Los maestros de obras y peones de la construcción son de los más afectados con la entrada de las lluvias, pues el avance de los trabajos camina a paso de hormiga.
Los constructores saben que un bretecito de dos meses puede atrasarse desde unos 22 días hasta un mes y deben aprovechar al máximo las horas de la mañana.
Sin embargo, en muchas ocasiones, los patronos no pueden abrir antes de las 8 a.m., porque tienen que dejar a los hijos en escuelas o colegios o porque no les gusta que trabajen tan temprano. Así los obreros pierden valioso tiempo.
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José Alberto Mesén, un maestro de obras, asegura que la gente prefiere hacer los trabajos en verano por lo que la disminución del brete es de un 30% a un 50%.
“Hay que trabajar a media máquina. Por ejemplo, si llovió en la tarde, al otro día en la mañana amanece todo embarrialado y la mezcla se dificulta”, dijo.
Además, cuando llueve es tiempo que pierde el empleado, pues el maestro de obras paga por horas y si la lluvia empezó a las 2 p.m. y terminó a las 5 p.m. no se le paga, porque no hizo nada.
“Es una de las razones por las cuales uno quiere techar rápido, porque si llueve hay algunas cosas que se pueden ir haciendo”.
Muchos maestros de obras o constructores tienen que optar por hacer pichuleos, es decir, trabajos menores que surgen de forma casual para ganar algo de platita.
“Pueden pasar dos meses sin pegar un contrato y entonces hay que jugársela con reparaciones”, explicó Mesén.