Cuando Denisse Mora Salas camina por los pasillos del Aeropuerto Juan Santamaría con su uniforme de bombera aeronáutica, las miradas se clavan en ella.
No es por el uniforme, ni por el aire de autoridad con el que se mueve, es porque la gente aún se sorprende al ver a una mujer en un trabajo en el que el fuego y los segundos son los enemigos.
Con 35 años, esta ramonense se ha abierto paso en un mundo donde la fuerza y la resistencia son parte del menú diario. Y aunque ella misma reconoce que biológicamente los hombres son más fuertes, deja claro que con disciplina, entrenamiento y pasión, las mujeres también pueden enfrentar las llamas y ganarles.
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Camino de aventura
Denisse no siempre tuvo claro que su destino sería combatir incendios en aeropuertos. Su primera vocación fue la naturaleza: estudió para ser guía naturalista y trabajó en Puerto Jiménez. Ahí, entre las clases de zumba que daba por las tardes, conoció a una bombera que le abrió los ojos a un nuevo mundo del que terminó perdidamente enamorada.
Siempre amante del deporte y con experiencia en motocross, no lo pensó dos veces cuando tuvo la oportunidad de unirse a los bomberos, como voluntaria, en el 2016. El flechazo fue inmediato. “Fui a probar y en pocos segundos entendí que me gustaba mucho”, recuerda.
Ese mismo año, cuando el huracán Otto azotó el país, Denisse comenzó a recibir salario como bombera y a prepararse aún más para ingresar de lleno al Cuerpo de Bomberos. Para el 2018, luego de rigurosas pruebas físicas y académicas, consiguió su plaza.
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Desde entonces, su uniforme ha recorrido estaciones en Río Cuarto, Sarchí, Tibás, Alajuela, Heredia y los aeropuertos más importantes del país.
“Cuando se es bombera temporal (es el bombero que hace vacaciones, incapacidades, etc), se pasa por muchos lugares”, dice con orgullo.
Guerra contra el fuego
El primer gran amor de Denisse en el mundo bomberil fue el Aeropuerto Tobías Bolaños. Su jefe en ese momento, Antonio Arce Pérez, la instruyó en las complejas técnicas de extinción de incendios en aeronaves.
“El rescate en aeronaves es difícil, y así me fui enamorando. Mi jefe, don Antonio, logró transmitirme el amor que él tiene por ser bombero de aeropuerto”, cuenta.
El siguiente gran salto en su carrera llegó cuando viajó a Dallas, Texas, para entrenar con fuego real y simuladores de aviación.
Ahí, rodeada de llamas simuladas y situaciones extremas, confirmó que su corazón latía por esta profesión. Fue entonces cuando pidió traslado al Juan Santamaría, un aeropuerto con más tráfico, más retos y mayores exigencias.
Actualmente, el país solo tiene tres mujeres bomberas aeronáuticas, Denisse es una de ellas, Jenny Ramírez, quien también está en el Juan Santamaría y Kindria Blanco Pichiardo, quien trabaja en el Daniel Oduber de Liberia.
Denisse y su compañera Jenny han demostrado que el género no define la capacidad de responder a emergencias.
Listos en 180 segundos
El entrenamiento en un aeropuerto no es un juego. Cada emergencia real o simulada es una carrera contra el tiempo. Un bombero aeronáutico debe estar listo en un máximo de 3 minutos, o sea, 180 segundos, porque ese es el tiempo, científicamente comprobado, en el que los pasajeros pueden sobrevivir en un avión incendiado.
“Un 90% del fuego debe estar apagado en menos de 3 minutos”, explica Denisse. Y para lograrlo, hay que estar preparado para cualquier escenario: derrames de combustible, evacuaciones, rescate de víctimas, fuego en las turbinas o cualquier parte del fuselaje del avión.
Denisse todavía no ha enfrentado alertas tipo 3 (cuando un avión ya sufrió un accidente) y situaciones críticas. Recuerda el caso del avión de DHL que tuvo que aterrizar de emergencia y se salió de la pista, el 7 de abril del 2022.
“Ahí yo estaba en el Tobías Bolaños”, dice.
“En esas emergencias anunciadas, la tripulación alerta a la torre y los bomberos se alistan para actuar en cuanto la aeronave toque tierra. Pero hay emergencias no anunciadas, y en esas la reacción debe ser aún más rápida”, asegura.
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El equipo que usa pesa entre 27 y 30 kilos. Su traje de aproximación está diseñado para soportar el calor extremo, que en un incendio de avión puede duplicar el de un incendio en una casa o un edificio. Cada entrenamiento es una prueba de resistencia y determinación.
Agradecida con Dios
Denisse reconoce que su camino ha estado lleno de retos, pero también de grandes apoyos. Desde sus jefes hasta sus compañeros, todos han sido clave en su crecimiento. “Sobre todo, le doy gracias a Dios que me da salud”.
Cada día, al ponerse el uniforme y alistarse para otra jornada en el Santamaría, reafirma su pasión por ser bombera aeronáutica. “Cada día me enamoro más de esta profesión”, confiesa con una sonrisa.
Y es que, mientras muchos ven el aeropuerto solo como el inicio o final de un viaje, para Denisse es su campo de batalla.
Un lugar donde cada segundo cuenta y donde, sin su labor y la de su equipo, la seguridad de miles de pasajeros estaría en juego. Porque sin bomberos, simplemente, los aeropuertos no podrían operar.