Don Rodrigo Flores Bolaños, un orotinense de la pura cepa, acepta que cuando el Gobierno anunció el cierre de restaurantes por la pandemia, vivió una semana muy amarga y desesperante, pero al octavo día se levantó, se regañó por estresarse tanto y se dedicó a pensar cómo salvar su negocio.
En ese momento decidió ser el gran amigo de la higiene y eso le cambió todo. Especialmente por la ayuda de unas bolsitas de papel, como esas que siempre andaba el Doctor Chapatín, las cuales fueron clave para salvar su negocio.
Sobre la ruta 27 (San José - Caldera), en Orotina, que para muchos es donde termina y para otros donde comienza esa carretera, está Killer Monchis, un restaurante con la misma edad de la autopista, 11 años.
Días amargos
“Cuando vi por las noticias que nos cerraron antes de la Semana Santa, que es el agosto de nosotros los que estamos en la ruta de las playas, fue un golpe durísimo. Mi restaurante es para 100 personas, tengo un salón de eventos para 300 personas y estaba reservado ya para varias bodas y todo eso se perdió.
“La primera semana del cierre se me vino el mundo encima. Iba a vender la propiedad, yo tengo un préstamo con el banco y hasta creí que me embargarían”, recordó don Rodrigo, quien en esos días recordó que él comenzó con tres mesitas y que fue a puro trabajo duro que logró pasar de sodita a restaurante.
Cuenta que le respuesta a sus problemas le llegó muy rápido: entendió que la gente quiere buen trato, rica comida, seguridad ante el covid-19 e higiene total. Algo que ya tenía, por lo que se dedicó a aumentar al máximo la higiene.
“Metí buen alcohol en gel, al cliente cuando llega le damos jabón que no ocupa agua, hay amonio cuaternario para desinfectar, todos usamos mascarillas y a cada cliente le doy una bolsita de papel para que guarde su mascarilla mientras come. Ese combo higiénico fue fundamental, me salvó el negocio”, reconoce.
La bolsita
Don Rodrigo se sorprendió mucho cuando la bolsita de papel (cada una vale 8 colones) fue muy bien aceptada por los clientes, a quienes les encantó la idea pues agradecen que los cuiden y también que, al ser de papel, no dañan al ambiente.
“Esa bolsita se ganó a la gente. Cuando las personas se sientan a comer yo me di cuenta que no saben ni dónde poner la mascarilla, por eso ingenié esa idea y ahora cuando llegamos con la bolsita, los clientes agradecen esa higiene y protección, pero además se asombran y sonríen”.
También sonríen porque, a pesar de tanta higiene, no hubo cambio en los precios, el desayuno y el casado del mediodía siguen costando 3.500 colones con café o fresco natural.
Según los datos de la Cámara Costarricense de Restaurantes y Afines (Cacore), antes de la pandemia había 19.000 sodas, bares y restaurantes en todo el país, pero para finales del año pasado, 5.000 de estos comercios quebraron por culpa del covid-19.
La pandemia provocó la pérdida de unos 8.000 empleos en ese sector en el 2020.
No se dejó vencer
“Comprendí que la pandemia puede ser negativa o positiva, todo depende de cómo uno quiera verla. Al darle seguridad higiénica a la gente, mi local se salvó. A pesar de que solo podía usar la mitad de mi espacio y eso me provocó pasar de 22 empleados a 15, no aflojé, y conforme las personas se dieron cuenta que en mi local estaban bien protegidos, comenzaron a llegar y llegar, el noviembre de pandemia fue mejor que el del 2019.
“Estoy convencido que si hubiese seguido igual que en los 10 años anteriores, habría quebrado y ahorita estaría en la ruina. Tengo que aceptar que estaba en una zona muy cómoda, incluso la pandemia me demostró que tenía descuidado mi negocio”, reconoció.
Abrió los ojos
A don Rodrigo lo conocimos porque es uno de los 400 pulperos y dueños de sodas y restaurantes que están llevando una capacitación gratuita, de dos meses, sobre cómo reinventarse en la nueva realidad digital en tiempos de pandemia.
Les enseñan sobre redes sociales, manejo de inventario, promociones, cómo hacer entregas a domicilio y mejorar el servicio al cliente, gracias al programa Emprendamos Juntos de Coca-Cola.
El covid-19 lo obligó a salir, a no esperar verduras, a mejor ir a buscarlas al Centro Nacional de Abastecimiento y Distribución de Alimentos (Cenada), ubicado en Heredia, y con eso se ahorra más de 100 mil colones por semana.
Ahora comprendió que para la materia prima de su restaurante lo ideal es hacer negocios con pequeños productores de la zona y de otras zonas que venden pura calidad a mejor precio.
“Fue con la pandemia que pude ver cómo estaba botando plata a lo loco por no atender los detalles pequeños, que son los que provocan gastos hormiga y así es como un negocio termina perdiendo mucho dinero al mes”.
Por cierto, ya volvió a contratar, tiene 21 empleados y asegura que por estos días estaría ocupando más.