El sacerdote jesuita Ricardo Falla ha sido testigo de muchas injusticias, batallas, luchas y hasta la pérdida de vidas inocentes en distintos conflictos armados.
El guatemalteco es también antropólogo y ha dedicado parte de su vida al análisis y documentación de masacres entre poblaciones de Guatemala y Centroamérica.
La UCR le concedió el doctorado honoris causa, máximo galardón de la institución, por su trayectoria como antropólogo y por sus valiosos aportes a la comprensión de estos temas, desde una perspectiva testimonial y humanista.
La Teja conversó con el religioso y él se mostró muy agradecido con el reconocimiento. Además, aprovechó para enviar un mensaje a la gente, en el que pide recuperar la esperanza en estos tiempos tan difíciles y violentos.
“Este premio significa un reconocimiento no solo a lo que he escrito, sino también a las voces que están detrás de todo eso, los indígenas de Guatemala por ejemplo, la resistencia en las montañas, los pueblos que sufrieron el genocidio y otros muchos”, dijo.
El cura ha vivido largas temporadas en El Salvador, Panamá, Nicaragua, Honduras y en su natal Guatemala, por lo que conoce una buena parte de Centroamérica y sus contribuciones permiten comprender mejor la historia de esta región.
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Entregado
Su labor pastoral de acompañamiento de comunidades desplazadas se unió a la investigación de campo, tanto sobre los inicios de la organización indígena campesina rebelde como sobre las masacres y la resistencia.
Esta cercanía con las comunidades le permitió conocer, por la voz de testigos y sobrevivientes, la crueldad y ensañamiento contra las poblaciones indígenas, especialmente en el departamento de Quiché, al noroeste de Guatemala, durante los años más represivos de sus gobiernos militares.
En 1983, Falla presentó el caso de una de las masacres ante el Tribunal de los Pueblos, en Madrid, argumentando que podía tipificarse como genocidio. El gobierno de Guatemala fue condenado por este crimen.
“Muchas de las situaciones negativas que vive el mundo, como las batallas que se han vivido en Centroamérica y la guerra que se está viviendo ahorita en Ucrania, se deben a la falta de Dios.
“Pero no culpo solo a unos cuantos ni señalo pecadores, porque todos los somos, todos tenemos parte de la culpa de lo que está ocurriendo en Ucrania, ese país está prensado entre el pecado de las relaciones injustas en el mundo. Como dice el papa Francisco: ‘no hay guerra justa’”, manifestó.
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Vivir la experiencia de Dios
El religioso dijo que en estos tiempos tan difíciles, por los conflictos armados y por la pandemia, toda la población tiene una gran responsabilidad con las víctimas.
“Cada quien tiene una misión y responsabilidad según el lugar que ocupe en la sociedad, los gobernantes tiene una gran tarea por hacer creando políticas que ayuden a todos. Los sacerdotes deben ayudar en sus comunidades y las familias también pueden dar su granito de arena ayudando a los más necesitados, nadie se puede cruzar de brazos”, expresó.
“Las pruebas tienen también cosas buenas, en los grandes sufrimientos aparece la ausencia de Dios, la noche oscura, pero también es ahí donde debe brillar la fe. Debemos vivir la experiencia de Dios, pero no para quedarnos en el dolor, sino para salir adelante y levantarnos, mientras haya vida hay esperanza, aún en las guerras nacen niños y ese es el signo de ilusión más bello que hay”.