¿Le gusta echarse las birras con los compas el fin de semana? Si su respuesta es afirmativa, cuidado, porque el abuso de las bebidas alcohólicas favorece que la persona padezca de diabetes.
Y si usted ya es diabético, tomarse los vinitos, cocteles, cervezas o guaritos hace más complicado el manejo de la enfermedad, lo cual no le hace ningún bien.
“El alcohol estimula la secreción de insulina reduciendo la síntesis de la glucosa en el hígado y causa resistencia periférica a la insulina, produciendo tanto la oxidación de la misma como su almacenamiento. Incluso existe el riesgo de que se le baje el azúcar en la sangre hasta 36 horas después de haber bebido alcohol, y pueden ser moderadas o intensas en personas que han comido poco o nada, esto principalmente en la diabetes tipo 1”, explicó la doctora Mariam Vargas, del Centro de Atención Integral en Drogas de San Vito.
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Y como bien sabemos que el alcohol y los medicamentos no se mezclan, pues muchos pacientes que saben que se tomarán unos tragos, se brincan el tratamiento, lo que ayuda a que tengan una descompensación en su metabolismo.
Tomar licor entorpece la percepción del bajonazo de azúcar, por lo que puede que el paciente no se dé cuenta que la está sufriendo y como los síntomas se pueden confundir con los de una persona pasada de tragos, las personas a su alrededor pueden no percatarse y darle la ayuda requerida.
“El diabético debería tener en cuenta, además de los efectos generales que produce el alcohol, aquellos otros que pueden afectar a la regularidad de sus hábitos y, sobre todo, a los que afectan directamente a los niveles de azúcar en sangre”, agregó la doctora Vargas.
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Además, si usted está tomado, puede perder la claridad mental necesaria para aplicarse la dosis de insulina necesaria, a la hora correcta y en la cantidad que necesita.