Comerse 63 hot dogs en diez minutos y mantener la sonrisa y la compostura, eso fue lo que logró este lunes Joey Chestnut, campeón del mundo de la especialidad, en el concurso que desde hace más de un siglo se celebra cada 4 de julio en Coney Island (Brooklyn), un clásico en el Día de la Independencia de Estados Unidos.
Pese a su dominio absoluto en la especialidad, el 15 veces campeón, con una pierna rota, quedó lejos del récord alcanzado en 2020 cuando ingirió 76 perritos calientes completos, incluido el pan, en 10 minutos. Por eso le pidió “disculpas” al público por no estar en lo mejor de su forma y prometió prepararse “con más fuerza” para futuras citas.
Según reconoció, come salchichas a menudo y “en torno a una vez a la semana” participa en concursos. Eso sí, después de la comelona de este lunes, no pensaba probar bocado hasta el día siguiente.
Pero a juzgar por la distancia que le separa del segundo y tercer clasificado, Geoffrey Esper (47,5) y James Webb (41), su corona no parece estar en peligro por el momento.
“Joey Chestnut es una fuerza superior que desafía las leyes de la física”, dice el organizador George Shea.
En la competencia femenina del evento, la ocho veces campeona Miki Sudo se comió 40 hot dogs también en 10 minutos. La campeona regresó a la competición arrasando tras un año de ausencia por su embarazo (presentó a su bebé en el evento), aunque también estuvo por debajo de su récord de 48 perritos.
Muy lejos quedó la campeona del año pasado Michelle Lesco, que comió 26 y Sara Rodríguez, 23,5.
Sudo, que reconoció que también come pollo y verduras, aseguró que bajará la llenura con fruta.
A veces de dos en dos, las salchichas desparecían en un santiamén en la boca de los concursantes, que mojan el pan en la media docena de vasos llenos de agua (excepcionalmente), sodas o limonadas, expuestos alrededor de los incesantes platos de hot dogs, para que pasen más deprisa y no se atraganten.
En una fiesta inconfundiblemente estadounidense, donde los colores de la bandera estaban omnipresentes en pantalones, camisas, calcetines o gorras, animadas por actuaciones musicales y porristas, los concursantes llegaron de todo el país y más allá de las fronteras, como Australia o África.
Este concurso es sin duda el “evento deportivo más icónico de la historia estadounidense”, dice Shea, que en la primera edición pospandemia esperaba hasta 35.000 espectadores.
Tras dos años de pandemia, el concurso volvió al lugar donde solía realizarse, frente al legendario restaurante de Nathan Handwerker que le da nombre al concurso nacido en 1916.