Con una guitarra, un disco publicado y su vida destrozada, así llegó a Costa Rica en 2018 la cantautora nicaragüense Ceshia Ubau Molina, poquito después de que el 18 de abril de ese año reventara una revuelta social contra la dictadura de Daniel Ortega.
A Ceshia la conocimos el 19 de mayo cuando fue invitada a cantar cuando la Universidad Nacional (UNA) le entregó el título de doctor honoris causa al escritor nicaragüense, Sergio Ramírez Mercado.
La entrevistamos el 15 de julio. La encontramos alegre, como siempre, sonriente y sin apearse la mascarilla porque recién estaba superando, por primera vez, al covid-19.
“No me afectó mucho, pero me tumbó, estuve una semana en cama. Todavía estoy recuperándome de las secuelas porque me quedaron unos mareos tremendos”, explicó.
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Nació el 30 de octubre de 1997 en el departamento Las Brisas de Managua.
“Mi mamá, y yo también, estamos convencidas que nací música. Soy prematura, nací a los 6 meses. El doctor le dijo a mi mamá que me pusiera música clásica para que me ayudara a estimular el sistema nervioso y eso fue lo que me enamoró de la música”, aseguró.
Rumbo a Upala
Después de los disturbios sociales que arrancaron en Nicaragua el 18 de abril del 2018, Ceshia y su familia tomaron la decisión de que ella se viniera para Costa Rica, a Upala, a esperar que se compusiera todo.
Como una gran mayoría de nicaragüenses que se vinieron por esos días, creyó que era un asunto de tres meses y regresaría a su amada Managua. Por eso, alistó un par de maletas, su guitarra y su primer disco publicado que se llama “Con los ojos del alma”.
“Desde antes del 18 de abril del 2018 yo estaba viviendo mi propia revolución, mi propia guerra interna. Los problemas sociales me encontraron deprimida y con una fuerte atención sicológica, no le encontraba sentido a la vida y eso es tremendo porque cuando uno no le encuentra sentido a la vida y entra en depresión, piensa hasta en la muerte.
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“De cierta forma puedo decir que la revolución de mi pueblo fue el mejor bálsamo que pude encontrar. Ver a mis hermanos luchando unidos me devolvió un motivo para vivir, me recargó de fuerzas y me sacó de la depresión. Yo dije, ‘no me voy a morir, voy a salir de esto porque yo tengo que estar viva para cuando estos dos caigan (Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo), yo tengo que verlo, vivirlo, disfrutarlo’”, reconoció la cantautora.
Gran lección
La revolución social también le dejó otra lección porque es de una generación (tiene 24 años) que ella sentía era superficial, concentrada solo en la tecnología y sin importarle más allá de sí mismos; sin embargo, al ser los jóvenes los que tomaron la bandera de la revolución, se alegró de los suyos y su lucha… pero sí le quedó muy claro que ella no podía ser un soldado más.
“El 2018 no fue mi momento de luchar, no podía, repito, estaba en guerra, pero interna entonces no podía luchar por nada ni nadie porque ni siquiera podía luchar por mí.
“Poco a poco me fui reencontrando conmigo misma, entendiendo qué me pasaba y entendiendo que con mi música podía también pelear, esa sería mi trinchera, cantar para hacer entender que el gran problema nacional de Nicaragua nace en el puro corazón de los pequeños problemas nuestros como personas, como familia, como departamento, como sociedad”, aseguró.
Se concentró en construir música que a su vez sirviera para construir esperanzas, pero no esperanzas sin fundamento sino aquellos anhelos que son más fuertes porque se construyen desde adentro de cara ser.
“Las heridas que cargamos se reflejan en los grandes problemas sociales. Debemos sanar”, advirtió.
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Sí estuvo en un par de protestas entre 2018 y 2019 aquí en Costa Rica, de hecho hasta cantó en el barrio La California, frente a la embajada de Nicaragua, el que ya es un himno nicaragüense: “Nicaragua, Nicaragüita” de su coterráneo Carlos Mejía Godoy con su grupo, Los de Palacagüina.
“Mi arma en esta revolución nicaragüense es la guitarra. Se puede decir que soy una activista que lucha por la salud mental de su pueblo con la música como bandera. Lucho porque cada nicaragüense encuentre en cada obstáculo que vive como exiliado la potencia que necesita para reconstruirse y triunfar en la vida”, dice con gran esperanza.
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En Tiquicia la cantante ya publicó su segundo disco, “Luz” que tiene 10 canciones y lo lanzó el 12 de marzo. “En Costa Rica aprendí a conocerme a convivir conmigo. Encontré muchos espacios y motivaciones para cantar, componer y escribir.
“A mis hermanos nicaragüenses aquí, les digo que dentro de sí mismos están las fuerzas que ocupan para crecer. Sí se puede. Hay que ser resilientes”, aconseja.