Pablo Campos Jiménez es un cartaginés que vivió tres años de terror.
El viernes pasado acabó con un matrimonio de 10 años al firmar el divorcio y se sintió el hombre más feliz del mundo, porque recuperó la paz.
Él contó a La Teja que hace tres años, cuando empezó los trámites del divorcio, jamás se imaginó lo que se le vendría encima.
Pablo trabaja como técnico en el Tecnológico de Costa Rica y relató que durante su divorcio vivió tanto estrés que se vio afectada su vida laboral y hasta su salud.
“Nadie se casa pensando que se va a divorciar, pero en ocasiones el matrimonio toma rumbos que no son sanos, menos para los hijos y en esas ocasiones lo mejor es que cada quien siga por su lado”, expresó.
Mientras estuvo casado, Pablo tuvo dos hijos, una niña que ahorita tiene 10 años y un varoncito de siete, ellos son su gran amor y por ellos es que quería que todo esto terminara de la mejor manera.
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“El proceso de divorcio es tedioso y dura mucho en el Juzgado, a veces pasan meses sin que haya avances y eso es muy desgastante, porque son cosas que uno necesita resolver rápido.
“En mi caso había situaciones que me angustiaban, como la pensión que me pusieron, era de ¢200 mil y eso era más del dinero que me quedaba libre de mi salario, porque también pago ¢345 mil del préstamo de la casa en la que viven mis hijos. Aunque uno presente pruebas con papeles y todo, los trámites se alargan y mientras tanto uno tiene que sufrir y ver cómo hace”, manifestó.
Trabajos extra
A Pablo no le quedó más remedio que ver cómo generaba plata extra para poder ajustar lo de la pensión y así no ir a dar a la cárcel.
“Además de su trabajo, también laboró como asistente y se puso a dar clases de física y de matemáticas para reunir la plata de la pensión. La pandemia complicó todo, pero aún así el empunchado papá logró salir adelante.
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“No había un acuerdo claro sobre las visitas a mis hijos, necesitaba que un juez delimitara eso y esa era otra de las cosas que más me ponía a pensar, el no saber si iba a poder pasar con ellos las vacaciones, celebraciones importantes y otros momentos especiales que todo papá desea vivir con sus hijos, eso afecta mucho a nivel mental”, contó.
Al cartaginés le dolía el corazón cada vez que sus hijos le decían que querían pasar más tiempo con él o que hacía mucho no los llevaba a pasear, porque él sabía que el régimen de visitas y la economía que tenía no le permitían compartir con sus hijos como él quería.
“Son tantas preocupaciones las que vive uno y se siente una impotencia tan grande de saber que no hay más opción que esperar, que empiezan a llegar afectaciones.
“Ya uno no rinde igual en el trabajo, llegan las enfermedades, subí mucho de peso por la ansiedad que sufría a diario, en las noches no podía dormir, en realidad pasé tres años que no le deseo a nadie, por eso ahora celebro que recuperé mi vida”.
Quedó contento
Pablo quedó satisfecho con los acuerdos logrados en el divorcio y espera que a partir de ahora todo sea distinto.
“El juez dijo en la audiencia que se veía que estaba buscando el bienestar de mis hijos. Me comprometí a seguir pagando la casa en la que ellos viven, que era mi prioridad, ya está a nombre de ellos, así que me llega a pasar algo, sé que ellos van quedar seguros ahí.
“Me rebajó la pensión y eso es un gran logro, porque así voy a poder salir más con mis chiquitos. También quedé bastante satisfecho con el tema de las visitas, todo eso hizo que me sintiera de nuevo con el control de mi vida”.
El recién divorciado dice que espera que su testimonio ayude a otras personas, que están viviendo divorcios complicados o largos y vean que si puede haber un resultado positivo de un proceso tan desgastante.