Para la década de 1990, Gloucester era una ciudad tranquila, aparentemente común, del suroeste de Inglaterra. Era un territorio conocido por sus extraordinarios paisajes y sus coloridas colinas.
Pero Fred West y su esposa Rosemary serían la prueba de que hasta los lugares más prometedores esconden oscuros y macabros secretos. La pareja, que residía en una finca de Cromwell Street, en la capital del condado de Gloucestershire, demostró que hasta los más indefensos pueden llegar a convertirse en asesinos despiadados.
Frederick Walter Stephen West fue un asesino en serie británico. Entre 1967 y 1987, él y su esposa, Rosemary, violaron, torturaron y asesinaron a al menos 12 mujeres jóvenes, casi todas en su propia casa.
Fred West nació el 29 de septiembre de 1941 en el seno de una familia de granjeros en Much Marcle, Herefordshire. No fue hasta que tuvo 20 años que uno de sus verdaderos rostros fue finalmente revelado. Acusado de violar a su hermana de 13 años, todo el peso de la ley parecía cernirse sobre él, pero el caso fue suspendido por falta de pruebas.
En 1969, tras estar casado con Rena Costello (con quien tuvo una hija llamada Rena y adoptó a otra de nombre Charmaine) y luego asesinarla, conoció a la que sería su futura compañera de crímenes, Rosemary Letts.
Encontró en ella el complemento perfecto para su mente retorcida. Con una amplia experiencia sexual y un gran interés por la pornografía y las perversiones, la pareja no dudó en contraer nupcias. En 1971, Heather nació como la primera hija de este dúo. Con la llegada de la niña, Fred tomó la decisión de matar a Rena y Charmaine.
La familia West llegó en 1972 al que sería el escenario principal de la mayoría de sus homicidios. Con herramientas, vestigios de artículos extraños y hasta un neumático pinchado, el exterior de la casa daba una pinta muy tenebrosa.
En el interior, sin levantar sospechas, iniciaron la primera de una nueva ola de agresiones. Esta vez, la víctima fue Carol, una de las niñeras de sus hijos, a quien sometieron a todo tipo de maltratos, humillaciones y actos violentos.
Aunque Carol denunció los hechos ante las autoridades, nuevamente la ley favoreció a la singular pareja, que solo fue multada.
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Con el objetivo de pagar la hipoteca, Rosemary y Fred empezaron a alquilar habitaciones. Trabajadoras sexuales, hombres de dudosa reputación, expresidiarios y muchachas abandonadas habitaron la casa de los horrores. La lista de víctimas iba agrandándose cada vez más y, esta vez, ya no había escapatoria. Las caóticas vidas de estas mujeres las hacía presas fáciles de sus supuestos arrendatarios, quienes, sin dudar, las sometieron a toda clase de torturas antes de llevar a cabo los asesinatos. En total fueron nueve víctimas que no lograron evadir su trágico e inevitable final.
Para 1987, Fred y Rosemary se sentían invencibles. Agredir, torturar y matar sin compasión era una actividad cotidiana. No fue hasta ese año que uno de sus crímenes cambió el destino de la familia West para siempre. Asustado por la rebeldía e independencia de su hija mayor, Fred tomó la decisión de desmembrar, mutilar y agredir sexualmente a Heather, quien fue hallada años después en el jardín de su casa.
Fue una de las hijas menores de los West la que se atrevió a romper el silencio y contó a una de sus amigas los abusos que vivió toda su vida. La amiga no dudó en notificarlo a las autoridades.
Tras muchos impedimentos e inconsistencias en la recolección de pruebas y testimonios , el 24 de febrero de 1994 un allanamiento de la Policía británica puso punto final a la pesadilla. Fred no tuvo más remedio que confesar los brutales asesinatos, mientras que Rosemary fue señalada como la principal cómplice.
Mientras esperaba su juicio por 12 asesinatos, el asesino en serie se quitó la vida en una celda de la cárcel de Birmingham, el 1º de enero de 1995. Rosemary, por su parte, fue condenada a cadena perpetua por nueve homicidios.