Quería saber cómo era viajar en un bus eléctrico y este miércoles me monté en uno para sacarme el clavo.
Llegué a las 10:10 de la mañana al costado oeste de la plaza de San Rafael Arriba de Desamparados y de inmediato vi uno de los chunches nuevos que donó Alemania a Tiquicia. Era imposible que no sobresaliera de entre los más viejitos pintados de azul, celeste y blanco y con rayas a los lados, ya que este es supercolorido, con lindos diseños de flores, mariposas, árboles y figuras geométricas.
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Pagué los ¢305 que cuesta el pasaje y me senté en el primer asiento, del lado derecho que por cierto está apenas para la gente que no es muy sociable porque está solito, así están colocados todos los asientos en la parte delantera del bus, pero la otra mitad sí tiene asientos en parejas como es común.
Cuando el bus se movió me sorprendí porque hubiera jurado que el motor estaba apagado, ni se escucha, así que no parece león con carraspera. Le puse atención al chofer y parecía que iba manejando un carro chocón grandote, porque como es automático solo debe meter el gas, el freno y mover el volante.
Los primeros 800 metros el conductor ni aceleró, el bus avanzó y agarró velocidad solito porque iba en bajada.
Me hizo gracia que muchas de las personas en la calle lo volvían a ver con curiosidad, unos quizá por su novedoso diseño y otros porque estaban en todas y sabían que los chunches ya estaban trabajando.
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Muy útil
Al pegarle una buena ojeada al bus me llamó la atención que tiene wifi y un Internet muy rápido, pero íbamos poquitas personas, así que será ver cómo se comporta cuando vaya repleto.
Además, el chunche tiene cargadores, así que uno puede viajar mientras recarga el celu, la compu, la tableta o cualquier cosa que tenga conector USB.
Como todo lo nuevo gusta, dos señoras que se subieron al bus no se aguantaron las ganas y le dijeron al chofer que el chuzo estaba bien bonito y que ahora sí daba gusto viajar.
En este bus se viaja como en una nube, ya que cada vez que hacía una parada o un alto no se sentía ningún tipo de vibración.
Durante el recorrido, Luis Solano, el chofer del bus, me confesó que él no se cansa tanto al manejarlo y que los pasajeros están como locos con la nave.
“Como es automático uno no se cansa tanto, además, el asiento es cómodo, así que no me quejo. Todos mis compañeros me pasan preguntado cómo se porta el bus nuevo y yo les dijo que es una maravilla.
“El bus se cargó en la noche, así que hoy (miércoles) a las 5:20 de la mañana llegué a recogerlo y estaba al cien por ciento. Ahorita estoy en mi cuarta carrera y la carga está en un 85,9%, porque cuando freno el bus regenera la energía y puede subir la carga a poquitos”, contó.
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Luis, quien tiene cuatro años de trabajar como chofer de bus, dice que manejar este bus significa una gran responsabilidad porque no pertenece a la empresa, ya que este forma parte de un plan piloto del Gobierno.
“Un día de estos una señora me preguntó por qué iba tan despacio y yo le dije que lo que no es de uno hay que cuidarlo el doble. Además, las calles de este país no son para andar rápido, menos con las presas”, contó.
Amigable y simple
Antitos de llegar al parque de la Paz un joven en silla de ruedas le hizo la señal de parada y Luis se detuvo, se bajó y fue a la puerta trasera para abrir la rampa, la cual tiene un sistema muy sencillo, sin botones y muy efectivo.
“Sabía que estos buses están en la ruta y hoy quise esperar uno para ver qué tal lo de la rampa y me gustó porque no hay que estar apretando botones, sino que rapidito lo suben a uno, es bueno ver que van mejorando ese tipo de cosas para las personas que tenemos alguna discapacidad”, dijo Jader Jarquín.
A las 10:50 de la mañana llegamos al centro de San José y luego de cargar los pasajeros que estaban esperando a un costado de la plaza de las Garantías Sociales empezamos el viaje de regreso a San Rafael Arriba.
Aunque afuera hacía un buen sol, por dentro el calor no era tan intenso como en otros chunches de gasolina o diésel que calientan mucho el motor.
Aracely Guevara, una de las usuarias que se subió al bus para viajar hacia Desamparados, me dijo que la tomó por sorpresa el chunche nuevo.
“Siento que es mucho más silencioso que un bus normal y que no se mueve tanto, además, es bueno saber que no contamina. Creo que las empresas deberían colaborar más con el ambiente comprando este tipo de buses”, expresó.
El regreso fue tranquilo y la nave nunca dejó de llamar la atención. Cuando íbamos por el parque de Desamparados se escuchó un grito que decía: “¡mire, ahí va el eléctrico!” y Luis sonrío todo orgulloso.
Al llegar a la última parada le pregunté al chofer cuánta carga se había gastado durante los 20 kilómetros que recorrimos y me dijo que tan solo un 4.4%, es decir, le quedaba todavía un 81.5%.