Bruno es un niño de 8 años que fue el protagonista de un impactante hallazgo paleontológico cuando, en una de las playas del sur de Miramar, en Argentina, encontró restos fósiles de un perezoso gigante, un animal ya extinto que habitó la zona hace 100.000 años.
Sus papás se comunicaron de inmediato con personal del Museo de Ciencias Naturales de la mencionada localidad balnearia, que corroboraron la autenticidad de los restos y dieron más información sobre las características del animal.
El hallazgo se produjo a finales de mayo en las inmediaciones del arroyo La Ballenera, cuando el niño vio unos huesos incrustados en un barranco.
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Entonces, los padres del menor, Bárbara Lugones y Álvaro González se pusieron en contacto con el Laboratorio de Paleontología del mencionado museo, que depende de la Fundación Azara y el Municipio de General Alvarado.
Hasta allí se acercó entonces personal de la entidad para advertir que lo que el niño había encontrado eran restos pélvicos y la cola articulada de un perezoso gigante, llamado Scelidoterio (Scelidotherium leptocephalum), que en vida llegó a medir unos tres metros de largo, con un peso estimado de una tonelada.
Este animal prehistórico vivió en Sudamérica en el Pleistoceno. Esto es, en los últimos dos millones de años antes del presente, hasta hace 10.000 años, en el momento en que concluye la era del hielo.
Todo esto se comprobó luego de que los científicos del Museo de Miramar trabajaron para separar el “bochón” de sedimento para ser trasladado al Museo, donde el técnico Mariano Magnussen lo preparó con sumo cuidado, ya que se trataba de restos muy frágiles, según informa el blog oficial del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
El Scelidoterio que encontró Bruno es la especie más pequeña de los perezosos gigantes que habitaron la región pampeana durante el período Cuaternario.
De todas formas, se trataba de un gigante herbívoro que estaba armado de enormes garras, que utilizaba para defenderse, acceder a su alimento, pero también para cavar enormes cuevas donde se resguardaban de la intemperie o cuidaban a sus crías.
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“Este perezoso gigante vivió en un ambiente muy diferente al de hoy, y cohabitaba con otras enormes bestias, como otros perezosos un más grandes (Megatherium), el enorme elefante sudamericano (Notiomastodon), gliptodontes (Doedicurus ), tigres dientes de sable (Smilodon) y el oso de cara corta (Arctotherium), entre otros”, cuenta en la página oficial del Museo Daniel Boh, coordinador de Museos de Miramar.
Rica en fósiles
Miramar guarda bajo su superficie muchos de estos tesoros paleontológicos de un mundo que ya no existe. Se trata de una de las localidades más trascendentes para esta disciplina a nivel mundial desde finales del siglo XIX, cuando llamó la atención del prestigioso naturalista, paleontólogo Florentino Ameghino.
En la misma zona de La Ballenera donde Bruno encontró los restos, recuerdan en la página oficial del museo, en julio de 2021 se encontró la mandíbula fósil de un vampiro gigante, el Desmodus draculae, algo que tuvo trascendencia mundial.
Bien hecho
En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar destacaron que la actitud de Bruno y sus padres de llamar a la institución tras el hallazgo fue la correcta, porque los restos deben ser tratados por personal idóneo.
El material hallado por Bruno continúa un proceso técnico para lograr su mejor preservación. El siguiente paso es que será analizado por un equipo interdisciplinario conformado por investigadores de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados, dependiente del Macn-Conicet, integrado por el paleontógolo Federico Agnolín, que dirige los estudios científicos de la zona y por el personal del museo miramerense.
Finalmente, en el Museo destacaron la buena actitud de los papás de Bruno al dar aviso del hallazgo a la institución para que los restos sean tratados por personal idóneo.