Con barba, los labios apretados, la mirada fija y sobre su rostro la leyenda “SE BUSCA”. Adolfo Macías, alias Fito, es ahora el fugitivo más peligroso de Ecuador tras su huida de la cárcel, desde donde comandaba la principal banda criminal de un país sumido en la violencia.
Poco más se conoce sobre el líder de Los Choneros que su pasado humilde y como taxista, además de su capacidad para romper la ley que lo llevan a ser catalogado por el gobierno como un “delincuente con características sumamente peligrosas”.
Las alarmas sobre su paradero desconocido saltaron el domingo, cuando uniformados en un operativo notaron su ausencia. Atrás había dejado una prisión adornada con imágenes que exaltan su propia figura, las armas, los dólares y los leones.
La fuerza pública activó un plan para dar con el jefe de una banda narcodelictiva que surgió en la década de los años 90 en la costera provincia de Manabí (suroeste), estratégica para el tráfico de droga hacia Estados Unidos y Europa.
El gobierno cree que pudo haber escapado “horas antes” de la intervención policial en la cárcel Regional de Guayaquil (suroeste), donde era considerado el mandamás.
Videos dan cuenta de las celebraciones que tenía dentro de la cárcel con músicos y pirotecnia. Incluso llegó a grabar en un patio un videoclip de un narcocorrido en su honor, interpretado por un mariachi y su hija, que se presenta como Queen Michelle.
En la grabación aparece saludando, riendo y acariciando un gallo de pelea.
Fito ejercía “un control interno importante del centro penitenciario”, señaló la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en un reporte de 2022 realizado tras un encuentro con el capo.
El organismo agregó que Macías y Junior Roldán, otro cabecilla de Los Choneros asesinado el año pasado en Colombia, tenían “un trato diferenciado y preferente por las autoridades” carcelarias.
Ascenso y fragmentación
En el mundo de Fito se aplica el dicho: a rey muerto, rey puesto. Su ascenso hasta lo más alto de la banda, integrada por unas 8.000 personas, se dio por las sucesivas muertes de sus antecesores.
Asumió el mando de la organización en 2020, tras los fallecimientos de sus amigos Jorge Luis Zambrano, alias Rasquiña, y Junior Roldán, JR.
El nuevo capo se graduó de abogado en prisión, donde pagaba una condena a 34 años por los delitos de tenencia de armas, tráfico de drogas, delincuencia organizada y asesinato.
Su escalada a la cúpula criminal estuvo acompañada de la fragmentación de la banda, que hasta la muerte de Rasquiña había cohesionado a buena parte de organizaciones menores.
De acuerdo con Insight Crime, los últimos cambios en el mando de Los Choneros “han motivado las luchas internas en el grupo y sus subgrupos”. Bandas como Tiguerones y Chone Killers se apartaron y les declararon la guerra.
El centro de estudios señala que Los Choneros “han perdido poder de manera progresiva frente a una alianza encabezada por los Lobos”, cuyo jefe en Quito también se fugó el martes de una prisión en Riobamba (sur).
Los Choneros primero estuvieron dedicados al crimen tradicional con asaltos en alta mar, lograron nexos con narcotraficantes colombianos y luego mexicanos. Actualmente tienen vínculos con los carteles de Sinaloa, el Clan del Golfo (mayor exportador de cocaína del mundo) y organizaciones balcánicas, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado.
Un ejército virtual
En redes sociales, Los Choneros se presentan como bienhechores al estilo de Robin Hood y producen sus propios videoclips que ensalzan el narcotráfico. Amenazan a periodistas y lanzan advertencias a otras bandas con ritmos urbanos.
“Activos, Choneros, aquí somos leones. Con el tío Fito como se supone, controlando el barrio aquí somos patrones”, dicen en una de sus tantas canciones.
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Obeso, barbudo y de melena revuelta, el temido líder pasó de protagonizar virales canciones de rap en el mundillo del crimen a ser nuevamente portada de los medios de comunicación tras el magnicidio del candidato presidencial Fernando Villavicencio, que lo acusó de haberlo amenazado una semana antes de caer baleado en agosto por un sicario colombiano.
La justicia no ha condenado a Fito por ese delito, pero el gobierno del entonces presidente Guillermo Lasso (2021-2023) ordenó su traslado a una cárcel de máxima seguridad, en una espectacular operación de la fuerza pública que desató protestas de reclusos.
Fito regresó poco tiempo después a su feudo de la cárcel Regional de Guayaquil mediante recursos jurídicos.
Ahora nuevamente su fotografía con la leyenda “SE BUSCA” da vueltas por Ecuador, que se desangra en medio de enfrentamientos desatados tras su fuga.
En 2013 ya se había escapado, pero su travesía duró apenas tres meses.