Salir a trabajar diariamente tras el volante de un carro tiene sus altibajos, pero son más las experiencias bonitas que ha vivido María Isabel Castro en estos cinco años compartiendo día a día con la gente como conductora de Uber.
Una de esas anécdotas que atesora es la que vivió con una señora muy educada y elegante de Cartago, que la saludó y le preguntó si podía orar por ella.
“Yo estaba pasando una situación emocional difícil y se puso a orar por mí como por 20 minutos y al final me dijo ‘el Señor le manda a decir que deje todas sus cargas en Él, que Él las va a cargar por usted’ y eso fue hace unos seis meses y hoy lo sigo aplicando, y ese día me ayudó un montón ese gesto porque la situación se pone tan difícil que uno entra en depresión y eso (lo que ella me dijo) fue un aliciente”, rememoró.
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También recuerda a una niña de cuatro años que, al subirse al carro, le comentó a su mamá que era una mujer que manejaba Uber y la mamá aprovechó para explicarle que las mujeres podían hacer cualquier trabajo.
En su inocencia, la niña siguió comentando que doña María Isabel no tenía aretes, a lo que aprovechó y le dijo a la niña que se los regalara, pero como un simple comentario, y la pequeña accedió y como al mes coincidieron de nuevo en un viaje y de inmediato la reconoció y le dijo a su mamá que era la misma señora y que no le habían comprado los aretes, recordó entre risas.