“Dios no quiere apariencia, sino cosas concretas. No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo bueno. Ya que es su fiesta, su cumpleaños, hagámosle a Él regalos que le agraden.
“En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido”.
Ese fue el pedido que hizo hoy el papa Francisco en la misa solemne de Navidad en la basílica de San Pedro -otra vez con muchísima gente después de dos años marcados por restricciones por la pandemia -, en una homilía llena de pasión en la que denunció el consumismo que rodea a las Fiestas, el hambre de poder que genera los conflictos y lamentó la existencia de “niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia”.
Ante cardenales, obispos, sacerdotes, siete mil fieles y miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el pontífice comenzó su sermón de una de las misas más importantes del año con una pregunta: “¿Qué es lo que le sigue diciendo esta noche a nuestras vidas?”.
“Después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado”, advirtió.
Recordó que la narración evangélica toma distancia del escenario mundano que en esa época tenía que ver con un gran censo que se estaba realizando y se concentra en un pequeño objeto, aparentemente insignificante: el pesebre.
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“Por lo tanto, ¿qué es lo que nos quiere decir a través del pesebre? Al menos tres cosas: la cercanía, la pobreza y lo concreto”, dijo, pasando a explicar estos tres conceptos.
En cuanto a la cercanía, Francisco indicó que, como el pesebre sirve para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido, puede simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir.
“Porque, mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos”, dijo.
“¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles”, denunció.
“En esta Navidad, como le sucedió a Jesús, una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados.
Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia”, lamentó.