La pandemia por el covid-19 le dio un vuelco inesperado a la vida de muchísimas personas en todo el mundo.
Y uno de los revolcones más bravos fue en el brete, ya que algunos lo perdieron, a otros les redujeron la jornada y a otros los mandaron a trabajar a hacer teletrabajo, tuvieran o no las condiciones para hacerlo.
Ese cambio abrupto de las rutinas diarias pudo ser un golpe para algunos y por eso, luego de tantos meses de estar breteando desde la casa, los sentimientos de ansiedad y hasta de soledad comenzaron a atacar.
Uno de ellos es Pablo Rivas, profesor de Ciencias en dos colegios de Limón, uno público y otro privado, quien asegura que le tocó resolver a la brava la nueva realidad.
“Fue algo que nos agarró de improviso y por eso tuvimos que reinventarnos. Te presentan una plataforma digital nueva que hay que aprender a usar sin mayor acompañamiento de cómo funciona. Hay que invertir dinero y el tiempo porque había padres de familia que salían tarde del trabajo y tenían dudas en la noche que había que resolverles”, explicó el profe.
Agregó que el WhatsApp “personal” se volvió público para que los papás pudieran llamarlo, mandarle los trabajos de los estudiantes, que algunas veces enviaban a las 11 de la noche y había que aceptarlos.
“Me decía: ‘Bueno, voy a tener que hacer horas extra, sin paga para atenderlos, preparar las clases y mandar los videos’. Eso nos afectó a todos, nos quitó el sueño. Los orientadores y psicólogos fueron un apoyo importantísimo para poder sobrellevar el cambio y darnos la fortaleza para poder salir adelante”, explicó Rivas.
Al cansancio se sumó la preocupación cuando le avisaron que le rebajarían la jornada y el salario en el colegio privado.
“Eso estresaba porque es menos ingreso para mantener la casa. Hubo docentes que debieron incapacitarse por el estrés que les generó.
“Claro que afectó emocional y personalmente. Cada quien lo manejó a su manera. Al principio pasaba madrugadas enteras despierto preparando clases y preocupado porque quería hacer las cosas bien. Fue estresante, no se le quedaba bien a todo el mundo”, comentó el docente.
De bono a castigo
El salubrista público Darner Mora, explicó que antes de la pandemia, el teletrabajo apenas empezaba a asomarse en algunas empresas y hasta se veía como un bono de calidad de vida para los trabajadores, pero con caso 11 meses de emergencia, se ha convertido en un castigo para algunos.
Mora explicó que, además, el temor por perder el trabajo causa estrés y ansiedad, que sumado a las cuarentenas de los primeros meses, generó gran presión.
Todos estos aspectos conllevan a padecer insomnio, pérdida de apetito, vómito, mal genio, irritabilidad, problemas de concentración y cambios bruscos del ánimo.
Según dicen los expertos, no tener un horario establecido, vivir y trabajar en el mismo espacio físico, no contar con las mismas alternativas de descanso que se tenían antes de la pandemia, sumado a la falta de contacto físico y la socialización con los compañeros de trabajo, son factores que han alterado de forma importante la vida laboral.
Un criterio similar es el de la psicóloga de familia María Ester Flores. Según la experiencia que le contaron algunos pacientes, considera que muchas empresas no respetaron los horarios laborales y, por ejemplo, a las 11 de la noche aún estaban mandando mensajes de trabajo.
“Perdieron su sentido de libertad personal y todo ser humano, cuando le cortan su rutina personal básica, lo resiente. Se tuvieron que adaptar a horarios ingratos y explotación por la necesidad de no quedarse sin trabajo. Por uno o dos meses eso se medio aguanta, pero en un año, los mecanismos de defensa explotan y se dan ataques de estrés y pánico”, añadió la especialista.
Flores reconoció que tuvo muchos pacientes educadores, gerentes de mercadeo, ejecutivos y trabajadores bancarios a quienes mandaron para las casas y ellos le decían que cuando estaban en la oficina, tenían 10 o 15 minutos para salir a tomarse un café, comerse algo, estirarse, pero el trabajo desde casa era aniquilador y no contaban con un respiro para eso.
LEA MÁS: Estos son sus derechos y deberes como trabajador en medio de una pandemia
Alivio por regresar
“El regreso ha sido entre caótico y ameno. Hemos vuelto a ver a los compañeros, pero no se ha marcado la pauta general de cómo hacer las cosas, cada colegio debe de ver cómo hace para regresar”, comentó el profesor de 41 años.
Rivas añadió que somos seres sociales y la convivencia con otra gente se vio evidentemente afectada estos meses, cree que hace falta esa persona con la que se almorzaba todos los días, con la que se viajaba a diario.
“Hubo muchos momentos, durante el principio de la pandemia, en que se me salía una lagrimita, pensaba qué iba a pasar. Es una incertidumbre terrible y la ansiedad te come un montón”, manifestó el educador.
Poco productivo
Esa frustración de no poder hacer lo que siempre estaba acostumbrado a hacer, es otra pérdida.
“Los amigos cibernéticos son ya los conocidos, pero no se interactúa con gente nueva, en un seminario o con un empleado nuevo que uno conocía y socializaba. No poder contar con más que lo conocido es tremendamente aburrido y terminaban peleando en la familia”, aseguró María Ester.
Otro aspecto que se ve afectado por la falta de socialización es la productividad del breteador.
La rutina hace que la mente se sature y se frustre la creatividad.
“Aquí el sistema obligó a los trabajadores a saturarse y ya les da pereza, sueño, ya no saben qué hacer y vienen las llamadas de atención y es como un naipe que se va cayendo por la poca motivación que le va quedando y por eso no produce igual”, finalizó la psicóloga.
LEA MÁS: Hartarse por completo del trabajo es una enfermedad