también después de los 50. Nunca se es viejo para aprender”. Para Gisela, la educación siempre fue la clave para abrir puertas, aunque el camino no fuera fácil.
Gran aprendizaje
Hoy, como presidenta del BCIE, Gisela enfrenta el desafío de liderar una institución clave para el desarrollo de la región, con 440 empleados y la tarea de conciliar los intereses de 15 países.
Su vida profesional y personal han sido puestas a prueba, con sacrificios como estar lejos de su familia y enfrentarse a la soledad de otro país.
“El 2024 fue el año más duro de mi vida. Terminé en el hospital con una cistitis hemorrágica. Pensé que me moría lejos de mi familia”, confiesa.
Pero también ha sido un año de aprendizajes, de orgullo y de grandes logros. “Este puesto me ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero también me ha dejado humildad”.
En el 2023, trabajando para el BAC-San José, el presidente del país, Rodrigo Chaves, le recomendó que postulara su nombre al puesto del BCIE. Lo pensó mucho porque si tan siquiera se postulaba tenía que renunciar al BAC y así lo hizo.
Hubo 300 candidatos de toda la región al puesto de la presidencia del BCIE, al final quedó en la gran final solo 3 y doña Gisela fue la elegida.
Es la primera mujer costarricense en la historia como presidenta del BCIE. Ya hubo dos ticos, Rolando Ramírez (1988-1991) y Federico Álvarez (1991-1993).
Incluso, la revista Forbes la ha reconocido en tres ocasiones como una de las 50 mujeres más influyentes de Centroamérica.
“Se necesita claridad de valores, una visión clara de lo que se quiere lograr y la capacidad de inspirar a los demás”.
Cumplir los sueños
A pesar de las adversidades, la tica es la viva prueba de que los sueños, por más lejanos que parezcan, pueden cumplirse. “Conocí al rey de España, algo que aquella joven que se venía caminando de la UCR a la casa nunca imaginó. Dios me ha bendecido mucho”.
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Desde Honduras, donde actualmente reside por su puesto en el BCIE, extraña a su familia, pero entiende que los sacrificios son parte del camino.
“Es complicado, pero cada reto en la vida te prepara para lo que viene después. Si se hace con amor y con ganas de ayudar a la gente, las cosas salen bien”.
Cuando personas de otros países saben que ella es tica, lo primero que escucha es “Keylor Navas” y “Pura vida”.
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“Se vale soñar, se vale luchar y se vale creer que todo es posible. Yo soy prueba de ello”.