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Desde hace dos décadas, el tamaño de las porciones en los alimentos que ingerimos tuvo un aumento desmedido.
Si usted come fuera frecuentemente, está totalmente familiarizado con esto que comento e incluso le podría ser difícil imaginar cuál es la porción adecuada.
Aunque claro, y siendo totalmente realista, a un comensal que está pagando, le es mucho más satisfactorio recibir una mayor porción por un precio menor, e incluso se acostumbran a recibir esas megaporciones que no hacen más que afectar la salud y el peso.
De hecho, nos hemos vuelto tan indiferentes a las “grandes comidas”, que ni siquiera parpadeamos cuando los restaurantes nos ofrecen interminables platos de pasta, fuentes de papas fritas sin fondo o vasos de refrescos de 52 onzas.
Sin embargo, el precio que estamos pagando a nivel de salud es alto. Y es necesaria una educación en los niños desde el seno familiar y en los adultos una reestructuración de sus ideas con referencia a la comida y, sobre todo, a las porciones. Ahora ¿cómo aprendemos a disminuir las cantidades?
Una de las principales modificaciones que yo recomiendo al principio es que si están tratando de reducir porciones de alimentos que son altos en carbohidratos o grasas, que lo sustituyan por otro elemento en el plato que sea de bajo valor calórico y que además incluya muchas vitaminas y minerales.
Entonces, la opción restante es poner una porción significativa de ensalada o bien vegetales. Si fuese al desayuno, entonces podrían adicionar una fruta que quizás antes ni siquiera estaba presente.
Esto al inicio para que visualmente no pierdan noción de que su plato está “lleno” y que van a quedar igual de satisfechos.
Segundo paso podría ser cambiar de plato, ir buscando unos más pequeños para que se encuentre lleno y de esta forma haya menos calorías y grasa presentes.
De esta manera el estómago se va acostumbrando a comer menos. Y si bien es cierto es un músculo, igual se acostumbra a comer más cantidad o menos pero requiere tiempo.
