Papá Noel cambió el trineo y los renos por una lancha a motor para navegar por las aguas del río Amazonas, en Brasil, llevando alegría y esperanza a los niños que lo esperan ansiosamente en la orilla.
Su traje rojo y blanco contrasta con el verde esmeralda del bosque tropical más grande del mundo y las aguas marrones del río.
“¡Feliz Navidad!”, exclama antes de desembarcar, agitando una campana, en la localidad de Paraná da Terra Nova, a 24 kilómetros de Manaus, la mayor metrópolis amazónica.
En el marco de una operación de la asociación “Amigos do Papai Noel”, visita las comunidades pobres de “Ribeirinhos”, que son familias que viven a orillas del río.
Cuando finalmente pone un pie en tierra, después de tres horas de navegación, este Papá Noel abre los brazos para recibir a los pequeños que corren hacia él.
“No podemos cambiar el mundo, pero podemos hacer sonreír a los niños en Navidad”, dijo Jorge Alberto, de 57 años, vestido con su grueso traje, su gorro y su barba postiza, pese al calor sofocante.
Para llevar regalos a quienes viven en las zonas más aisladas, a veces debe enfrentarse a una verdadera carrera de obstáculos en las turbulentas aguas.
Después de haber tomado prestada una pequeña barca para adentrarse en un recodo particularmente estrecho del río, camina con paso vacilante sobre un puente improvisado de tablas que no dan nada de seguridad.
Pero cuando el Papá Noel amazónico llega a su destino, la recompensa está ahí: la sonrisa de oreja a oreja de los niños que olvidan por un tiempo su cruda realidad, en una región severamente afectada por la pandemia de covid-19.
“Nuestro desafío es llegar a donde nadie va. No solo venimos a repartir regalos, venimos a traer alegría”, explica Denise Kassama, coordinadora de este proyecto que apunta a beneficiar a 4.000 niños de aquí a Navidad.
La lluvia torrencial que cayó al final de la jornada no apagó el entusiasmo de los voluntarios, que organizaron juegos y talleres de maquillaje.