Tenía 38 años cuando sintió una molestia en un pecho y se sometió a una biopsia, luego de las sospechas de la doctora. Aún así fue sola a recibir el resultado del examen que definiría si tenía cáncer o no. Era el 2015, un año que marcó para siempre a Grethel Gutiérrez Rojas.
Ella derrotó al cáncer de mama. Su batalla se extendió durante 6 años, entre el diagnóstico, los tratamientos, cirugías y la anhelada alta médica.
Por eso, esta vecina de Pital de San Carlos no dudó un solo segundo en compartir su historia, su lucha, sus miedos, pero también su alegría y actitud positiva que le permitieron dar la vuelta olímpica, porque claro que es una campeona, sin duda, una mujer valiente.
Tan valiente que cuando la doctora le dijo que sí era cáncer lo tomó con tranquilidad, tanto que la médico se sorprendió ante la falta de lágrimas y lamentos normales cuando se recibe semejante noticia. Una tranquilidad momentánea.
“Nunca pensé que me iban a decir que era cáncer. Después si lloré todo el camino de regreso a la casa, no sé cómo manejé con los ojos llenos de lágrimas desde Cuidad Quesada hasta Pital. Me daba tristeza tener que contarles a mi entonces esposo e hija, a mis padres y hermanos”, recordó.
Su pequeña Amanda apenas tenía 7 años. El panorama resultó más complicado tan solo dos días después, cuando en el Hospital México le dijeron que por el tamaño del tumor debía someterse primero a quimioterapia y luego a una inevitable cirugía.
“Me explicaron muy bien como sería el proceso de la quimioterapia y me corté el cabello antes de la primera sesión. Para la segunda se empezó a caer y entonces le pedí a mi hermana que me rapara”, contó Grethel.
Luego le tocaría la muy dolorosa operación y por último la radioterapia que resultó en una experiencia agotadora.
“No puedo decir que ninguna de esas etapas me marcara de forma especial, cada una trajo sus propios desafíos y con cada una aprendí mucho”.
Emociones y recuerdos
Para ella, recordar esos seis años con la muerte rondeando sus días se traduce en una combinación de sentimientos, una montaña rusa de emociones y recuerdos.
Por un lado, los momentos tristes y el dolor físico y emocional; por el otro, la felicidad de superar cada etapa como señal inequívoca de que ganaba la batalla, pues le dieron solo 20% de posibilidades de sobrevivir, lo que quedó solo como un dato anecdótico.
“Nunca dudé que lo lograría, aunque reconozco que tenía presente a la muerte como una posibilidad. Solo le pedía a Dios que me diera las fuerzas para afrontar lo que fuera”, relató.
Y uno de los episodios más difíciles fue cuando se quitó las vendas postoperatorias y se vio en un espejo, con una cicatriz que le atravesaba toda el área de lo que era su pecho. A pesar de su fortaleza, ese día se dio el permiso de llorar para afrontar el duelo.
“Lloré mucho en el baño y luego seguí concentrada en mi recuperación. La mitad de mi tratamiento fue mantener una actitud positiva”.
Grethel se la creyó tanto que solo pausó su vida un año para concentrarse en la recuperación. Sin tener el alta médica definitiva, optó por avanzar y crecer, al punto de estudiar un técnico en asistencia veterinaria y viajó a México a capacitarse como terapeuta en biomagnetismo médico.
También rememora su decisión de hacer maletas y viajar con su hija a Disney, algo que venía posponiendo antes del arribo del cáncer, porque si aprendió algo de esa experiencia fue a no dejar nada para después.
“Eso de decir ‘apenas salga de esto haré eso o aquello’ no lo pensé nunca, porque tal vez no iba a salir. Las cosas que quería y quiero hacer las hago y ya. Aprendí que la vida hay que vivirla y disfrutar de cada detalle, por pequeño que sea”.
Grethel quiere que otras mujeres que viven ese flajelo o que podrían recibir el diagnóstico la tomen como ejemplo para que no lo piensen dos veces y se pongan los guantes, suban al cuadrilátero y peleen con todas sus fuerzas.
“Nunca, ni por un momento duden que pueden ganar. Que lean y se informen, hagan todas las preguntas a sus médicos, fortalezcan su amor propio y sobre todo sean positivas y busquen siempre un motivo para reír y ser felices. Que se visualicen cinco o diez años adelante contando su historia como yo, cerrando con éxito este capítulo de la vida”, dijo.
Por último, ella afirmó que el alta médica se convierte en una experiencia extraña, porque significa dejar atrás los temores, algo que se replica en una culpa de sentirse viva y fuera de peligro, mientras otras no pudieron contar su historia.
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“Dos mujeres muy allegadas tuvieron su diagnóstico y murieron mientras yo estaba también en mi lucha y así muchas otras que no conocí”, recordó mientras la voz se le corta al recordarlas.
“En honor a las que no pudieron continuar, yo estoy aquí más viva que nunca, trabajando y viajando cada vez que puedo, viendo a mi hija crecer y aprovechando las oportunidades que tengo para ser feliz. Ahora tengo también un hombre maravilloso a mi lado a quien no le espantan mis cicatrices”, concluyó.