El Día de Muertos es una tradición mexicana que año con año toma más fuerza e interés para gente de todo el mundo y nosotros los ticos no somos la excepción.
Cada vez son más los que se interesan en esta hermosa costumbre, en la que la muerte deja de ser nuestra enemiga y pasa a ser una aliada para que todos los seres sigan vivos, en nuestra memoria y de una forma espiritual.
Debido a ese incremento en el interés de los costarricenses por esta maravillosa fiesta, es que La Teja fue a México este año a celebrar el Día de Muertos, de la mano de la agencia DM Viajes, y si hay algo que les podemos recomendar para quienes quieran ir el próximo año, es que vayan a Atlixco.
Ese pueblito mágico pertenece al estado de Puebla, que está a unas dos o tres horas de Ciudad de México en carro (dependiendo del tráfico, como le dicen los mexicanos a las presas).
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Allí se vive con mucha devoción esta fecha porque en ese lugar nacen muchos de los elementos que le dan vida a esta costumbre que tanto le gusta a la gente.
Por ejemplo, allí se inventaron los papelitos de colores que se colocan arriba de los altares y es una de las zonas de México donde nacen las flores de cempasúchil, la famosa flor de muerto, que tiene un precioso color amarillo y con la que se adornan las calles, las casas, los altares y las tumbas durante las festividades.
Además, también es la cuna de los alebrijes, que son los guías espirituales que ayudan a las almas a pasar del mundo de los vivos, al de los muertos.
Manuel Bernal, guía turístico contratado por DM Viajes, nos contó cómo son esas coloridas criaturas.
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“Los alebrijes se dicen que son los guías de tus sueños, que son los que te van a ayudar a pasar del mundo de los vivos al de los muertos, ¿quiénes son esos guías? Pues puede ser un perro, un gato que hayas tenido, una tortuga, por eso van a tener esa combinación de patas de perro, cabeza de tortuga, cola de gato”, ejemplifica Bernal, aclarando que, como no tienen forma, dependen de la imaginación del ser humano.
De ensueño
Nosotros llegamos al lugar como a las 10 a. m. y no habíamos ni ingresado cuando un alebrije enorme, multicolor y con unas alas enormes y extendidas, nos dio la bienvenida al pueblo.
El ave, que podría ser de unos dos metros de alto y que parece como ave Fénix, está en la pura entrada de la localidad como para recordarnos que es imposible que alguien entre sin él al mundo de los muertos que quieren asemejar en Atlixco, que dicho sea de paso, significa agua sobre el valle.
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“La tierra acá es muy fértil, es por eso que se da el cultivo de la flor de cempasúchil, si la tierra no fuera tan fértil, no se podría dar esta flor que, dicho sea de paso, solo florece una vez al año, curiosamente en la época del Día de Muertos”, aclara Bernal.
Después de la guía del alebrije nos encontramos un callejón repleto de papelitos de colores en el cielo, una calavera enorme y comercios adornados para la ocasión.
Pocos metros después nos topamos el primer altar, pero uno real, que puso una familia para recordar a sus seres queridos.
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Se distinguía porque en la acera había un camino de flores de muerto, con la intención de que las almas no se pierdan y encuentren el altar. En este había fotos de los fallecidos, candelas, más flores y por supuesto la comida y las bebidas que más le gustaban a esas personas en vida.
Las familias suelen dejar la puerta abierta, o la cochera, para que la gente pueda observar la hermosa creación en honor a quienes ya no están, pero que volverán cada 2 de noviembre por sus ofrendas.
Además muchas personas, ya sean locales o extranjeros, se apuntan a la fiesta y se visten o pintan de catrinas, por lo que aquello parece como que ocurrió una fuga en el cementerio.
Continuando el camino, en el parque y en distintas zonas del pueblo encontramos más calaveras gigantes de personalidades importantes de México, como el exmilitar Emiliano Zapata, el gobernador Hernán Cortés o Cuahutémoc, conocido como el último emperador de los aztecas.
Flores y más flores
Saliendo del pueblo, a unos cuantos kilómetros se encuentra un enorme sembradío de flores de cempasúchil, amarillas y moradas, y en el centro también hay un enorme calavera de Pancho Villa, uno de los jefes de la revolución mexicana.
En los alrededores hay ventas de comidas y objetos alusivos a la festividad, porque obviamente el lugar es un punto de encuentro para que muchos turistas paren a tomarse fotos con el colorido campo.
Si usted es una de esas personas a las que realmente le gusta esta cultura mexicana, no solo tiene que venir a México para estas fechas, porque es hermoso, sino que no puede dejar de ir a Atlixco, le prometo que será un recuerdo que ni muerto olvidará.