“Me preguntaba por qué, por qué a mí. Me sentía tan amargada y furiosa. Maldecía a los que me habían lastimado. Les deseaba la muerte. Yo quería que ellos sufrieran también. Pero yo sabía que no podía seguir viviendo así, tenía que cambiar mi corazón o moriría de odio.
“Por años busqué respuestas para poder encontrar la paz y poder seguir adelante. Un día en una biblioteca descubrí una Biblia y por fin encontré mis respuestas. A los 19 años decidí aceptar a Jesucristo en mi corazón como mi salvador personal en Vietnam. Mi conversión a Cristo sucedió en la Navidad de 1982″.
Así contó en Costa Rica la vietnamita Kim Phuc, cómo Dios la transformó y le arrancó de raíz 19 años de odio por las cicatrices físicas y sicológicas que le dejó la guerra entre Vietnam y Estados Unidos que duró 20 años (entre 1955 y 1975).
Ella hoy día es activista por la paz y sobreviviente de la guerra en Vietnam, el pasado 12 de abril presentó en Casa Amarilla, sede del ministerio de Relaciones Exteriores tico, la primera edición en español de su libro “La Ruta del Fuego”.
Kim tenía solo nueve añitos cuando la mayoría de su cuerpo fue quemado por el napalm, un químico gelatinoso que agarra fuego más rápido que la gasolina y se pega al cuerpo. El ejército estadounidense bombardeó con napalm la aldea donde vivía Kim con su familia.
Ella salió corriendo con unos primitos, gritando de dolor por las quemadas y desnuda porque el napalm le había quemado la ropa.
Un fotógrafo vietnamita de 19 años, Nick Ut, quien trabajaba para Asociación de Prensa de Estados Unidos (AP), le tomó una foto que se volvió mundialmente famosa mientras ella corría. Kim fue fotografiada el 8 de junio de 1972.
Un año después el fotógrafo, Ut, se ganó el premio más prestigioso del periodismo en Estados Unidos, el Pulitzer, por la foto que él llamó, “El terror de la guerra”, pero que el planeta entero bautizó como “la foto de la niña del napalm”.
“Recuerdo la primera vez que leí Lucas, capítulo 6, versículos 27 y 28, que dice: ‘Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan’.
“Fue muy difícil. Yo no sabía cómo amar a mi enemigo. Era imposible para mí. Pensaba, ¿cómo voy a perdonar si tengo tantas cicatrices? He pasado tanto dolor y ahora La Biblia me dice que tengo que ser una víctima de nuevo.
“Entonces me dije, ‘de ninguna manera’. Tuve que orar mucho y logré aprender que, para ser libre, tenía que aprender a perdonar. Los que me conocen saben que me encanta reír, que ya no tengo odios ni amarguras en mi corazón, eso es gracias a Dios porque aprendí a obedecerle. Con Dios en mi corazón pude perdonar a quienes casi me matan”, aseguró Kim.