Muchos esperan que el año del Buey traiga abundancia, pero ha empezado mal para las vacas salvajes de una pequeña isla de Hong Kong que pasan hambre desde que los senderistas, deseosos de naturaleza en tiempos de pandemia, invaden su hábitat y pisotean los pastos.
Hasta hace poco la llamada Tap Mun o Grass Island (la isla cubierta de hierba) era conocida por sus prados. Ahora apenas encuentran hojas de hierba porque los pastos se han convertido en tierra estéril.
Hong Kong no es solo rascacielos, cada cual más alto, sino un vasto territorio cubierto en un 75% por campo y parques naturales.
Posee una rica fauna con cobras, jabalíes, macacos y cacatúas. Y muchas vacas salvajes, que descienden de especímenes de ganadería soltados en la naturaleza.
Algunas viven en Tap Mun, una isla en el extremo noreste del territorio, geográficamente más cerca de China continental que de los rascacielos del corazón financiero de Hong Kong.
Para llegar a esta isla, donde viven decenas de familias de pescadores, hay que tomar el autobús durante una hora larga a través del parque de Sai Kung y después un pequeño ferry que pasa tres veces al día como máximo.
Una odisea que antes solo emprendían los senderistas y amantes de las acampadas más motivados.
Desastre ecológico
Eso era antes de que la pandemia prohibiera viajar a los habitantes de Hong Kong, quienes se dedicaron a explorar los tesoros de su patrimonio.
Hace un año que los caminantes han tomado de asalto los parques, rutas de senderismo e islas remotas. Y así fue como las vacas salvajes de Tap Mun se fueron quedando sin sustento.
"De repente, llegaron muchedumbres que pisoteaban la hierba", lamenta Ho Loy, al frente de Lantau Buffalo Association, que lucha por la protección de las vacas y búfalos salvajes.
En toda la isla, las rutas de senderismo se extendieron. El terreno del campamento, donde las vacas solían pastar, se ha convertido en tierra polvorienta.
"Se ha pisoteado demasiado la zona", explica Ho. "El problema no se limita a la hierba que ha desaparecido. También se ha ido la capa superficial de tierra sobre la que crecía la hierba. Es una catástrofe desde un punto de vista ecológico".
La situación ha llegado a tal extremo que hay asociaciones que llevan pasto a la isla para alimentar las vacas.
Vacas “basureras”
Cada mes, Ho imparte un taller para enseñar a los voluntarios a recoger el heno. Recientemente fue con ellos a un pueblo de Hong Kong para que aprendieran a manejar la hoz (herramienta para cortarla).
En cuanto volvieron a Grass Island, las manadas de vacas se acercaron a ellos para comer.
Y es que debido a la falta de hierba, el ganado recurre cada vez más a las personas para alimentarse, o rebusca entre la basura que dejan los senderistas.
"Hemos visto a vacas hurgando en la basura", señala Jennifer Wai, quien participó en el taller con su marido. "Las vimos intentar comer golosinas que había en el interior de una caja. Se tragaron la caja. Daba pena verlo".
Ho también quiere sensibilizar a los visitantes que alimentan a estos animales.
“Puede ser peligroso”, avisa. “Algunas vacas tienen un estómago extraño, como si estuviera hinchado. Esto significa que tienen mucho plástico en su sistema digestivo”.