Kevin Ulloa Angulo es un josefino pulseador que ahora vive en Upala con su familia.
Supimos de él en diciembre del 2021, cuando salió desesperado a la calle con unos rótulos en los cuales solicitaba trabajo o algo de comer.
Mucha gente le ayudó y hasta consiguió trabajo, pero a los quince días lo despidieron y ahora de nuevo busca empleo.
La historia de Kevin, al menos la que conocimos por medio de las redes sociales, empezó el 1 de diciembre del año y la impulsó una foto que le tomaron cuando estaba con sus dos hijos y tres rótulos pidiendo ayuda. Su caso corrió por Facebook, Twitter y WhatsApp.
Antes de eso ya la emergencia sanitaria lo había golpeado.
“La pandemia me dejó sin trabajo en San José el año pasado, fue entonces cuando me apareció la oportunidad de trabajar en Upala como despachador de mercadería en un supermercado. Siendo de Guadalupe, mi esposa y yo lo pensamos mucho (para trasladarse), pero por ser un buen trabajito decidimos venirnos para Upala”, explica.
“En ese trabajo solo duré ocho meses, porque como el covid-19 ha golpeado duro a Upala, las ventas del supermercado bajaron y me dijeron que tenían que despedirme. Fue así como arrancó la crisis”, cuenta.
Refri vacía
Recuerda Kevin que el 1 de diciembre del 2021 sus dos hijos abrieron la refrigeradora buscando comida porque tenían hambre y no había nada.
En toda la casa solo contaban con media bolsa de arroz, por eso, muy desesperado, agarró tres cartulinas e hizo igual número de rótulos: “No tenemos comida en casa, necesitamos su ayuda”, decía uno; “Necesito trabajo, tengo licencia A2, B1 y B2″, el segundo; “Tenemos niños pequeños 6294-0306″, se leía en el tercero.
“Con la plata que me dieron del despido (en el súper) pagué por adelantado dos meses de la casa, compré comida, porque sabía lo que se podía venir, sin embargo, todo se acaba. Ese primero de diciembre salí con tremenda desesperación”, detalla.
Cuando estaba a un lado de la carretera, con las cartulinas, pasó esto: “Recuerdo que una muchacha se bajó de un carro y me pidió permiso para tomarme una foto y ponerla en un grupo de WhatsApp. Eso fue todo, a partir de ahí mi foto se hizo viral y las ayudas comenzaron a llegar”.
Kevin jamás imaginó la buena reacción de la gente.
Dice que la difusión de su imagen con las cartulinas hizo que le dieran mucha comida y hasta plata. No dejaba de parar gente donde él estaba con los rótulos y le daban bolsas de arroz, bolsas de frijoles, macarrones, aceite, manteca. Las bendiciones llovieron.
Saber compartir
No se le olvida que un trailero paró su carrote y le dio dos enteros de arroz cantonés y 20 mil colones. Eso lo recuerda para no reafirmar que los traileros siempre están dispuestos a colaborar porque no fue el único camionero que le ayudó.
“Cuando llegué a mi casa con tanta comida y al otro día también seguían dándome, no olvidé que conocía familias que también estaban pasando una dura crisis, así que me fui con mucha de la comida que recibí a compartirla, incluso dinero.
“Uno no puede recibir bendiciones y guardarlas, hay que compartir porque todos pasamos por momentos muy difíciles, por eso, sin pensarlo dos veces, hice varias bolsas con comida y me fui con mi esposa a tocar puertas”, detalló.
A esas alturas diciembre pintaba muy distinto. Lo llamó mucha gente ofreciéndole trabajo, que se fuera para Limón, para Puntarenas, para Pérez Zeledón, entre otras zonas; sin embargo, un conocido de Upala le ofreció un trabajo, le dijo que ya no buscara más. En resumen: la vida se le arregló a Kevin en un dos por tres.
Ese trabajo nuevo era un aserradero, de lo cual Kevin no sabe mucho, sin embargo, llegó valiente el primer día y con todas las ganas del mundo por aprender.
“Estaba ilusionado, luchando por aprender y por fin tener ese trabajo estable que me urgía, sin embargo, solo duré una quincena, entré el diecisiete de enero y el treinta me despidieron”, dice con tristeza.
“A mí me sonó muy extraño que me pagaran la quincena completa, se lo dije a mi esposa. El treinta de enero me llamó el jefe y me dijo que él no tenía tiempo para enseñarme y que no tenía dinero para pagarme por lo cual no podía seguir dándome trabajo. Me quedé helado, no podía ni hablar”, dijo.
Una vez más Kevin demuestra su total honestidad, necesita un trabajo, pero --para su suerte-- se encuentra en una situación menos desesperante que la de diciembre.
Con el último sueldo pagó este mes de febrero del alquiler de la casa, de la comida que le dieron todavía tiene arroz, frijoles y macarrones; además, un vecino muy puras tejas le dio todo para la entrada a clases de sus hijos: útiles, zapatos y uniformes.
“Estoy esperanzado de poder trabajar en una carnicería a la que fui a dejar el currículum, vamos a ver. Yo tengo licencia de moto A2, también de carro B1 y B2, además, tengo los tres requisitos que se ocupan para tramitar la portación de armas empresarial, o sea, para trabajar de guarda”, detalla.
“En diciembre pagué el examen sicológico, tengo el curso teórico práctico y el curso básico de seguridad privada, además huellas dactilares al día. Me pueden llamar a los teléfonos 6294-0306 y 6294-0310. En verdad ocupo trabajo”, pidió con mucha ilusión.