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Dejar el cigarro es difícil porque el cerebro juega en contra del fumador

IAFA y Ministerio de Salud lanzaron un WhatsApp este lunes para ayudarle a dejar el vicio

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El cigarro mata, pero, ¿por qué si los fumadores lo saben, no lo dejan?

Fumar es un vicio difícil de dejar por la sensación de bienestar que produce en el cerebro. Foto: Shutterstock.com (Shutterstock.com/Shutterstock)

La explicación está en el cerebro. Al darle un jalonazo al cigarro, la nicotina que contiene se disfraza de dopamina --químico que nos da una sensación de placer y bienestar-- y por ello es que a los fumadores les cuesta tanto dejarlo y se ven inmersos en un círculo vicioso.

Lo malo es que la nicotina es un veneno muy potente (tres veces más letal que el arsénico) y por eso con cada jalada de un blanco la persona está introduciendo ese veneno en su organismo y matándose de a poquito.

Para terminarla de hacer, los pacientes fumadores son unos de los más vulnerables ante el covid-19.

En el marco del Día Mundial sin Tabaco, que se celebra el 31 de mayo, La Teja conversó con dos personas, una que pese a los intentos, aún no le es posible renunciar al vicio y otra que ya logró dejar de fumar.

Ahí va

Raúl Rosales, de 31 años, ha hecho múltiples intentos por dejar el cigarro, incluso, en una oportunidad estuvo tres años sin fumar, pero volvió a caer.

“Empecé a fumar en el 2008 mientras estaba en el cole, porque en una fiesta trajeron cigarros de chocolate y me gustaron, cuando dejaron de traerlos, cambié a los mentolados y ya seguí”, asegura Rosales, quien es vecino de Limón.

Asegura que al principio no fumaba todos los días, pero ahora se “devora” unos ocho o nueve cigarros diarios.

“La primera vez que lo intenté dejar fue cuando nació mi hija, en el 2008, cuando acababa de empezar a fumar, lo dejé como mes y medio y en otra fiesta comencé a fumar de nuevo. En el 2013, lo volví a dejar, más que todo por salud, porque me estaba muriendo”, confesó el limonense.

A Rosales le dio un ataque de asma hace ocho años y el doctor le advirtió que si no dejaba de fumar se mataría solito.

En aquella oportunidad necesitó 14 nebulizaciones y dos bolsas de suero para recuperarse y, por el susto, se alejó de la nicotina durante ocho meses.

Raúl Rosales estuvo hasta tres años sin fumar, pero volvió a caer. Foto: Cortesía (Cortesía)

Del 2016 al 2019 Raúl jaló a vivir a San José y durante todo ese tiempo no prendió ni un solo cigarro, pero dice que fue porque tenía un trabajo tan demandante que ni siquiera tenía tiempo para pensar en eso.

Sin embargo, una vez que regresó a vivir al Caribe, decayó.

“No lo he dejado por falta de huevos, porque puedo pasar sin fumar varios días y no me hace falta, pero salgo y me tomo una birrita y conforme va pasando la noche me digo, ‘¡qué rico un cigarro!’, y voy de nuevo”.

Un año

La otra cara de la moneda es la de Arlyn Tenorio, quien sí logró dejar de fumar, pese a que no le fue tarea sencilla.

“Ya voy para el año de haberlo dejado, luego de once años de fumar y de mil intentos por dejarlo”, contó la josefina, de 28 años.

Arlyn dice que a ella le ayudó montones el programa de acompañamiento del Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA).

“Me sentía mal porque me llagaban los mensajes y yo no había podido dejarlo, entonces lo empecé como quince días después, de golpe, y lo pude dejar. Yo empecé (a fumar) muy joven, a los 16 años”, contó Tenorio.

Arlyn Tenorio dejó de fumar hace casi un año, luego de fumarse dos paquetes diarios. Foto: Cortesía (Cortesía)

Tenorio dice que como ella empezó a inhalar nicotina tan joven no tenía ni idea de los peligros a los que se exponía.

De hecho, cuenta que comenzó a tragar humo porque estaba muy gorda y creía que las modelos adelgazaban fumando, pero con los años descubrió que estaba equivocada.

“La vez que más duré sin fumar antes de esta definitiva, duré cinco días, antes solo aguantaba horas. Estaba fumando como dos paquetes diarios”, recordó.

Arlyn dice que como no en todo lado le vendían paquetes por no tener cédula, le robaba cigarros a sus padres, quienes también fumaban.

“Ya ni siquiera podía dormir por la ansiedad que me daba por ir a agarrar un cigarro que siempre estaban disponibles, por eso me costó muchísimo dejarlo. Luego mi mamá fue supervalienta y lo dejó antes, lo que me ayudó mucho a poder dejarlo”, narró Tenorio.

La joven dice que cuando descubrió el daño que se estaba haciendo se decía, “de algo me tengo que morir”, pero cuando el IAFA le envió mensajes explicándole todo lo que se les descompone a los fumadores internamente, abrió los ojos.

Afirma que aún sigue sintiendo ganas de fumar, pero se aguanta porque sabe que si agarra uno, volverá a caer y no quiere hacerlo.

“Es una lucha diaria”, dijo Arlyn.

Karen Fernández

Karen Fernández

Periodista con una licenciatura en Producción de Medios. Forma parte del equipo de Nuestro Tema y tengo experiencia en la cobertura de noticias de espectáculos, religiosos, salud, deportes y nacionales. Trabajo en Grupo Nacion desde el 2011.

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