Mientras el mundo exterior se sumerge en la tranquilidad de la noche, nuestro cuerpo experimenta una serie de cambios: perdemos calor, nuestros latidos cardíacos y la presión arterial disminuyen, la respiración se hace más lenta y nuestros músculos se relajan.
Sin embargo, hay un rincón en nosotros que permanece despierto y activo: el cerebro. A través de la noche, durante el sueño REM, principalmente, (ese momento en que los ojos se mueven rápidamente), nuestra mente se embarca en un viaje de ensueños que abarca entre una hora y media y dos horas distribuidas en cuatro a seis episodios.
“Toda esta actividad sucede porque durante el sueño el cerebro realiza un gran reclutamiento de neurotransmisores. Es tan intensamente activo soñando como cuando está despierto”, señala Monica Andersen, directora del Instituto del Sueño y profesora en el departamento de Psicobiología de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp).
¿Por qué soñamos?
Aunque el misterio de los sueños fue listado por la revista ‘Science’ entre las 125 preguntas sin respuesta en su edición de aniversario, existen hipótesis que sugieren su utilidad.
Una de ellas, propuesta por Andersen, es que soñar permite organizar y filtrar la información diaria en nuestro cerebro, desechando lo innecesario y conservando lo relevante. Esto explicaría por qué no siempre soñamos con lo que más deseamos, sino con aspectos novedosos o estresantes de nuestra vida diaria que necesitan ser procesados.
Otra teoría es que los sueños juegan un papel crucial en la consolidación de la memoria, ayudando a almacenar información en “cajones” cerebrales para su futuro uso.
“Evidencias muestran que cuando la persona no tiene sueño REM de calidad y cantidad, experimenta un deterioro cognitivo, especialmente de la memoria”, añade Andersen.
Además, los sueños podrían ser fundamentales para el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso, especialmente en la infancia, sugiriendo un papel esencial en el aprendizaje y la maduración cerebral.
El significado de los sueños, sin embargo, sigue siendo un terreno lleno de especulaciones. Desde la antigüedad, se han interpretado como presagios o mensajes divinos, mientras que figuras como Sigmund Freud y Carl Jung los vieron como ventanas a nuestros deseos más profundos o mensajes del inconsciente.
David Billington, del Dream Research Institute en el Reino Unido, sugiere que los sueños están conectados con nuestras preocupaciones diarias, ya sean conscientes o no, y podrían tener un propósito evolutivo al permitirnos ensayar respuestas a amenazas potenciales en un entorno seguro.
El investigador británico menciona teorías como la Teoría de la Simulación de Amenazas, que sugieren un uso evolutivo para los sueños, permitiéndonos ensayar respuestas a situaciones amenazantes (ya sean físicas o sociales) sin ponernos realmente en riesgo.
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Lo que es indiscutible es la complejidad de soñar, un fenómeno que, según Andersen, no distingue entre buenos y malos sueños: “(Las pesadillas) solo son sueños que no te gustan. No son más que un sueño con contenido que para ti no es agradable”.