El 2022 fue un año que marcó al artista Ludwing Gómez, quien tuvo que comerzar de cero, a kilómetros de distancia de su natal Nicaragua, y hoy afirma que siente que pertenece a un lugar, luego de establecerse en Costa Rica.
Gómez es vecino de San Carlos, Río San Juan, y comenzó su carrera en el 2014. El tener que dejar su patria lo impactó mucho, y antes de venir a Tiquicia había viajado a países como Alemania y Guatemala. Sin embargo, sentía que aún no se hallaba, hasta que tocó suelo nacional.
“En mi proceso de migrar, que no se lo deseo a nadie, me impactó mucho el tener que buscar cómo pertenecer a un lugar y, por primera vez en mi vida, acepto que soy de acá.
“Me gusta donde vivo, es un espacio en el que tengo amistades, tengo la dicha de dedicarme a lo que más me gusta, y en estos años de trayectoria me llena saber que pertenezco a un lugar”, afirmó agradecido el músico de 28 años.
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El cumiche. Ludwing es el menor de 3 hermanos. Su padre se llama igual que él y sus hermanas mayores se llaman Hiniken y Ariuska.
Una pasión
Ludwing contó que desde niño mostró interés por la música y los intrumentos de percusión, y siempre quiso aprender de este arte, pero la lejanía de su casa con la capital le impedían lograrlo.
“Mi familia me dio una guitarra, quería ser baterista y terminé tocando guitarra de forma empírica; veía videos en YouTube, practicaba con mis amigos, y en el 2015 me invitaron a intercambio en Alemania y ahí se me quitó el miedo. Vi que podía cantar canciones y en ese tiempo escribí mucha música, pero no tenía el valor de tocarlas frente a la gente.
“Volví al país y en casa mi mamá, Elizabeth fue de las primeras personas en verme cantar. Poco a poco me fui presentando en bares y junto con dos amigos logramos crear una banda llamada ‘Ximena’, y nos mudamos a Managua, para crecer como artistas”, recordó.
Ludwing estudiaba mercadeo y combinaba su formación académica con la música, de a poquitos se iba metiendo a algunos sitios para presentar su música y la gente se iba entusiasmando con su estilo.
Este artista pinolero presenta en sus canciones una mezcla de géneros musicales, entre ellos ritmos tropicales, con algunos toques electrónicos.
En el 2019 la banda sacó su primer disco, llamado “Suena la calle”, un éxito rotundo. La imagen del muchacho crecía y comenzó a modelar para algunas marcas.
En el camino se encontró con algunas dificultades y por eso tuvo que dejar su patria, para establecerse en Costa Rica.
“En un año me tocó crear un público acá, y dentro de la incertidumbre lo que más me gustó fue que algunos artistas locales me acuerparon, aunque no me conocían. Artistas como Eddy Monge y Flor de Doppler me acogieron y eso me fue ayudando a crear una base para desarrollarme como artista.
“A mediados de año participamos en un proyecto llamado ‘Nómada’, en donde unos 100 artistas cantamos contra el autoritarismo y también me he sentido apoyado por artistas guatemaltecos”, relató.
Nuevos proyectos
En setiembre de este año saldrá el primer álbum como solista de Ludwing, llamado Solentiname, en honor a un archipiélago de Nicaragua.
“Cada isla tiene un nombre diferente y lo relaciono con mis canciones. Este proyecto se divide en dos partes y la primera tendrá 4 canciones y la segunda, posiblemente, incluya más temas”, dijo.
¿A qué le canta este artista?
“Les canto a las personas que quieren ser escuchadas, a las que sienten la necesidad de expresarse, pero no lo pueden hacer. La música es el puente para expresarse de una manera no violenta y que sea con un mensaje directo y claro. Les canto a las personas que nos han callado”, manifestó.
Ludwing está como pato en el agua, con su nueva vida en nuestro país. Si hay algo que le encanta a este músico es pasar tiempo en su casa y, por eso, dedicó mucho tiempo para formar su hogar, su espacio en el que comparte con los suyos.
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“Trabajé mucho en mi hogar, en tener mi espacio seguro, en el que me pueda sentir tranquilo, y para mí, eso fue lo principal: recuperar mi hogar, y esto me ha llenado mucho. Valoro el tiempo en la casa, soy bien tranquilo, cuento con diferentes espacios en la casa, un espacio para cocinar con calma, para poder escribir, poder jugar play con mis amigos.
“Lo que más me gusta de vivir en Costa Rica es que puedo dormir tranquilo, disfruto la paz que la gente tiene. Como paso tiempo en la casa acostumbro a cocinar comida nicaragüense, pero de acá amo las tortillas, las chorreadas, el quesopinto (lo venden en Zapote), con eso se fueron a otro nivel. Las empanadas arregladas y el café chorreado, es demasiado”, expresó.