Cuando era una niña, Maykeling Espinoza escuchaba a sus profesores de escuela decir que no sería nadie en la vida y hoy es una orgullosa enfermera, que ama servir y ayudar a los demás.
Esta joven de 25 años nació y se crió en el municipio de El Almendro, en el departamento (provincia) de Río San Juan, que se localiza en el sur de Nicaragua, y hoy vive en Alajuela, donde trabaja como auxiliar de enfermería en el Hospital San Rafael.
Cumplir sus sueños no fue fácil. Espinoza tuvo que enfrentar una serie de pruebas en el camino para crecer como persona y profesional y, para ella, la fe y el creer en Dios han sido fundamentales para superarse.
Luchadora
En Nicaragua vivía con su madre Leonor, su abuelita Leopoldina y sus tías, y las dificultades económicas hicieron que su mamá tuviera que hacer maletas y venirse a Costa Rica, para darle una mejor calidad de vida a su niña, pero la situación en tierras pinoleras no mejoraba.
“Mi mamá es ingeniera agrónoma, pero no le alcanzaba para subsistir y, por eso, decidió dejarme con mi familia y se vino para encontrar mejores oportunidades, por lo que se preparó como profesora. Yo tenía 6 años y, en Nicaragua, el dinero no era suficiente y, por eso, estando tan pequeña me tuve que poner a trabajar”, afirmó.
May, como es conocida por sus familiares y amigos, recordó que su abuelita la mandaba a vender postres y platillos típicos nicaragüenses, y el trabajar mientras estudiaba hizo que no se concentrara del todo en sus estudios.
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“Estuve expuesta a muchas situaciones y crecí en un lugar clasista, en donde se diferenciaban los niños pobres de los que tenían mejores recursos, y mis compañeros de escuela y profesores me hacían bullying, por el hecho de trabajar en las calles.
“Los profesores me decían que no iba a ser nadie en la vida, que no tendría futuro, porque no me iba bien en la escuela y yo me creía esos comentarios. Mi mamá vio todo lo que estaba pasando y cuando tenía 12 años me trajo a Costa Rica. Ya había terminado la escuela y ahí comenzó una nueva etapa de mi vida”, afirmó.
“Me encanta mi carrera, sé que es demandante y es complicado ver a los pacientes enfermos, pero todos los días oro con ellos, por verlos mejorar”.
— Maykeling Espinoza, enfermera.
Doña Leonor trabajaba en Limón cuando Maykeling llegó a Tiquicia, y la gente del Caribe la ayudó a adaptarse y recuperar la confianza en sí misma. La joven tenía miedo de ser rechazada por ser nicaragüense, y los limonenses la hicieron sentirse como en casa y, gracias a esto, mejoró su rendimiento académico y obtuvo el bachillerato.
Espinoza estudió en un colegio privado y aunque a su mamá no le sobraba la plata, todos los meses se las ingeniaba para pagar el centro educativo y que a su hija no le faltara nada.
“El volver a vivir con mi mamá fue muy especial, porque me separé de ella cuando era muy niña. Me matriculó en un colegio adventista y entregué mi vida a Jesús, me sostuve en mi fe, en mi religion y esto marcó mi vida para bien.
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“Mi historia es más de fe que de suerte; yo no creo en la suerte, creo en Dios y creo que Dios transforma la vida de las personas y les da oportunidad de empezar, y eso fue lo que pasó conmigo. En Nicaragua sufría mucho, pero el Señor me trajo a este lugar y me abrió las puertas”, afirmó.
Desde niña
May quería ser enfermera desde niña. Cuando era chiquita sufrió algunas enfermedades y el tener que trabajar y sorportar humillaciones hizo que sintiera empatía por las personas.
Llegó el momento de ir a la universidad y quería ir a una adventista, donde se pudiera formar como profesional, pero al mismo tiempo seguir alimentando su fe. Su mamá logró matricularla en la Universidad Adventista de Centro América, que se localiza en Alajuela.
“Mi mamá renunció a su trabajo en Limón, no sabíamos cómo pagar la universidad, pero ella aplicó por un puesto en la universidad y le dieron el trabajo, y así comencé a estudiar Enfermería en el 2017. Luego, me salió la oportunidad de colaborar como misionera en Panamá y fue una experiencia maravillosa, gracias a esto pude compartir la palabra de Dios.
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“Terminé los estudios en el 2021 y un año después me gradué de bachillerato. Apliqué por una plaza en la CCSS para poder trabajar y, gracias a Dios, se me dio la oportunidad y con eso logré pagar mi licenciatura. Me costó mucho, pero tengo 3 años laborando para la Caja y no cambio esta experiencia”, añadió.
Esta joven aprovecha sus redes sociales, es una usuaria activa en Tik Tok e Instagram (May Lazo) para contar sus vivencias y cuando la gente la cuestiona por sus raíces ella les responde.
“Yo no olvido de dónde vengo y le aconsejo a todos que no se den por vencidos. El deseo de querer algo es más fuerte que cualquier obstáculo”, afirmó.