Una manada, aunque la palabra correcta es una piara, de 125 chanchitos se pasea por Hatillo con el fin de ayudar a mejorar la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, la que está por la clínica Solón Núñez.
Los animalitos gruñen apuntadísimos con la iniciativa del padre Erick Quesada quien les consiguió familias que los engordaran. El cura los recogió en una fábrica en Santa Ana, donde se subieron al carro rapidito sin chillar. Son hermanitos de uno que el padre recibió de manos de Blanca Quesada, su tía, hace seis meses, cuando se ordenó.
“Yo vengo del campo y nunca tuve un chancho, ni de verdad o mentiras, pero esa vez mi tía me regaló uno lleno de plata, que me ayudó con los gastos de la ordenación”, contó el padre, que es puriscaleño de pura cepa.
Esta buena causa le prendió el bombillo y se la propuso al padre Fernando Hernández, quién es el párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.
Proyecto en familia.
Fue así como los religiosos encontraron una ingeniosa forma de motivar a los fieles a ayudar a recoger plata. Las personas se entusiasmaron tanto que se animaron a usar a los sacerdotes como modelos para ponerles sus características a los chanchitos.
Otra familia no pudo decidirse por uno de los religiosos y en un mismo cerdito se la jugaron para tener a los dos padres.
Hasta hicieron un chanchito confesor, con todo y la estola morada, apenas para llamar la atención a quienes tienen rato de no reconciliarse con el Señor.
Doña Carmen Porras fue una de las que se apuntó a decorar estos cerditos religiosos. La vecina de Hatillo 6 asegura que se inspiró en la dedicación y cariño que tiene el padre Fernando por la comunidad.
“Cuando el padre va a correr al gimnasio BN Arena, en Hatillo 2, no solo va a correr, sino que aprovecha para hablar con las personas.
“Antes de que los padrecitos llegaran poca gente se acercaba a la iglesia, pero gracias al trabajo que hacen nos sentimos felices, entonces, ¿cómo no inspirarse con él?”, comentó doña Carmen.
El padre Fernando y el padre Erick han hecho buena yunta, porque cuando el mayor estaba en Santiago de Puriscal, el más joven apenas estaba en la pancita de su mamá, quien le puso Erick a su hijo en honor al segundo nombre del sacerdote Hernández.
Sin chanchullo.
A cada animalito le pusieron un número y lo ligaron a un certificado de autenticidad, para garantizar que nadie haga chanchullo y fueron muy claros en que cualquier ayuda se debía pedir en familia.
Hasta el miércoles 30 de mayo habían regresado 77 cerdos de los 125 que se entregaron un mes atrás. Hay tiempo para que los cerditos regresen a la iglesia hasta el próximo domingo 3 de junio y los más gorditos compiten por jugosos premios.
El Chavo del Ocho, el Hombre Araña, una campesina tica y el chanchito confesor están en la pelea por quedarse con los ¢50 mil del primer premio.
La platica se pagará al chancho que esté más llenito, el segundo más pesado se quedará con ¢25.000 y el tercer lugar se ganará una orden de chicharrones de la soda Qué Padre, para 10 personas.
Linda exposición.
El conteo de los que ya volvieron empezó y esperan que para el domingo 3 de junio todos estén con sus mejores galas para que los devotos admiren las obras de arte que cada familia se apuntó a hacer.
“A los chanchitos se les sacará el dinero y se hará la exposición para elegir el más bonito, aunque no hay ninguno feo”, comentó el padre Erick.
El religioso aseguró que la plata se sacará antes para evitar que un amigo de lo ajeno se los lleve durante la exposición y que una vez que termine el concurso cada familia los tenga en su casa.
Eso sí, para no romperlos, como es la tradición, les harán un huequito por el rabo y de esta forma los van a rescatar para que nadie se los coma.