Natalia Vargas es una mujer de 34 años a la que le diagnosticaron cáncer desde que tenía 27 años.
Durante estos siete años ha tenido que afrontar una lucha constante contra la enfermedad que se le manifestó primeramente en su seno derecho.
Pese a todos los esfuerzos médicos y personales de Natalia, el cáncer se le ha extendido a distintas partes del cuerpo y no han logrado eliminarlo.
Una mañana, mientras se bañaba, se detectó una costrita en el pezón y donde se la quitó, explotó y empezó a botar mucha sangre, lo que la preocupó, pero como estaba cerca de las fechas para ir a hacerse el papanicolau periódico, aprovechó para comentarle a la doctora.
Antes de esa experiencia en el baño, había notado unas manchitas de sangre en la sábana, pero del lado de su esposo y pensó que se le había reventado una espinilla a él, aunque luego lo asoció con lo vivido en la ducha.
“Así comencé con el procedimiento de exámenes y me decían que era una mastitis (infección en el pecho), por lo que me mandaron antibióticos y cada vez se me inflamaba más el seno, al punto que era como ver una sandía y una naranja a la par. No podía ni ponerme la blusa o el brasier”, dijo la vecina de La Trinidad de Moravia.
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En el ebáis le dieron cita para hacerse un ultrasonido para dentro de cuatro años, pese a que sabían que su caso era una emergencia.
“Caí en emergencias del Calderón Guardia, me vieron y me dijeron que no me podían atender en ginecología, porque se enfocaban en embarazadas, por lo que me refirieron directamente a la clínica de mamas”, explicó la madre de dos hijas de 15 y 10 años.
¡Hasta que al fin!
Hasta ese momento empezó a ver la luz, pues en la clínica de mamas la atendieron, le pidieron que se quitara la blusa y cuando la doctora la vio, hasta que se puso pálida, llamó a otros médicos y le mandaron a hacer la biopsia. Los resultados salieron negativos.
“Me mandaron a hacer el ultrasonido y salen como unas bolsitas de agua para las que me metieron unas agujas para tratar de explotarlas, pero no pudieron y me dijeron que no sabían qué era lo que tenía. En la tercer biopsia me quitaron un pedazo de la aureola del pezón y también salió negativo y fue hasta la cuarta o quinta que salió que sí tenía un cáncer inflamatorio estado 4″, recordó la valiente mujer.
Inició el tratamiento con las quimioterapias más fuertes y no le hicieron nada, por lo que se lo cambiaron y empezó a desinflamarse el pecho, que era lo que impedía que la operaran.
“Me operan, llevo radioterapia en el pecho y en media recuperación, menos de un mes de la cirugía, se me volvió a formar el cáncer encima de la cicatriz. Se me quita de ahí, todo iba bien, me dan de alta y empiezo a tener vértigo y me hago la loca justificando que era que seguro estaba mareada, hasta que ya no podía caminar sola, porque pegaba en todas las paredes y me fui a buscar al doctor que me había operado, porque la visión doble y los mareos no eran buenas señales, pero ya no tenía médico, porque había renunciado”, explicó Natalia.
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La nueva doctora le manda a hacer un TAC de emergencia y descubren que tiene de cinco a seis masas en la cabeza y la refieren a quimioterapia, donde le dicen que no había cura para ello y que le mandan un tratamiento que la CCSS se lo iba a negar por ser muy caro, pero gracias a un recurso de amparo que ganó, se lo dieron.
“Mi diagnóstico era que yo ya me iba a morir, pero por mi juventud me mandaron un medicamento (biológico) para alargarme el tiempo de vida y conforme fue pasando el tiempo, se iba reduciendo la metástasis y por un milagro de Dios se me quitaron las masas de la cabeza”, recordó conmovida la mujer.
Le mandaron un nuevo TAC de control para ver si le daban de alta, pero el cáncer se desplazó ahora a la columna vertebral y está abarcando siete vértebras, por lo que debe empezar nuevamente con la quimioterapia en pastilla y dos inyecciones.
“Este bandido (cáncer), lo incomodan de un lado y se acomoda en otro”, dijo Naty.
Efecto secundario
Como efecto secundario al medicamento con el que le trataron los tumores en la cabeza, desarrolló artritis reumatoide, por lo que está también con tratamiento por esta enfermedad.
Esta situación ha afectado no solo su salud, sino la economía familiar, porque por esa misma artritis no puede trabajar de los dolores. No se puede ni levantar o sus manos amanecen tiesas. Incluso, a veces no puede ni masticar porque le da el dolor en la mandíbula.
“A veces no tengo ni los pases para ir a las citas médicas y cuando tengo, viajar en bus por la artritis, no tengo ni dónde agarrarme. Por la cirugía del cáncer de mama no puedo estar mucho rato con el brazo levantado y la gente como me ve tan pochotona y tan bien, no se inmaginan que soy paciente oncológica y muy pocas veces me dan campo”, amplió la luchadora.
Otras situaciones que muchas veces no son percibidas por quienes no han afrontado la enfermedad o alguien cercano a ellos, es que si se sienten mal, deben comprar algún medicamento adicional para aliviar sus malestares o, incluso, ver cómo hace para dejar a sus hijas al cuidado de alguien.
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“Hay quincenas en que el salario de mi esposo baja y se debe elegir entre comprar el diario, o los pases para ir a las citas. Uno como adulto aguanta, pero no se le puede decir a los hijos que no hay comida. Tengo citas en tres departamentos: reumatología, paliativos, y laboratorio y todas son en días distintos y si me siento mal, debo ir a emergencias y por ende otro gasto”, compartió.
Si usted desea tenderle la mano a esta familia, puede hacer un SINPE al 7064-9219 a nombre de Abigail Kesler Vargas.