Tavito y Monchito son dos bomberos muy especiales, dedicados y con una misión especial: prevenir a los niños para que ninguno se queme en un incendio.
Estos dos muñequitos nacieron después de un incendio que marcó la vida de Gustavo Ramírez Villegas, sargento del Benemérito Cuerpo de Bomberos. Esa emergencia fue en el 2005 y, a partir de esa fecha, digamos que varios meses después, llegaron al país Tavito y Monchito, a los que compró por Internet.
“En el 2005 hubo un incendio en unas viviendas en barrio Luján. Fue un incendio grande y una mamá de tres hijos logró sacar a dos, pero a un tercero no, y cuando los bomberos lo sacaron estaba muy quemado, de hecho, fue considerado el niño más quemado de Centroamérica producto de un incendio.
“Como bombero eso me marcó. Tener ese doloroso récord de Centroamérica fue un golpe tremendo porque es algo que nadie quiere tener y menos en un niño. A partir de eso comenzó a aumentar mi preocupación por informar a los niños sobre cómo prevenir incendios y qué hacer en caso de uno”, explica Gustavo.
El sargento comenzó a pensar y pensar qué hacer y cómo hacerlo. Fue entendiendo que muchos niños le tienen miedo a los bomberos cuando tienen todo su equipo de protección, porque les cambia hasta la forma de hablar.
“Cuando uno ve cómo queda un ser humano tras fallecer en un incendio y que muchas veces se pudo salvar por pocos centímetros, comencé a entender que podía ayudar bastante desde la prevención. No cuando arranca el incendio sino antes de que arranque, y fue así como se me ocurrió la idea de comprar dos muñecos de ventrílocuo para llevar el mensaje preventivo a los niños”, asegura el bombero.
Ventrílocuos por amor
Una vez Tavito y Monchito llegaron a las manos de don Gustavo, comenzó la gran pregunta: ¿Cómo hacer para que los muñecos hablaran y quién lo haría? Sin pensarlo dos veces, el sargento dijo “yo” y tiempito después, el bombero especializado en incendios forestales Frank Guevara Vargas, también se apuntó. A Gustavo le tocó Monchito y a Frank, Tavito.
“Nada sabíamos de ventriloquia, pero consideramos que eso no era lo importante, sino el mensaje que los muñequitos podían transmitirle a los niños. Comencé a hacer una voz y entendí que la conexión con los niños es total, se identifican de inmediato con el muñeco.
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“Tavito y Monchito comenzaron a dar charlas y talleres de prevención de incendios y, la verdad, los niños le ponen atención total. A esos dos bomberitos les ha ido muy bien porque han sido protagonistas de la Caravana de Prevención que realizamos los bomberos para prevenir incendios en los hogares.
“También participamos en los días sin humo, ellos son padrinos del Hospital de Niños y han ido a trabajar al Museo de los Niños, siempre con los pequeños y concentrándose en prevenir incendios”, asegura Gustavo.
Recuerda Frank que al principio les costó tamaño poco agarrarle el teje y maneje al muñeco, pero poco a poco, a pura prueba y error, aprendieron algunas mañas que se ocupan para hacerlo frente al público de pequeñitos.
“A los niños les impacta un montón. No estamos hablando de dos ventrílocuos profesionales, por eso movemos los labios bastante, ese no es el objetivo. A los niños no les interesa que uno mueva la boca sino compartir con Tavito y Monchito.
“Como son los dos primeros muñecos bomberos, el asombro de los menores es enorme. Es que no es normal ver a dos muñecos vestidos de bomberos y eso les encanta, incluso le ponen más atención que a uno mismo. Es una imagen infantil y por eso se identifican”, comenta Guevara.
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Nació un bombero
Esta historia tiene otra cosa linda a resaltar, resulta que el que se consideró el niño más quemado de Centroamérica se llama Santos Bonilla Aragón y pasó de estar a las puertas de la muerte a convertirse en bombero.
El 7 de abril del año pasado, de la mano de nuestro compañero periodista Adrián Galeano, les presentamos a Santos en una nota titulada: “Incendio tuvo al joven a las puertas de la muerte, pero la venció para escribir una historia inspiradora”.
La nota explica que él es considerado un milagro viviente porque tuvo quemaduras en el 97% de su cuerpo. Él mismo nos contó que su caso fue tan grave que varios médicos le dijeron a la mamá (doña Lesbia Aragón) que las posibilidades de que sobreviviera eran mínimas.
“Incluso, en un cierto punto le dijeron a mi mamá que me desconectaran, pero ella no quiso y aquí estoy, viviendo gracias a ella y a Dios.
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“Estuve ocho meses en coma y ahí fue cuando le dijeron a mi mamá que me desconectara. Entre todos se recogió plata y luego me trasladaron a Estados Unidos para que me trataran, y como a los tres días de estar allá le avisaron a mi mamá que ya estaba bien, fuera de peligro, y me devolvieron para acá”, contó el sobreviviente.
Los bomberos que participaron de aquel incendio le salvaron la vida a la mamá y los hermanos de Santos y fue a partir de ahí que él se enamoró del oficio de bombero, gracias a su esfuerzo y dedicación es que actualmente trabaja en el Cuerpo de Bomberos en labores administrativas.