En las vitrinas de un centro comercial se exhiben como si fueran juguetes. Son pistolas que se anuncian como no letales o “traumáticas” y en Colombia se han convertido en una preocupación para la seguridad.
En la última década cientos de miles de estas armas fueron importadas legalmente y vendidas sin restricciones. Son réplicas de pistolas Glock, Storm Beretta, CZ y Heckler/Koch. Para adquirirlas solo es necesario presentar un documento de identidad.
También se venden en internet. Uno de los sitios web que las ofrece avisa: “Es muy fácil. Solo se necesita tener la plata y cédula de ciudadanía”.
Algunos las usan para seguridad, otros para el tiro deportivo. Pero su uso criminal para atemorizar a la ciudadanía debido su parecido con un arma tradicional inquieta a las autoridades.
El gobierno prepara un decreto que impondrá a las pistolas traumáticas las mismas restricciones que tienen las armas de fuego.
La única diferencia con una pistola convencional es que sus balas no son de plomo, sino de goma o caucho, explica el experto en seguridad Orlando Carrillo. “En su funcionalidad son idénticas, las dos expulsan un proyectil a partir de un fulminante, una pólvora”.
En las manos incorrectas y disparada a menos de 15 metros contra tejidos blandos o una arteria, una munición de ese tipo puede “producir la muerte”. “Las lesiones que se pueden producir (...) son muy similares a las de un arma de fuego”, detalla Carrillo.
“¡Explótelo!”
En la noche del 23 de agosto, una bala de arma traumática reventó el ojo derecho de Luis Rodríguez Mojica, un mecánico de 35 años que vive en un barrio popular de Bogotá.
Dos hombres lo abordaron en una moto para asaltarlo. “¡Explótelo, explótelo! (dispárele) ¡Se va a escapar!”, gritaba uno. Su córnea “se pulverizó por el impacto”, recuerda Rodríguez. Ahora cubre su ojo con un parche.
Alrededor de 1,5 millones de armas “no letales” han sido “comercializadas de manera legal” en Colombia, calcula la fundación independiente Ideas para la Paz (FIP), que en 2020 alertó sobre la necesidad de reglamentar su comercio.
El caos en el mercado llevó hasta “una situación fuera de control”, resume un expolicía y gerente de un club de tiro de Bogotá que pidió guardar el anonimato.
Desde 2014 son la más importadas en el mercado legal, en gran parte de China o Turquía. En 2009 llegaron al país 8.585 y para 2020 la cifra subió a 190.706. Valen entre $130 (81.000 colones) y $410 (256.000 colones).
Según la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, las armas traumáticas “se están vendiendo como juguetes”, pero “están siendo un factor de intimidación” de la delincuencia.
Las autoridades no tienen cifras claras sobre muertos o heridos por armas traumáticas. En cambio, han detectado modificaciones para hacerlas letales.
La punta de las balas se puede reemplazar por plomo. También es posible cargarlas con munición que normalmente usaría un arma tradicional, corriendo el riesgo de que el cañón explote.
El número de víctimas que han dejado las armas traumáticas se puede camuflar entre los más de 500 homicidios con armas de fuego por año que registra la ciudad de ocho millones de habitantes. “Son traídas al país como juguetes, pero son juguetes muy peligrosos”, enfatiza Carrillo.
A falta de regulación estricta, un delincuente sorprendido con una pistola de este tipo no se expone a ninguna sanción judicial.