ROMA.- Como si no alcanzara con el revuelo suscitado por el libro de memorias, lleno de rencor, del secretario privado de Benedicto y por los textos con ataques al papa dejados por el influyente cardenal australiano George Pell -quien murió sorpresivamente el martes pasado-, reapareció este sábado Francesca Immacolata Chaouqui, la relacionista pública condenada a diez meses de prisión, en julio de 2016, por un tribunal del Vaticano por filtración de documentos reservados.
Apodada por sus detractores como la “papessa” (la papisa) o la “mata-hari” del Vaticano, Chaouqui, lobista de 40 años, fue citada a declarar en el maxi-juicio por corrupción y malversación de fondos que está teniendo lugar en el Vaticano, y que puso en el banquillo, entre otros, al cardenal italiano, Angelo Becciu. Chaouqui siempre consideró a Becciu uno de sus máximos enemigos.
Calabresa de padre marroquí, Chaouqui saltó a la fama internacional en julio de 2013, cuando fue designada por el papa como única mujer y persona de nacionalidad italiana en la comisión de ocho técnicos que debía revisar la organización económico-administrativa de la Santa Sede (llamada Cosea, por sus siglas).
Antes de ingresar este sábado al Vaticano para su cita con la justicia, Chaouqui, quien convocó a la prensa, en un virtual show, disparó munición gruesa y adelantó que iba finalmente a decir su verdad, al destacar que llevaba consigo una caja con más de 3.000 páginas de documentos.
“Voy a contar cómo el cardenal me alejó del Santo Padre y después cómo el Santo Padre volvió a llamarme a su lado y cómo luché junto a él para que la transparencia que había comenzado con la Cosea siguiera”, dijo.
“Voy a demostrar cómo hubo un verdadero intento de poner en jaque la diplomacia pontificia sustituyéndola con una diplomacia paralela que se desarrollaba a través de empresas de inteligencia pagadas por un poder oculto, que se movía a espaldas del Papa y que lo utilizaba”, disparó.
Chaouqui, que aseguró que iba a pedir una revisión del llamado proceso Vatileaks II, negó haber fingido ser un “anciano magistrado”, sino que explicó que fue Ciferri, la amiga de Perlasca, quien inventó eso. “A mí lo que me interesaba era solamente que el papa Francisco supiera la verdad y que supiera que el principal colaborador del cardenal lo había usado, maniobrado, engañado”, explicó.
Alegó, además, que no estaba buscando una “rehabilitación” porque “desde el momento en que el papa Francisco volvió a llamarme en 2018, supo cómo fueron las cosas y ya he ganado“.
“No es por venganza, no es por rescate. Es por amor al papa Francisco, a la Iglesia y a la verdad. Hasta dentro de poco, Don Angelino”, tuiteó Chaouqui de lo que ella consideró su gran día, un día que esperaba desde hace diez años.
Durante la audiencia, la mujer reiteró que en 2018 volvió a contactarse con el papa Francisco con el único objetivo de “ayudar al Santo Padre a entender el engaño al que fue sometido durante años”.