Este domingo se celebra la resurrección de Jesucristo, uno de los milagros más grandes del evangelio, pero así como Jesús logró escapar de la muerte, en la Tierra hay un selecto grupo de personas que también han sido capaces de traer vidas que ya habían partido del plano terrenal.
Con tan sólo 13 años, Marvin Chen se convirtió en una de ellas, pues salvó a la primera persona de las cientos más que rescataría años después. No sabía lo que estaba haciendo, lo único que tenía claro era que su destino lo estaba llamando.
“Yo escuché unos gritos de desesperación, como de muerte. Volví a ver hacia el frente y había una señora metida en una corriente y apenas se le veía la cabeza. El instinto me impulsó a ir al mar. Sin saber nada empecé a ayudar a la señora y lo logré”, nos contó.
Ese sería el inicio de una larga historia. Una en la que con sus manos y el amor por la vida haría posible más de una resurrección.
Si usted le pregunta sobre su vida hasta este punto, su respuesta va a ser muy humilde, a pesar de que acumula más de 17 años de experiencia y se formó en la Surf Life Saving, una de las mejores organizaciones dedicada a formar guardavidas.
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“Yo creo en Dios y amo a Dios sobre todas las cosas y sé que lo que hago es guiado por él. Yo sólo tengo un don y Dios me tiene para hacer su voluntad y dar su testimonio”, respondió.
Ahora con 46 años y una experiencia que lo ha llevado por todo el mundo, Mar Chen --como lo conoce todo mundo-- ha salvado cientos de vidas. Por un tema personal es muy reservado con sus cifras, pero se sintió cómodo contándonos que sólo en Estados Unidos ha rescatado 585 personas. A nivel nacional podrían ser incontables.
En todos estos años ha acumulado cientos de relatos, algunos con finales felices, otros no. Pero de entre todos, resalta uno, una historia muy especial, la historia de cómo resucitó a Karla Vargas.
De vuelta a la vida
El 7 de octubre de 2006, Karla Vargas y dos amigas se saltaron el baile de graduación para ir a Jacó a sanar unas situaciones personales. Mientras estaban en el mar, frente al hotel Jacó Beach, Karla se dio cuenta que algo no estaba bien.
“Yo estaba justamente donde revientan las olas, no estaba adentro. Una de mis mejores amigas me dijo que nos metieramos más para pasar debajo de las olas y lo hice. Cuando salí a la superficie no sentí el suelo y ellas, que estaban más adentro, sí lo sentían”, narró Karla.
Pero todo cambió en cuestión de segundos. Una ola tras otra comenzaron a golpear a las amigas y cuando entraron en razón, se estaban ahogando.
“Lo malo fue que a pesar de que yo sé nadar, entré en estado de shock y me agarré de una de mis amigas, pero la estaba hundiendo para poder respirar. Cuando vi que la estaba matando decidí nadar, que es todo lo contrario a lo que hay que hacer en esos casos.
“Di tres brazadas, vi una luz blanca y ahí quedé”.
Mar Chen recuerda ese día como si hubiera sido ayer. Mientras hacía su guardia, una persona llegó a pedir ayuda al hotel donde trabajaba. Sin pensarlo dos veces corrió hacia la playa y al llegar, todos señalaban al mar y se lanzó.
Detrás suyo venía otro guardavidas, cada uno rescató a una de las amigas de Karla.
“Las sacamos y una de ella me decía: ‘muchacho, hay una amiga nuestra allá’, yo le respondí que no había nadie más, pero ella insistió en que sí”, contó.
Cuando la amiga comenzó a llorar y gritar, el instinto de ángel guardián de Mar Chen se activó y saltó una vez más al mar. Se sumergió una, dos y hasta tres veces, pero no veía nada.
“Nadé mar adentro, bajé y vi a Karla, su cuerpo estaba extendido y la corriente la llevaba hacia abajo. Volví a salir, tomé aire y bajé. La agarré de la cadera y empecé a salir. Cuando iba por la mitad de la inmersión, sentía que me estaba desmayando, estaba perdiendo oxígeno”, recordó con la voz un poco entrecortada.
“Seguí con todas mis fuerzas pero llegó un momento en que me rendí. Me dije a mí mismo, ‘creo que no voy a llegar’, sólo veía el brillo de la superficie, pero no salía”.
De repente, un milagro.
Él no sabe de dónde pero un segundo aire le llegó, con las fuerzas que le quedaban siguió hasta que finalmente llegó a la superficie. Ahí se estabilizó y vio a Karla, sus ojos estaban perdidos, los labios los tenía morados, la cara amarilla y estaba rígida.
Karla, por su parte, no recuerda nada de ese pasaje.
“Marvin me contó que cuando él me vio, me levantó la cara, tocó pulso y no había respuesta”, relató Vargas.
Karla estaba muerta.
Una vez que la sacó del agua comenzó un duro proceso de reanimación cardiopulmonar (RCP).
Cuando iban por el segundo ciclo, Mar Chen empujó el tórax de Karla, que expulsó el agua y se quejó. Ese quejido fue como si el tiempo se detuviera, fue un alivio indescriptible, significaba que estaba con vida y aún existían esperanzas.
“Para mí eso fue un milagro. Nosotros duramos entre 25 y 27 minutos en correr desde la torre, entrar al mar, sacar a las amigas, volver al mar, hacer varias inmersiones y sacar a Karla. Todo eso nos tomó 27 minutos y una persona se ahoga y muere en un minuto”, explicó.
“Karla Vargas es testigo de la mano de Dios, creo que ni ella supo realmente hasta que despertó. Ella hubiera muerto ahogada y nunca hubiera sabido qué pasó. En lo que tengo en mi vida y en mi carrera, nunca más he vuelto a ver algo así”.
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Una semana después del accidente, a Mar Chen le contaron que Karla estaba viva y que la estaban monitoreando en San José. Sus pulmones tenían un 70% de agua, un poco más y no hubiera podido contarnos su historia.
Amistad
Este no sólo fue el comienzo de una nueva vida para Karla, también fue el inicio de una amistad. Tres años después del rescate, se pusieron en contacto y a los pocos días se reencontraron.
“Era increíble, esa no fue la muchacha que yo saqué. No la reconocí. Nos vimos y nos abrazamos, fue muy emotivo”, recordó Mar Chen.
Ahora, 18 años después, lo que pudo haber sido un fatal accidente, se convirtió en una amistad que trasciende el tiempo y todos los años celebran la resurrección de Karla.
Milagros
Dicen que Dios obra de maneras misteriosas y la vida de Mar Chen pareciera encajar a la perfección con la frase. Para que él pudiera resucitar a Karla y a cientos de personas más, él mismo tuvo que vivir un milagro.
“Desde muy pequeño padecía de una condición en el corazón. Yo podía caminar 50 metros y después tenían que cargarme. El doctor le recomendó a mi mamá llevarme al mar para poder respirar el aire salado en las mañanas y todos los minerales que tiene la playa”, contó.
Junto a la fuerza de su madre y muchísima voluntad, Mar Chen logró salir adelante y superar su condición. Hoy, goza de la mejor salud posible.
No obstante, su trabajo también es un constante recordatorio de lo efímera que puede ser la vida. Un día las cosas están tranquilas y al siguiente, salva seis o siete personas, en especial en Semana Santa.
Y aunque él quisiera que todas las personas se salven, lastimosamente no es así. Resucitar personas conlleva un peso para el alma y su primera vez siempre va a ser un recordatorio de eso. Según contó fue a dos hermanos heredianos, una de 12 años y otro de 14 años, en playa Jacó.
“Me acuerdo que la mamá pegaba gritos: ‘por favor ayúdenos, salve a esos niños porque son los únicos que tenemos’. Comenzó a pedirle a Dios y rasgaba con sus manos la arena y el zacate y lloraba.
“Gritaba desesperadamente a Dios que por favor le ayudara, le agarró la piernita a la chiquita, le puso la mano y empezó a orar llorando”.
Pero él, en su interior, sabía que algo no andaba bien. A pesar de que resucitó a la niña y le devolvió el pulso, su hermano estaba muy dañado, prácticamente muerto.
“Yo no supe qué pasó con ellos hasta una semana después que me comentaron que habían fallecido en el hospital.
“Yo quedo afectado. Yo lo sufro solo, lo vivo solo, cuando llego a mi casa, cuando estoy durmiendo, cuando tengo pesadilla de esto. Siempre las voy a tener”.
Pero si hay algo que sabe es que Dios está ahí para él, es su roca, su forma de salir adelante. Tal vez este tipo de recuerdos nunca lo van a dejar, pero al menos sabe que tiene alguien con quién compartir ese dolor, un Dios que nunca lo va a abandonar y que le dio el don de la resurrección, porque sabe que es capaz de soportar el peso.