Ana Parra y Daniel Parra son españoles y hermanos por parte de padre. Se conocieron de jóvenes: ella tenía 20 años y él, 17. Se enamoraron, sin quererlo según dicen, y no buscaron evitarlo. Se pusieron en pareja. Tuvieron dos hijos. Ahora se quieren casar pero la ley no se les permite.
Por eso decidieron contar su historia, que hoy resuena en España, y poner en el centro de la polémica el incesto entre dos adultos que eligen amarse. Tras nueve años de relación, Ana (34) y Daniel (31) quieren formalizar su unión como una pareja más, pero el Código Civil de su país prohíbe el matrimonio entre parientes directos, pese a que el incesto no está considerado delito desde el año 1978.
“Mi madre me contó que mi padre nos había dejado para formar otra familia y que había tenido otro hijo. Siempre tuve la curiosidad de conocerlo, sobre todo por si me lo encontraba algún día por la calle o en algún sitio”, dijo Ana en una entrevista publicada días atrás por el medio El Español.
A los 20 años tomó la decisión de rastrear primero a su padre, con quien no tenía contacto, por Facebook; y luego, a su hermano. Al encontrarlo, decidió crearse un perfil falso para que el joven la sumara a sus contactos. En paralelo, a Daniel le habían contado algo parecido. Sus padres se habían separado cuando él tenía ocho años y vivía con su papá. A él también le habían dicho que tenía una hermana por ahí, pero a diferencia de Ana, nunca estuvo interesado en buscarla.
De acuerdo con sus declaraciones, ya tenía otros tres hermanos más. Cuando Ana, con su perfil falso, comenzó a escribirle por la red social él contestó. Al comenzar a charlar ella le contó quién era y ambos descubrieron que vivían en un pequeño pueblo llamado Santa Eulalia de Ronsana y sin embargo no se conocían ni de vista.
“Nos dimos un abrazo y nos dio por reírnos. Fue una situación muy rara. Fue un poco incómodo ya que no sabíamos muy bien qué decir”, contó Daniel sobre el primer cara a cara.
Por esa época Ana vivía sola. Y como se llevaban muy bien, como una especie de amigos según describen ellos, al poco tiempo Daniel se fue a vivir con ella.
“Intentamos mantener esa relación de hermanos, que es lo que marcan los cánones, pero nosotros no lo sentíamos así... No existía ese sentimiento fraternal. Yo conocí a una chica que me decían que era mi hermana y que tenía los mismos gustos que yo y me lo pasaba muy bien con ella, pero no la podría catalogar como a una hermana”, explicó Daniel.
Con el tiempo el sentimiento de amistad se transformó en otra cosa, admitieron los dos.
“Estábamos en una fiesta, nos acercamos lentamente y nos dimos nuestro primer beso”, aseguró ella. “Fue espontáneo, nada premeditado”, indicó él.
Tras esa situación, ambos se sintieron con culpa porque sabían que moralmente su relación entraba en los cánones de lo prohibido. La pasaron muy mal hasta que decidieron dejarse llevar y consiguieron un apoyo clave: el de sus amigos, que vieron todo el proceso de enamoramiento entre ellos y lo entendieron.
“La sociedad se rige por unas normas morales y nuestra moral, en el fondo, nos impedía dar ese paso. Y es una tontería ya que, si lo piensas, nuestra relación es como cualquier otra excepto por un libro de familia que dice que somos hermanos de sangre”, dijo Daniel.
Cuando decidieron a contar su verdad, se presentaron en un programa de televisión y lo anunciaron allí. Según admitieron, es la gente que no los conoce la que más condenaron su relación.
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“Hay personas que nos han escrito por redes diciéndonos que vamos a arder en el infierno”. No dejaron lastimarse por ello, intentaron tomarlo con humor. Además, en televisión, aclararon que no reivindican las relaciones amorosas entre hermanos.
“Nosotros no hemos dicho nunca que la relación de amor entre dos hermanos sea algo natural, simplemente contamos nuestra historia personal, no reivindicamos nada. Nos ha pasado esto, es algo inusual y ya está, pero mucha gente piensa que estamos locos por defender este tipo de relaciones y que atentamos contra la moral, y no es así, solamente contamos lo que nos ha pasado”, aseveró al respecto Daniel.
Hoy Ana y Daniel tienen dos hijos de cinco y tres años que van a un colegio Montessori, donde encuentran todo tipo de familias. Los niños saben cuál es la historia de sus padres, pero sus padres admiten que aún son muy pequeños y no entienden del todo lo que significa.
Antes de decidir tener hijos, la pareja averiguó si correrían peligro de tener problemas genéticos. El médico que los atendió entonces les dijo que el riesgo de que nacieran con algún tipo de enfermedad recesiva era un 4% mayor a una pareja que no comparte genes. Tras recibir esa información, se hicieron exámenes genéticos para saber si portaban enfermedades que podían pasar a sus bebés. Ambos dieron negativo.
Respecto de la exposición que dan a los menores, Ana explicó que sube fotos de ellos a las redes para que las personas no crean que tienen enfermedades genéticas o para que no deduzcan que ellos no pensaron en los posibles peligros antes de engendrarlos.
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Los niños están registrados como sus hijos, gracias a un caso previo de hermanos que tuvieron descendencia y que por una sentencia judicial pudieron reconocerlos como tales ante la ley. Y tal como consiguieron esto, quieren lograr la aprobación para el matrimonio. En eso insisten: Ana y Daniel quieren que se conozca su historia para que cambien las leyes y la mirada de la sociedad. Y repiten que no le hacen daño a nadie, que simplemente se aman.