Ana Montero tiene tres años y medio de ganarse la vida como chofer de Uber.
Ella encontró en esa plataforma la manera de obtener el sustento de su familia y a la vez la flexibilidad que ocupa en el horario para atender a su hijo Brandon, quien es autista y necesita muchos cuidados especiales.
La chofer cuenta que en estos años de trabajo ha acumulado muchas experiencias, algunas curiosas y otras bastante dolorosas, pero todas enriquecedoras.
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“En lo personal es muy gratificante, uno se vuelve como sicólogo, la gente te cuenta sus problemas. Tuve que aprender a leer a los clientes porque mientras algunos no quieren hablar, otros son muy comunicativos.
“Un día, durante un viaje, llamaron a una cliente y le dijeron que tenía cáncer. Ella se había subido al carro con la nieta e íbamos hablando de lo más bien cuando le sonó el teléfono y era el doctor. Cuando colgó me contó lo que había pasado, en ese momento no sabía ni qué decir, después de unos segundos le dije que tranquila, que todo iba a estar bien y traté de apoyarla todo lo que pude”.
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Esa es una de las anécdotas que más la han marcado porque sabe que la vida de esa señora cambió mientras viajaba en su carro.
“También me pasó una vez que una muchacha se montó al carro llorando un montón y cuando le pregunté qué le pasaba me dijo que era la primera vez que dejaba al bebé en la guardería.
“Varias veces me ha tocado llevar mujeres que tal vez se quieren divorciar y no se atreven a hacerlo porque sienten que no van a poder salir adelante solas y yo les digo que tranquilas, que sí se puede, les cuento mi historia porque soy el fiel ejemplo de que se puede salir adelante después de un divorcio”.