El caso de Pablo Campos, el cartaginés que adornó el carro con bombas y letreros para festejar que luego de un largo y desgastante proceso de tres años logró divorciarse, puso sobre el tapete el tema de ese tipo de festejos.
A muchos no se les pasaría por la cabeza pensar en hacer una fiesta cuando se firma un divorcio, pero esa idea cobra cada vez más fuerza, sobre todo en los casos en los que las personas llevan palo en el proceso.
Pedro Beirute, abogado especialista en Derecho de Familia, reconoce que los festejos de divorcio son cada vez más comunes.
“Se están dando como los matrimonios, he ido como a cuatro o cinco festejos de esos, el último fue hace un mes, una clienta me invitó. La gente festeja que se quita ese cáncer emocional de encima y dice ‘voy a festejar mi divorcio igual que festejé mi matrimonio’, por eso invita a las personas que supieron del sufrimiento que pasaron y toda las situaciones que vivieron.
“Claro, los sinvergüenzas no van a festejar un divorcio, las personas que lo hacen son las que han estado sufriendo, las que son víctimas, esas son las que dicen: ‘quiero festejar este bandido divorcio’ y a veces hasta los hijos participan porque ya son mayores y se han dado cuenta del dolor de las mamás, sobre todo. Imagínese la felicidad que puede sentir este muchacho que adorna el carro y le pone al vidrio ‘ya firmé el divorcio’”, manifestó Beirute.
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Falta de preparación
El abogado dice que en Costa Rica los divorcios suelen ser más dolorosos de la cuenta porque la gente no los prepara y lleva el proceso de mala manera.
“No hay peor cosa en la vida emocional y sentimental que los divorcios, si usted no prepara un divorcio, es la muerte suya. Si se va a divorciar tiene que prepararlo todo, pero la gente no está acostumbrada a eso, simplemente de la noche a la mañana uno de los dos se va, deja a los carajillos en el aire porque se consiguió a otra u otro, en el caso de las mujeres, pero desde hacía uno, dos o tres años ya sabían que ese matrimonio no funcionaba, no había relaciones sexuales, no había cariño, no había atención, no había nada.
“Desde niños nuestros papás no nos enseñan a decir las cosas de verdad. No nos enseñan a decirle a alguien que ya no lo queremos o que ya no sentimos lo mismo que antes. ¿Qué hacemos para reformar o restaurar este matrimonio? No, lo más sencillo es: me divorcio y me jalo y no saben el daño emocional que eso causa para sí mismos y para la familia”, aseguró el especialista.
Beirute dice que en Costa Rica algunos pleitos de divorcio se extienden por cinco, diez o hasta 15 años, todo depende de la forma en la que se negocien las cosas porque los divorcios, para que salgan bien, deben darse mediados, consensuados.
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Procesos muy lentos
El abogado Boris Acosta culpa también al sistema judicial por lo desgastantes y tediosos de los divorcios, ya que él dice que a veces son más lerdos de la cuenta.
“Lamentablemente estos atrasos se deben en gran medida a la mora judicial en los despachos, ya sea porque los funcionarios lo atribuyen a la sobrecarga de trabajo o bien porque en muchas ocasiones se han acostumbrado a que los procesos se vuelvan lentos por esa sobrecarga.
“Acá no solamente hay una inconveniencia por el tiempo o el atraso, sino que hay que tomar en cuenta que estos procesos involucran la sensibilidad y el sentimiento. El Derecho de Familia se caracteriza por eso, las personas involucradas son familia y esto hace que todo sea muy complejo a la hora de resolver los casos”, expresó el abogado.
Acosta dice que antes un divorcio tardaba entre seis meses y un año, dependiendo de las circunstancias que rodearan el proceso, pero ahora hay casos que llegan a durar tres o cuatro años.
“Eso evidentemente va en contra de la paz y la tranquilidad de las personas que participan del proceso porque realmente es desgastante no saber a donde van a llegar las cosas con la resolución cuando se extiende tanto.
“Esto se agrava aún más cuando se dan situaciones como las de este muchacho Pablo, en las que había una pensión alimentaria de por medio que tampoco se aclaraba porque se estaba esperando el divorcio o porque el Juzgado de Pensiones no resolvía y esto lo obligaba a pagar una pensión provisional muy alta para su realidad económica, según lo que él contó”.