El edificio del Seminario Nacional Nuestra Señora de Los Ángeles, en Paso Ancho, tuvo que cerrar sus puertas el pasado 16 de marzo debido a la pandemia por el Covid-19.
Un cierre total como este solo se había presentado entre 1873 y 1877, cuando por falta de sacerdotes formadores y por problemas de plata, las aulas estuvieron vacías esos 4 años.
Han pasado 143 años desde entonces y en este 2020 sí hay platica y curitas formadores para los 142 aspirantes al sacerdocio, pero lo que no hay es permiso del Ministerio de Salud para que las aulas estén abiertas y formando a los próximos padres que confesarán y celebrarán misas en las diferentes iglesias del país.
El coronavirus provocó una suspensión total de las clases presenciales a todo nivel en el país: escuelas, colegios, universidades, institutos privados y hasta en ese centro de formación, por eso a los seminaristas los mandaron para la casa, pero jamás se imaginaron que cinco meses después seguirían sin poder seguir su proceso en comunidad.
Fuego debilitado
Inmediatamente los 142 seminaristas empezaron el proceso de adaptación a la nueva realidad, como miles de estudiantes, vía Internet y desde sus casas. Como las clases de ellos son semestrales, así finalizaron el primer semestre. En los primeros años de formación llevan la carrera de Filosofía y los más avanzados cursan Teología, en ambos casos sacan un bachillerato.
“Ha existido, por parte de docentes y seminaristas, una buena respuesta. Utilizando la mediación tecnológica y bajo la tutela de la Universidad Católica de Costa Rica, institución que respalda los estudios de cada uno de estos jóvenes. Se utilizan las plataformas de la Universidad: Moodle y Teams. También por medio de Zoom los profesores logran tener un encuentro con cada uno de los seminaristas y así avanzar en el contenido de los programas de estudio previstos”, explicó el sacerdote Francisco Ramírez Campos, director de estudios del Seminario Nacional.
La bronca es que la formación de los seminaristas involucra cuatro dimensiones: intelectual, humana, espiritual y pastoral. Entonces en estos meses solamente se estaba trabajando en lo académico,
Las autoridades del seminario, tras una profunda evaluación, se dieron cuenta que avanzaban puras tejas en lo intelectual, pero aquel fuego espiritual se había debilitado en muchos de los 142 estudiantes, además, tenían poco entrenamiento en lo pastoral.
Ese bajón en la intensidad de la llama de los futuros sacerdotes agarró a todos por sorpresa, y es que nadie estaba listo para lo que vive el mundo.
“La dimensión académica es solo una pequeña parte de lo que en realidad propicia la formación en un seminario. Respecto a lo académico estrictamente, que es desde donde me ubico, hay que ser conscientes que la realidad ha representado un reto, no solo para el seminario sino para todos los centros de enseñanza a nivel mundial. El seminario no está exento de esta situación.
“Siendo así, los primeros que han hecho un gran esfuerzo son los docentes, a quienes les ha tocado aprender nuevas formas y aplicar nuevos métodos para facilitar el aprendizaje, y de seguido los seminaristas también han tenido que ir acomodándose a una nuevas circunstancias y retos que tiene esta parte de su formación hacia la vida sacerdotal”, reconoció el padre Ramírez.
Santo golazo
A mediados de mayo, los pesos pesados del seminario (que son los obispos del país) se dedicaron a analizar qué hacían para reavivar ese fuego en sus muchachos y fue así que, después de varias ideas y de ver cómo algunas diócesis tenían resultados positivos con una jugada que se inventaron, tomaron la decisión de ordenarle a los seminaristas irse a una parroquia, hacer burbuja social con los sacerdotes del lugar y vivir ahí las 24 horas.
Esa decisión fue un tremendo golazo, porque los futuros curitas están como hormiga en popi porque pueden estudiar, ayudar, aprender, hacer vida espiritual con padrecitos con años de experiencia y servir a las comunidades en las cuales están.
Rodolfo Redondo Redondo, seminarista de 22 años, está convencido que esa decisión fue un pepinazo de las autoridades.
“La parroquia reaviva el fuego. El ambiente de parroquia es distinto al de la casa. El acompañamiento del equipo sacerdotal, tener una iglesia o capilla cerca para la oración, es fundamental para nosotros, en verdad que estoy demasiado contento”, aseguró Rodolfo.
Una nueva forma de ser curita
Los futuros curas, en los análisis que hacen los obispos, destacan como positivo la cercanía con el Santísimo; el poder entrar a una iglesia a diferentes horas del día para hacer sus oraciones (laudes, las vísperas, el rosario); poder ayudar, aunque sea virtualmente a, por ejemplo, la pastoral juvenil de la comunidad; servir de choferes, si tienen licencia; alistar diarios para las familias necesitadas; barrer y limpiar...
Todo eso los ha hecho vivir las 24 horas tal y como serán sus vidas una vez sean sacerdotes.
“Todo esto nos enseña desde la parte académica a saber estar dispuestos y en actitud de apertura a los nuevos retos y desafíos que plantea la realidad actual. Ayuda a ampliar la mente y a no permitir estancarse frente a las adversidades. De frente a la pandemia del Covid 19 se puede seguir creciendo, es lo que están haciendo no solo los seminaristas sino tantos estudiantes en otras universidades que continúan y más bien están aprovechando el tiempo para llevar más materias, por ejemplo.
“En realidad no se trata de nada extraordinario sino de saber disfrutar de lo que se tiene en el momento presente. En definitiva, con esta pandemia todos estamos aprendiendo y lo mejor es que no necesariamente las enseñanzas se nos están dando en un salón de clases. Eso sí, hay que tener el espíritu y mente abiertos para recibir dichas enseñanzas”, reconoce el director de estudios del seminario.
El padre Johnny Monge, director espiritual del seminario, también reconoce que el problema que afrontan es no poder tener la experiencia comunitaria de la formación sacerdotal.
“Las modalidades de funcionamiento del seminario este año son transitorias y por las circunstancias actuales, para evitar contagios. Tiene sus limitaciones, entre otras, se extraña la vida comunitaria del seminario, tan importante en la formación sacerdotal, y la cercanía de los formadores y los directores espirituales.
“Pero también se han redescubierto potencialidades: la importancia de la familia en la formación sacerdotal, un mayor compromiso de las diócesis en la formación de sus seminaristas y la experiencia de la vida parroquial cotidiana, que sirve para el discernimiento vocacional de los seminaristas”, explicó.