Arturo Calderón se gana la vida haciendo tatuajes y más de una vez se ha quedado con la boca abierta con los pedidos que hacen algunos clientes.
Él tiene un estudio en San Miguel de Desamparados, llamado Joker Ink Tattoo, y cuenta que es muy común que le pidan su arte en lugares privados.
“Las mujeres vienen mucho para que les tatúe los senos, los pezones específicamente, les gusta que les haga figuras geométricas en forma de círculos, mandalas, casi siempre para adornar algún piercing que tienen en esa zona.
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“También me han pedido que les tatúe los genitales, pero en esos casos no he accedido, no porque me sienta incómodo, ya que yo soy un profesional en mi trabajo, sino más bien porque esos lugares son muy húmedos, porque están expuestos a la sudoración y a fluidos corporales, y eso puede generar infecciones, así que prefiero evitar hacer trabajos en esos lugares”, explicó.
Arturo dice que muchas veces se ha quedado sorprendido por las locuras de la gente, ya que ha hecho tatuajes hasta en cabezas.
Esteban Delgado también es tatuador, él tiene su estudio en San Rafael de Escazú y se llama INK Addiction Tattoo e igualmente ha tenido que hacer sus diseños en lugares extraños.
“Yo empecé en esto hace como 20 años, siempre me ha gustado dibujar y mis amigos empezaron a decirme que por qué no hacía tatuajes y así empecé. Algunos trabajos le quedan a uno grabados porque tienen algo diferente.
“Muchas mujeres me han pedido que les haga tatuajes en el monte de venus (tejido que cubre el hueso púbico) porque quieren hacer algo dedicado a sus parejas. También me han pedido trabajos en vaginas y penes, ya sea porque quieren que alguien se los vea o solo porque quieren disfrutarlos ellos mismos”, relató el artista.
Para todos los gustos
Muchas personas a la hora de tatuarse buscan dibujos tiernos, significativos, que les recuerden a un ser querido que ya no está, se ponen el nombre de un hijo o un familiar; sin embargo, otros van más allá.
“Hay mucha gente loca que pide tatuajes raros, más de una persona ha venido a pedirme que le tape con un dibujo un nombre que ya no quiere tener en su cuerpo, me han pedido que tatúe axilas, una vez hice un gusano que daba la impresión de que olía feo en ese lugar, otra vez hice una araña cayendo en otra axila, en fin, son cosas extrañas, pero yo siempre chineo a mis clientes y les hago los dibujos que ellos quieran.
“Tengo un amigo que me ha pedido cosas bien locas, incluso me pidió que le hiciera en las nalgas dos dianas de las que se usan para tiro al blanco, seguro para que cuando le pusiera una inyección no se equivocaran”, dijo entre risas.
Ese amigo que menciona Esteban es Andy Corella, quien aún recuerda que el día que se hizo esa loquera no tenía nada mejor que hacer.
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“Mi primer tatuaje me lo hice en el 2001 y ahora tengo 26, la mayoría son especiales y tienen un significado, como por ejemplo una pastora navideña que me recuerda a mi abuelita porque le gustaban mucho, pero algunos solo me los hice porque se me ocurrieron de un momento a otro, como ese de las dianas.
“Pensé que sería interesante ver qué hacían las personas que ponen inyecciones cuando se topan con algo así y bueno, algunos se ríen y otros se quedan extrañados”, contó.
Él dice que trabajó muchos años como salonero y, como tenía que usar uniforme, la mayoría de tatuajes se escondían bajo la ropa, así que nunca se ha topado con gente que le haga malas caras por estar marcado por todo lado.
Andy dice que no lleva la cuenta de la plata que ha invertido en sus tatuajes, sabe que ya es bastante, pero no le duele porque es algo que le gusta y disfruta muchísimo, por eso más delante quiere poner más arte en su cuerpo.
“Cuando uno se hace un tatuaje siente dolor, en algunos lugares más que otros, por ejemplo el estómago es terrible, hace poco Esteban me iba a retocar un tatuaje ahí y no aguanté, pero para mí es un dolor que vale la pena. Tengo pensado seguirme tatuando. Tengo tres ideas en mente: un barco pirata, unos hongos y quiero retocarme dos tatuajes de gatos que tengo”, aseguró.