Birmingham, Reino Unido.
AFP
Labradores y cóckers adiestrados han cambiado las vidas de sus dueños, devolviéndoles las facultades físicas perdidas.
En las avenidas del salón de Crufts, la exposición canina más grande del mundo organizada en Birmingham, la asociación “Hearing Dogs For Deaf People” (perros guía para sordos) hace una demostración.
Los adiestradores profesionales enseñan a los perros a reconocer sonidos como los de un despertador, una llamada a la puerta o una alarma contraincendios y a transmitir la información dando un golpe con la pata o adoptando determinadas posiciones.
“Nuestro objetivo es devolver a los sordos su independencia gracias a su perro”, explica Veronica Pearce, la portavoz de la asociación. “Gracias a esto muchos beneficiarios han podido vivir solos, sin que sus parientes tengan que preocuparse por ello”.
Desde su creación en 1985, la organización ya acompañó a más de 2.000 personas. “Si hay peticiones particulares, nos las arreglamos para que el animal sea entrenado” para responder a ellas, explica Janine Hovey, una adiestradora de 27 años. “Por ejemplo, si la persona tiene un bebé se puede amaestrar al perro para que reconozca los llantos”.
Desde hace tres años, John Morris, un exoperario de almacén instalado en Leeds (norte de Inglaterra), se lleva a Théo, el cócker que le dio la asociación, a todas partes. “Recuperé mi libertad. Antes no me atrevía a salir”, afirma entusiasmado el sexagenario que perdió la audición hace unos 15 años tras haber trabajado toda su vida en un entorno “muy ruidoso”.
Pero para él lo esencial no es eso. Con sus paseos y la curiosidad que suscita el perro, John Morris recuperó la autoestima. “Ahora puedo hablar con la gente, antes no me atrevía, no lograba mirarles a los ojos”, cuenta con satisfacción. “Es como una nueva vida”. También es cooperante en la asociación y participa en las demostraciones.
A Lynn Radcliffe su nueva autonomía le permite disfrutar de su pasión por el fútbol. ”¡Hace unas semanas estaba en Wembley (un estadio londinense) cuando ganamos al Arsenal, 3-0!”, cuenta encantada esta hincha del Manchester City.
En 1998 le diagnosticaron epilepsia. Se quedó sin permiso de conducir y sin empleo y tuvo que abandonar sus actividades recreativas. “Todo se había vuelto peligroso, incluso las cosas tan básicas como cruzar una carretera, podía sufrir un ataque de repente”, recuerda. “Hacía falta alguien para acompañarme”.
Hace unos años pudo recuperar una vida casi normal gracias a Simba, un labrador sometido a un programa de adiestramiento de la asociación británica “Support Dogs”.
“Hay señales muy sutiles, que no podemos ver pero que los perros pueden detectar” 15 o 50 minutos antes de un ataque, explica Rita Howson, la directora de la asociación. Entonces el perro puede advertir a su amo de un brote epiléptico mediante ladridos o determinados comportamientos.
Esta alerta no impide el ataque pero da tiempo para prepararse y evitar un accidente doméstico.
“Me siento más segura en casa”, afirma Lynn Radcliffe. “Puedo darme un baño sin tener miedo a ahogarme. Si Simba me advierte de que voy a tener un ataque puedo salir para evitar exponerme al peligro”.
Además de los epilépticos, “Support Dogs” acompaña a adultos que sufren una discapacidad física y a niños autistas. En total más de 7.000 personas en el Reino Unido, entre ellas 5.000 ciegas, cuentan con la ayuda de un perro en su vida cotidiana, según “Assistance Dogs”, que federa a asociaciones de perros guía en el país.