Gabriela Morales Rodríguez es el más vivo ejemplo de que las mujeres nunca deben bajar la guardia con el cáncer de mama, por más exámenes que se hayan hecho.
Ella se hizo el ultrasonido de mamas y la mamografías y todo salió, pero dos meses ya tenía cáncer de pecho.
A Morales se le inflamó el seno izquierdo y pensó que era una mastitis (infección), pero tras el tratamiento ella notó que se le hundió el pezón y vio que algo no estaba bien.
“Fue algo inesperado porque todo había salido bien en las pruebas, no había indicios de cáncer, pero la biopsia confirmó que lo era”, recordó Morales.
Por eso ella asegura que la prevención es la clave para salir adelante con bien de estas pruebas y tener calidad de vida, pues permite detectar a tiempo las enfermedades y tener más posibilidades de sobrevivir.
Desde hace cinco años se unió al grupo de voluntarias de Fundacáncer, una organización que le echa la mano a los pacientes con esta enfermedad.
“Cuando me dieron la noticia pensé de inmediato en mi esposo y mis dos hijas de once y seis años. Lloré como nunca y le dije al Señor: con tu ayuda saldré de esto”, contó doña Gaby.
Desde entonces le quitaron su pecho izquierdo y no ha querido operarse para la reconstrucción porque asegura que ella es más que un seno. Que sigue siendo una mujer, una madre, una persona.
“Uno de los momentos más duros fue la caída del cabello y hasta de las cejas, para mí fue terrible. Fue casi igual de fuerte que cuando me quitaron el seno, porque son dos símbolos de la vanidad femenina”, contó la sobreviviente.
Esta prueba, aunque fue muy fuerte, fortaleció a su familia y la unió aún más.
No se confíe
Esa fue su segunda complicación de salud, pues en 1996 le diagnosticaron un tumor maligno en las costillas del lado derecho, que ocasionaron que le sacaran dos de ellas.
“Me dolía el lado derecho y me decían que era por dar de mamar, pero insistí y me detectaron el tumor”.
Ella fue la primera de su familia en padecer cáncer de mama, por lo que aprovecha para alertar a otras a no confiarse porque en sus familias nadie haya padecido esa enfermedad, pues eso no es garantía.
A sus hijas también les recuerda la importancia de visitar el médico para los chequeos generales, a fin de descubrir a tiempo cualquier mal, pues por el solo hecho de ser mujeres deben quererse y cuidarse.
“Es mucha angustia, porque está a ciegas, no sabe si va a seguir o no. Uno piensa en los hijos”, dijo la sobreviviente.
Recarga de energías
Desde que terminó su tratamiento sabía que quería ayudar a otras personas con cáncer de forma voluntaria porque ella ya había estado en esos zapatos y sabía lo que se teme y se enfrenta en esos momentos.
“Así además devuelvo un poquito de lo que Dios me ha dado, que ha sido la salud”, indicó Morales.
Doña Gaby asiste los martes de 6:30 a. m. a 2 p. m. al hospital Calderón Guardia a hacer trabajo voluntario.
Ella ayuda a los pacientes con sus trámites, les traslada los expedientes, conversa con ellos para darles ánimo, los escucha, les da de comer, o sino simplemente los acompaña en la quimioterapia.
Asegura que aveces viene bajoneada y cuando escucha lo que están pasando las personas que ayuda, sale con una recarga de energía y agradece que su situación es mejor.