En el pasillo de un viejo bazar de Antakya, una ciudad afectada por el devastador sismo que golpeó el sur de Turquía, un joven corre a toda prisa con la cabeza ensangrentada, perseguido por un comerciante con una barra de hierro, ya que lo acusa de saquear su tienda.
En esta ciudad milenaria, las calles están vacías, abandonadas y llenas de polvo tras el terremoto de magnitud 7,8 que devastó el sur del país y la vecina Siria, dejando casi 26.000 muertos.
Aprovechando la devastación y la huida de los habitantes, grupos de saqueadores destruyeron escaparates y arrancaron las rejas que protegen algunas tiendas.
La situación se tensó repentinamente el sábado, por lo que comerciantes y policías decidieron montar guardia, listos para reaccionar ante cualquier sospecha.
Hace unos días, familias enteras vaciaron los supermercados para alimentarse tras el sismo. Pero los saqueos también afectaron a tiendas de teléfonos, de ordenadores y de ropa.
En una tienda de tecnología, ya solo quedan los carteles con el nombre de las marcas de teléfonos. El resto está vacío, con algunas cajas en el suelo.
En el comercio de al lado, los maniquíes, en el piso, ya no tienen ropa.
Los distribuidores de dinero tampoco se salvan. Cuatro de ellos fueron arrancados y vaciados.
“Es una pesadilla”
Según los servicios de seguridad, al menos 48 personas fueron arrestadas por saqueos en ocho provincias afectadas por el sismo. Entre ellas, 42 en la provincia de Hatay, donde se encuentra Antakya.
Cuando fueron arrestados, llevaban importantes sumas de dinero, teléfonos móviles, ordenadores, armas, joyas y tarjetas bancarias.
“Vigilamos nuestras casas, nuestros coches”, cuenta Aylin Kabasakal.
“Los saqueadores también llegan a las casas. No sé qué decir, estamos destruidos, en estado de conmoción, es una pesadilla. Nuestras autoridades deben protegernos”, añade la mujer.
En esta provincia fronteriza con Siria, que en 2021 contaba con más de 430.000 refugiados de este país, las sospechas se dirigen hacia los “extranjeros”.
Las redes sociales están repletas de amenazas hacia los saqueadores, con videos que muestran escenas en las que se golpean a personas.
“Los turcos también pueden hacer eso”, opina Nizamettin Bilmez, un comerciante de electrodomésticos.
La entrada de su tienda quedó parcialmente tapada tras el derrumbe de un edificio aledaño, por lo que la mayoría de sus aspiradoras siguen ahí.
Bilmez cree que lo que se vio en los supermercados estos días es “normal”. “La gente necesitaba encontrar comida, pañales para los bebés. La ayuda no llegaba”, recuerda.
Ante esta situación, el Estado trata de actuar. Un decreto publicado el sábado permite ahora que los fiscales tengan detenidos a los sospechosos de saqueo durante siete días, y no cuatro.
De visita en Diyarbakir (sureste), el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, recordó que en el país rige el estado de emergencia.
“Esto significa que a partir de ahora, las personas implicadas en pillajes o secuestros deberían saber que la mano firme del Estado está encima de ellos”.
Mientras tanto, los comerciantes se preparan para cualquier incidente. Y el marido de Aylin Kabasakal advierte que tiene un arma y montará guardia frente a su casa.