Marcela Campos fue diagnosticada con cáncer de mama hace 11 años y logró superarlo, pero al mismo tiempo nació en ella el deseo de ayudar a otras mujeres que pasan por lo que ella vivió y hoy es la presidenta de la Fundación Mujeres en Rosa (Fundamuro).
Gracias a la labor de Campos se logró darle forma a la Casa Oncológica Fundamuro (Casa Rosa), la cual se inauguró el 16 de noviembre con el apoyo de la municipalidad de Heredia. Ofrece a las pacientes y sus familias, además de cariño, rehabilitación, fisioterapia, capacitación y apoyo sicológico.
El objetivo es tener listo el albergue en diciembre, faltan los muebles y unos detalles en el baño para adaptarlo a las exigencias de la Ley 7600 para personas con discapacidad.
Una vez listo, recibirán 14 pacientes con sus acompañantes, que serán remitidas por los oncólogos del hospital San Vicente de Paul y las trabajadoras sociales.
La Casa Rosa, que está de la entrada de emergencias del hospital San Vicente de Paul, 125 metros norte y 25 metros oeste, también trabajará en temas como detección y prevención del cáncer, autocuidado, autoexamen y sanos estilos de vida.
Campos se encuentra muy feliz de ver realizado un sueño, el cual le permitirá alivianar la carga a unas 100 mujeres, cada año, que viven lejos de Heredia, en Sarapiquí o Puerto Viejo, pero deben ser atendidas en el centro médico florense.
Campos sabe de la necesidad de no desplazarse mucho y descansar lo más que se pueda.
“Ahorita tenemos una señora hospedada en Heredia porque ella debe recibir la quimioterapia cinco días seguidos y es de Sarapiquí. Cuando llegó venía con muchas ganas de vomitar, la trajeron en la ambulancia del hospital México y llegó directamente a acostarse, pero si ella no es acogida aquí tendría que irse hasta Río Frío donde vive y regresar al día siguiente para estar a las 6 a.m. y recibir su tratamiento y así toda la semana. No creo que exista un cuerpo humano que se capaz de aguantar solo el trayecto”, detalla Campos
Una paciente con cáncer tiene sus defensas bajas y viajar en el transporte público la expone demasiado.
“Los tratamientos no se pueden cortar, mientras el cáncer esté activo, puede hacer cualquier cosa, y esos son los momentos para dejar a las personas libres de la enfermedad”, destacó Campos.
La fundación también le ayudó a una señora que fue mastectomizada y que debía caminar varios kilómetros para llegar a su casa.
“Le pregunté de casualidad en qué parte vivía de Puerto Viejo de Sarapiquí y me dijo que de donde la dejaba el bus debía caminar seis kilómetros y casi me da algo, porque el día que me operaron a mí de lo mismo, sentí que me iba a morir y no podía caminar, no tenía fuerzas. Esta casa viene a darles calidad de vida, tiempo y bienestar”, enfatizó Campos.
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Ellas y acompañante
Campos, quien es educadora, enfrentó su batalla a los 44 años. Se empezó a sentir deprimida y cansada, pero fue un camino largo para llegar al diagnóstico porque el tipo de cáncer de mama que le dio no sale en los ultrasonidos ni mamografías, solo se detecta mediante una biopsia.
Cuando lo detectaron, el cáncer ya medía 7,5 centímetros, razón por la cual le quitaron el seno y parte de su pecho para quitar el tumor por completo.
En esos años, las pacientes debían enfrentar largas esperas para conocer los resultados, lo que hacía que se atrasaran los tratamientos contra una enfermedad en que la detección temprana es primordial.
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Campos recibió ocho sesiones de quimioterapia durante cuatro meses y el 25 de enero del 2011 la operaron. Luego recibió 25 sesiones de radioterapia, por lo que sabe cómo terminan las pacientes después de ese procedimiento y la importancia de no tener que preocuparse por regresar a sus casas.
“Desde el momento que ya empieza la aplicación de la quimioterapia, se sienten los síntomas, el salón es muy frío y uno pasa muchas horas, hasta seis recibiendo el tratamiento. Uno siente que le quiere explotar la cabeza. Solo recuerdo que solo deseaba subirme a un carro al salir e irme rápido para tomarme una sopa y acostarme porque ya a partir de ahí empezaban las náuseas y las diarreas”, contó Campos, quien sabe lo sufren esas pacientes a las que hoy les tiende la mano.