Todo limpio. Todo en su lugar. Se respira alegría. Es un taller, pero en realidad uno se siente como en una casa. Todos trabajan sin parar. Todos hacen de todo. No hay jefes, hay amigos. La cumiche, la recién llegada, porque es la que menos tiene de trabajar ahí, lleva 21 años cumpliendo con su trabajito.
El pasado martes 28 de marzo, como a las 11 de la mañana, el tallercito de hostias de la Conferencia Episcopal nos abrió sus puertas para que pudiéramos compartir con ellos justo en una época cargaditica de trabajo, los días antes de Semana Santa, porque las iglesias del país aumentan sus pedidos al doble e incluso al triple.
Róger Sanabria Fonseca es el que más años tiene de trabajar haciendo hostias en ese lugar, en total, 26 años. Llegó con 20 años. Como él mismo dice, era un carajillo, pero ya tenía dos hijos, quienes ya por estos días están bien mamulones.
¿Trabajar haciendo hostias? “Llegué de pura casualidad. Este tallercito (ubicado dentro de la propiedad que tiene la Conferencia Episcopal en barrio México) era parte de Uniclero y estaba sobre avenida 10 aquí mismo, en San José.
“Diez años después pasamos a barrio La Cruz y ya tenemos diez años de estar en barrio México. Mi primer contacto con este tipo de trabajo fue por pura casualidad, llegué con un hermano a hacer una verja y ahí me contrataron, aunque usted no lo crea. Llegué por un trabajo de soldadura y terminé haciendo hostias”, explica mientras sonríe don Roger.
Después de media vida en ese sitio, nos confirma, con toda seguridad, que Semana Santa es la época más dura del año para ellos, de hecho, conforme íbamos hablando, él seguía trabajando y sus compañeros nunca dejaron de hacer lo suyo porque estaban corriendo con todo para poder salir con los últimos pedidos.
“Para Semana Santa hay que preparase como dos o tres meses antes. Tener buena cantidad de producción almacenada, porque ya sabemos que los pedidos se disparan. En diciembre es parecido, pero un poquitico menos. No hay trabajada tan dura como la de Semana Santa”, asegura el trabajador.
En el tallercito, además de don Róger, trabaja Alejandro Hidalgo, un desamparadeño que tiene 23 años de experiencia haciendo hostias; doña Annie Venegas es de Sabana Norte y tiene también 23 años allí. Doña Carmen Montoya es escazuceña y tiene 21 de experiencia.
Gran labor
Todos entienden perfectamente la tremenda importancia del trabajo que realizan, por eso es que ese tallercito huele a hogar mezclado con harina, huele a familia que trabaja unida y también se siente un tremendo aire de orgullo.
Monseñor José Manuel Garita, presidente de la Conferencia Episcopal, explicó la importancia de la Eucaristía en su espacio Fermento justo, el mismo martes 28 de marzo pasado, el cual tituló: “La eucaristía en el corazón del cristiano”.
“‘Sin la Santa Misa, ¿qué sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido sin remedio’, decía Santa Teresa de Jesús.
“Esta conciencia debemos tenerla nosotros también. No podemos perder nuestra identidad de cristianos que estamos destinados a la eternidad, precisamente por el sacrificio que ha realizado Jesús por nuestra salvación. La Eucaristía debe estar en el corazón del cristiano”, dijo monseñor, con lo que queda clara la importancia de esa gran labor.
El equipo completo, en la voz de don Róger, vive orgulloso de su trabajo. “Entendemos muy bien que en este taller se fabrican las hostias para las iglesias de todo el país, esa es una alegría muy grande y una tremenda responsabilidad. Cada hostia lleva el amor de todos nosotros por el trabajo.
“Comprendemos muy bien que esos pequeños pedacitos redondos de harina, mezclada solo con agua, terminarán convirtiéndose en el cuerpo y la sangre de Cristo, por eso trabajamos con alegría y orgullo. Uno realmente siente que trabaja para Dios”, reconoce don Róger.
“La Eucaristía hace a la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía. La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida de la Iglesia. La Eucaristía es Cristo mismo que se sigue entregando por nosotros todos los días hasta el fin del mundo”, agrega por su parte monseñor Garita.
La Eucaristía es uno de los siete sacramentos de los católicos. El mismo Jesucristo dejó ese signo para que los fieles puedan compartir la gracia de Dios. Los otros sacramentos son: bautismo, confirmación, confesión, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.
En la Eucaristía, el católico recibe el cuerpo y la sangre de Cristo en una hostia, ese sencillito pedacito de pan que no tiene ni sal.
¿Cómo se hacen?
Debido a que llegamos justo en un día de muchísimo trabajo, nos hicieron el favor de explicarnos todo el proceso desde cero, el paso a paso de cada hostia.
El primer paso es mezclar la harina con el agua en un balde. Por cada balde se mezclan 5 kilos de harina en 7 litros de agua. No lleva ningún otro ingrediente. Hay gente que piensa que llevan sal, pero no, ni una pizca.
El balde es mezclado por una batidora industrial por unos 5 minutos y normalmente se preparan 15 baldes por día, lo que llaman 15 tandas. Hablamos de unos 80 kilos de harina por día.
Cuando ya está bien mezclado, lo pasan a la sección de los hornos, hay tres y en cada tanda se duran unos 40 minutos y se logran producir 120 láminas.
Cada uno de los tres hornos tiene en la parte de arriba de la plancha unas figuras tradicionales de la Iglesia católica como la cruz, el corazón de Jesús, las iniciales JHS y la imagen del Buen Pastor, estas figuras se imprimen en las láminas que van saliendo de los hornos.
Cada lámina sale muy tostada y se quiebra muy fácil, por eso se debe pasar al siguiente proceso, los humedecedores, que son máquinas de casi dos metros, diga que esta viendo una refrigeradora y ahí se ponen las láminas tostadas para que reciban vapor de agua que las deja un poquito más húmedas y más fuertes, flexibles.
Cuando nos comenzaron a explicar el proceso, don Alejandro estaba mezclando la harina con el agua y doña Annie trabajaba en los hornos, pero menos de media hora después habían cambiado de puesto. Todos hacen de todo.
Sigue cortar las hostias en los diferentes tamaños que se ocupan: la que usan los sacerdotes durante la misa, la que reciben los fieles, en fin, son cuatro tamaños. Ya cortadas se deben seleccionar las hostias que están perfectamente redondeadas de las que tienen algún defecto. Solo las perfectas pasan a empacado.
Una bolsita empacada puede durar unos 4 meses en perfectas condiciones. No tienen ningún tipo de preservantes. Cada bolsita de hostias para los fieles tiene 600 unidades. Normalmente en el tallercito se producen unas 50 mil hostias por día, pero para poder cumplir con todos los pedidos de Semana Santa, producen unas 90 mil diarias y en ocasiones hasta más.
“Este proceso cualquiera puede verlo muy fácil, pero es de mucho cuidado, estar muy concentrado. Es un trabajo demasiado bonito, es una bendición en nuestras vidas. Es un trabajo diferente, cuando conozco a alguien nuevo y me pregunta sobre mi trabajo, hay que dar toda la explicación porque no es un trabajo muy conocido.
“Ahorita mismo estamos con los tres hornos trabajando, son días en que se entra a las cinco de la mañana y se sale a las cinco de la tarde y no se para de trabajar. Son muchos los pedidos. Soy católico y cuando voy a misa y comulgo estoy seguro que esa hostia la hicimos nosotros.
“No es cualquiera el que hace este trabajo (también hacen hostias las hermanas Contemplativas del Buen Pastor en su convento, ubicado en Guadalupe de Goicoechea), por eso cuando comulgo me siento orgullo y feliz del trabajo que tengo”, comenta don Róger.
“Si los cristianos celebramos la Eucaristía desde los orígenes, y con una forma tal que, en su substancia (harina y agua), no ha cambiado a través de la gran diversidad de épocas y de liturgias, es porque nos sabemos sujetos al mandato del Señor, dado la víspera de su pasión: ‘Haced esto en memoria mía’”, explica monseñor Garita de la mano del Catecismo de la Iglesia Católica.