La investigación por el asesinato de un niño de 12 años en 1964, por parte de una pareja de asesinos en serie, fue reabierta por la policía británica tras hallarse lo que podrían ser restos humanos.
El niño, Keith Bennett, fue una de las víctimas de los asesinos en serie Ian Brady y Myra Hindley, que enterraban a sus víctimas en un campo cercano a la ciudad de Mánchester.
La brutalidad de los crímenes (cometidos entre julio de 1963 y octubre de 1965, que en algunos casos estuvieron acompañados de agresiones sexuales), además del rol de la mujer en atraer a las futuras víctimas, sigue generando hoy repulsión ante estos llamados “asesinatos del páramo” (“Moors murders”).
La policía de Mánchester afirmó que había sido contactada por el representante de un escritor, que había investigado sobre la muerte de Keith Bennett, cuyo cuerpo jamás fue hallado.
“Se nos informó que había descubierto lo que podrían ser restos humanos en un remoto lugar del páramo”, reveló la policía en un comunicado.
“Especialistas han iniciado, desde la pasada noche (del jueves) una exploración inicial”, agregó la policía, precisando que aún “es demasiado pronto para estar seguros” de que los restos son humanos.
Brady y Hindley fueron encarcelados en 1966 por los asesinatos de John Kilbride, de 12 años, Lesley Ann Downey, de 10, y Edward Evans, de 17.
Años después confesaron los asesinatos de Keith Bennett y de la joven de 16 años, Pauline Reade.
Brady jamás expresó remordimientos y el juez que los juzgó afirmó que tanto él como Hindley eran la representación absoluta del “mal”.
Hindley murió en prisión en 2002 y Brady falleció en 2017.
La madre de Keith Bennett, Winnie Johnson, murió a los 78 años en 2012 sin saber dónde se encontraba el cuerpo de su hijo.