El chef Manuel Marroquín tomó el año pasado una decisión a la que le dio mucha cabeza. No fue sencillo y sintió temor de lo que podría pasar luego, pero se animó.
Lo que hizo fue renunciar al mejor trabajo que había tenido porque el corre corre en el que estaba ya casi no le permitiía ver a su familia, que es su tesoro más grande.
Manuel laboraba en el restaurante del exclusivo hotel Origins, en Upala, y le iba bien, pero el trajín le dejaba poco tiempo para disfrutarlo con sus hijos, Dereck y Nicolás y su esposa Marcela.
Decirle adiós a un trabajo estable nunca es sencillo, pero el chef pensó que valía la pena hacerlo. Claro, no era posible cruzarse de brazos, así que le entró a lo propio y ahora vende sushi a domicilio y de vez en cuando en un puesto que arma en la calle con su carro.
La recompensa no tardó en llegar: “Nunca había sido tan feliz como ahora”, dice.
“Me dio mucho miedo renunciar, pero no podía seguir así, el estrés era enorme y había días en los que hasta tenía que dormir en el hotel. Mi hijo de nueve años me pedía que renunciara, decía que yo nunca estaba en la casa, así que me decidí”, cuenta Manuel.
Una pasión
Los pasos de Manuel en el mundo de la cocina empezaron cuando era adolescente y comenzó a cocinar lasagna en su casa. Un día la mamá le preguntó por qué no estudiaba para ser cocinero y él lo tomó en serio.
En el 2007 ya estaba trabajando en un restaurante de comida japonesa en San José y en el 2008 se metió al INA para empezar la carrera de chef.
Se le fueron abriendo puertas en muchos lugares y en cada uno aprendió cuanto pudo.
“En una práctica supervisada de la carrera conocí a Marcela, nos enamoramos y terminamos de estudiar juntos. En el 2011 me gradué como chef. Mi esposa y yo queríamos irnos para Guanacaste porque allá, por el turismo, uno puede conseguir mejores trabajos que en San José, así que me dieron la oportunidad de irme a trabajar una temporada a un hotel en Punta Islita”.
En el 2013 Manuel se fue para Guanacaste, primero solo y poco después lo siguieron su esposa y sus hijos. Más adelante la familia decidió quedarse en la bella tierra norteña.
Muchos sacrificios
Alquilaron una casa en Nosara y Manuel viajaba todos los días unos 45 kilómetros en moto entre el trabajo y la casa. Luego, en busca de más comodidad, se pasaron más cerca del hotel.
“Mi esposa trabajó en algunos momentos conmigo en el hotel, pero después tuve un problema por el pago de unas horas extras y decidí renunciar. Poco después logré conseguir trabajo en el JW Marriot, en el que trabajé con un filipino y también aprendí mucho, sobre todo de cocina oriental”, explica.
En el 2015 le ofrecieron ir a trabajar a Las Catalinas, en Guanacaste, como chef de un restaurante.
“Mi esposa quería ser profesora de gastronomía en el INA y estuvo metiendo papeles y haciendo pruebas y en el 2016 lo logró, la contrataron en el INA de Upala”, detalla Manuel.
Para ese momento la familia vivía en Cañas, Guanacaste. Manuel estuvo desempleado un tiempo pero luego lo contrataron en un hotel en Tamarindo; la situación económica no siempre fue la mejor, el chef incluso estuvo viviendo tres meses en una tienda de campaña porque no tenía cómo pagar un alquiler solo para él, ya que pagaba el de la casa en la que vivían su esposa y sus hijos.
Los constantes movimientos laborales hicieron que Manuel y su familia se tuvieran que pasar de casa un montón de veces, pero por dicha los puestos que conseguía eran cada vez mejores.
“Un tiempo estuve trabajando en el hotel Tenorio Lodge, en Bijagua (Upala), como mi esposa trabajaba en Upala nos fuimos a vivir a Bijagua para que nos quedara más cerca el trabajo a los dos. Estuvimos ahí como dos años y renuncié por una hernia que se me hizo en la espalda.
Al hotel Origins, del que renunció en diciembre pasado, llegó en el 2019 como subchef.
“El lugar es de unos franceses y la calidad de la comida es increíble. En el 2020 tuvieron que cerrar un tiempo por la pandemia y en agosto me llamaron por la reapertura y acepté, esa vez me contrataron como chef encargado de la cocina del restaurante”, contó.
La mejor decisión
Aunque Manuel disfrutaba el reto de tener que hacer todos los días un menú diferente y exclusivo, la carga de trabajo empezó a pasar la factura y cada vez que llegaba a su casa era solo a descansar, ya prácticamente ni compartía con la familia.
“A finales del año pasado se hizo necesario que contrataran más personal porque empezaron a llegar al hotel turistas nacionales y el cansancio que yo sentía era tal que hablé con los dueños y les dije que ya no podía más, que lo mejor era que buscaran un reemplazo y trajeron a un chef francés”.
Con los aires de la Navidad ya más que cercanos, Manuel empezó a andar un camino nuevo.
“Por ahí el veinte de diciembre dejé mi trabajo y con mucha ilusión me vine a mi casa y armé mi propio negocio de sushi. Acondicioné la parte de atrás de la casa para preparar los alimentos y con la liquidación fui a comprar arroz, vinagre, algas, atún, camarón, todo lo que necesitaba para empezar”.
Al principio hacía rollos de sushi y se iba con su carro y estacionaba cerca de unos condominios en Cañas No llegaban mucho clientes que digamos, pero conforme pasaron los días y la gente fue probando su comida fue vendiendo más.
Algo que le dio un enorme empujón fue que un día un hombre paró a comprarle, le tomó unas fotos, las subió a Facebook y las imágenes se hicieron virales.
“A veces me voy en la noche y en dos horas vendo veinte rollos de sushi y con eso hago ¢200 mil. También hago entregas a domicilio. Tengo una página en Facebook que se llama Cocina japonesa Amai Suppai , ahí pueden ver mis productos.
“Hace poco me llamaron de una universidad en Puntarenas para preguntarme si estaba interesado en dar clases y dije que sí, así que pronto empezaré como profesor. Era algo que quería hacer desde hacía tiempo”.
Manuel se está esforzando mucho, se capacita en el INA en emprendedurismo (es decir, cómo echar a andar negocios propios), en Excel y en otras materias. Su sueño es tener un restaurante.
“Me costó mucho dar el paso (para renunciar), pero me ha ido muy bien y eso me hace ilusionarme. Pienso ahorrar todo lo que pueda para poner mi propio local aquí, en Cañas, donde estamos viviendo de nuevo, es el lugar de Guanacaste que más nos gusta. Dios ha sido muy bueno conmigo y estoy muy agradecido por eso”.